viernes, 24 de febrero de 2012

-Quería dejarle este folleto.

-El día que vino Dios a verme yo no estaba presentable. Antes me había llamado por teléfono, pero, siguiendo mi costumbre, no cogí la llamada del Número Desconocido. Tampoco habría cogido de haber sabido cuál es el número de Dios. Me puse los calzoncillos y una camiseta y antes de que Dios llamara a mi puerta por tercera vez, después de observar a través de la mirilla -no era la primera vez que veía su careto por el bloque- y comprobar que quien estaba a punto de apretar nuevamente el timbre era Dios, entreabrí la puerta.
-Perdone la molestia -dijo Él.
-Es imperdonable -respondí Yo.
-Le perdono su mayúscula porque es argentino y sé que no puede evitarlo.
-Sí que puedo -respondí Súper Yo.
-Quería dejarle este folleto.
-No leo narrativa fantástica, excluyendo a Borges y a otros ciento cincuenta.
-Bueno, este texto es bastante poético, no crea.
-Tranquilo: no creo.
-En cualquier caso, se lo dejo.
-Cogí el librillo porque siempre me dan algo de pena los repartidores, y no sólo los  repartidores peruanos de comida china, también los repartidores de otras latitudes de comidas de otras latitudes.
-Gracias por su atención -me dijo Dios.
-No hay de qué -dije sin mayúsculas.
-Una cosita: ¿no sabe si la chica del A está en casa?
-Encogí los hombros por toda respuesta. Pensé que si el fulano este todo lo sabe, sabría también que ella atiende en su casa todos los días a partir de las seis de la tarde. Cerré la puerta. Me quité la ropa. Me metí en la cama a ojear el pasquín. Tenía unas ilustraciones muy malas. Comencé a leer pero no conseguí concentrarme. Siempre me pasa que, cuando estoy en casa y escucho los ruidos provenientes de la casa de al lado, dejo lo que estoy haciendo y hago lo que no puedo evitar hacer. Cada vez que oigo sus auténticos falsos gemidos siento que ella sabe hacer sentir a un hombre como si fuera un dios.  
-Pienso un título para cuando escriba todo esto que me acabará de ocurrir cuando acabe. 
-La chica del Ah.
-Otro.
-Dios sin sacarla.
-Ay, no sé.

No parece que la fotografía de la gran Carmen Díaz tenga mucho que ver con el texto. Pero cualquiera sabe.

4 comentarios:

  1. jajajajajajajajajaja

    qué bueno lo de la mayúscula!

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  2. ¿Era de la revista Atalaya? Me recuerda a un sketch de Faemino y Cansado, pero con otra baba, distinta e igual de graciosa.

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  3. Es chulo, me gusta jajaja muy bueno.Un abrazo guapo

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