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miércoles, 2 de noviembre de 2011

-La sirena.

-Obviamente no creo en ellas. Encontré la sirena varada en la playa de San Bernardo. Después de escribir esto consultaré la RAE. Buscaré el vocablo varado. Tal vez deberé cambiarlo. La sirena estaba en la playa, tal vez sólo descansando. O meditando. Eran las cinco y media de la mañana. No quiero contar lo que me había pasado hacía algunas horas, esa noche, esa madrugada que estaba ya yéndose. Digamos que acababa de tomar consciencia de que había perdido algo. Algo querido que se oscurecía  a medida que comenzaba a imponerse la luz que iluminaría aquel día. Desde lejos supe que aquello que estaba varado, o pensando, allí, era una sirena. Seguí mi camino. Acercándome a ella. No porque quisiera ir a su encuentro, sino porque la sirena tal vez varada estaba en mi camino. Yo volvía a casa. Ella también. Tal vez me observó de reojo. Se arrastró -si es que es eso lo que las sirenas hacen cuando se desplazan sobre la arena- hacia el mar. Tardó en perderse mar adentro. Creo no haberla incomodado demasiado. Lentamente volvió y yo volví. Me desnudé y dudé. Finalmente no entré en el mar. Me quedé en la orilla. Varado, cansado, meditando. Enseguida apareció en la playa una figura a lo lejos, tal vez proveniente del muelle. Acercándose hacia mí. Me vestí y me alejé de la sombra que se acercaba. Sin intentar  descifrarla. Digamos que hacía un par de horas que acababa de perder algo. Y hacía dos minutos que acababa de confirmar que las sirenas no existen. Salvo en la ficción. Que es el sitio en el que la realidad se escribe al salir del mar, de la niebla, de la tierra, de los volcanes, del cielo, de los estómagos, de los vapores de la memoria, del desamor.
-La sirena.
-Me metí en la ducha y pude ver un par de escamas tornasoladas desaparecer por el desagüe de la bañera. No me preguntes por qué, pero pensé en Bradbury.
-No necesito preguntarte por qué.
-Varada está bien.

miércoles, 10 de marzo de 2010

-Elige.

-¿Cuánto me faltaba, por aquél entonces, para convertirme en un viejo gloria?
-Demasiado lúmpen para ser un lúmpen.
-Antes de hacer el amor contigo, había hecho el amor contigo con otras.
-Le gusta cuando quien la masturba es su lado masculino.
-Cada minuto que pasa va siendo hora de algo, pensó Bloch.
-Me había sobrevivido con elegancia.
-Desde aquí arriba todo se ve como si la eternidad fuera a diluirse de un momento a otro.
-La segunda ronda la pagó el inventor de la angustia de los domingos por la tarde.
-Antes de abrir la puerta pensó en ella pensando en el anuncio del laxante.
-¿Ya, no?
-No, van nueve, falta una.
-...
-Yo. Dejó los cubiertos sobre el plato como quien abandona definitivamente la esperanza a la que se mantuviera asido durante todo el primer plato.
-Bien.
-Elige.
-...
-¿Elijo yo?
-No.
-Mejor. No sé a qué tipo de historia le estás dando vueltas.
-Yo tampoco lo sé.
-Entonces elije una de mis frases. Y empieza.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

-No sé qué decir.

-Herrumbre. Lodazal. Óxido. Llamo a las puertas de palabras que no me atienden. Almohada. Pesadumbre. Neblinoso. Escondidas tras los vocablos, acechantes tras mi falta de talento, tras la triste última preposición. ¿Cuál es el antónimo más certero de falta de talento? Esperan que me marche sin haber cometido contra ellas ningún intento de ordenarlas bella y sinceramente. Pacientes, esperan quedarse a solas. Cuchichear entre ellas, cada vez en voz más alta. Hasta llegar a la cima de las voces. Y desde allí arriba lanzar sus risas complacientes montaña abajo. El alud me sorpenderá de espaldas. Sin darme tiempo a gritarles mi venganza. A aplicarles mi media sonrisa. A humillarlas haciéndole saber lo que ya saben. Que sin mí, ellas no son nada. Herrumbre. Lodazal. Óxido. Y todas las demás. En polvo os convertiréis si no abro la boca, el cuaderno, Word, mi lápiz. Boca abajo bajo las voces. Sin poder pronunciar palabra. ¿Cuál es el antónimo más cabal de sepultado?
-No sé qué decir.
-Ya has dicho lo imprescindible para que esto sea un diálogo.
-A veces me siento utilizado.


martes, 27 de octubre de 2009

-Acabemos con este duelo.

-Era una actriz de poca monta. Todos estaban de acuerdo en eso, menos quienes habíamos pasado por su cama.
-Ocultaba sus defectos desnudándose.
-Ahora prefiero las que saben vestirse. Ésas son las que te hacen abandonar tu abandono.
-Hace años que no parto hacia una mujer. Me cansa moverme.
-A mí también. Pero tendrá que haber alguna que haga que canse más esperarla que correr a su encuentro.
-Acabemos con este duelo.
-¿Quién se ha muerto?
-Este duelo entre lamentables espadachines que somos. Tirándonos a matar frases a cuál más efectista. No matan a nadie. Son frases con la punta de la espada redondeada. Con el corchito en la punta.
-Recursos, amigo. Nunca minusvalores los recursos.
-Tonterías.
-¡Touché!
-Qué touché ni que hostias.


miércoles, 21 de octubre de 2009

-¿Qué será lo que busca el nadador que no para de nadar?

-El nadador parece estar hecho un mar de dudas. Sabe que uno no se baña dos veces en la misma piscina. Por eso no deja de entrar en sucesivas albercas que forman el río que Heráclito -que no vivía en un barrio acomodado de las afueras- y constructores y arquitectos del sueño americano –y de la siesta española- han trazado para él.
-¿Qué será lo que busca el nadador que no para de nadar?
-No parar de nadar. Eso busca. Porque sabe –lo sabe desde que se lanzara a las aguas de la primera piscina- que cuando salga del último de los estanques de la decadencia y llame a las puertas de su casa, nada –de nadar en la nada- de lo que había entonces saldrá a su encuentro.
-A mí me parece que Cheever está sobrevalorado.


miércoles, 14 de octubre de 2009

-Esto no lo lee nadie.

-Preferiría no hacerlo.
-Pues no lo hagas.
-Me obligo a tres o cuatro por semana.
-Esto no lo lee nadie.
-Gracias.
-Nadie echará de menos no encontrar nada hoy.
-Ni ayer, ni anteayer.
-Eso es. Nadie echará de menos no volver a encontrar nada.
-Creo que alguien, tal vez, perciba la sequía.
-No te preocupes por eso.
-Me preocupa mi sequía.
-Date una ducha.
-Tengo que colgar una entrada. Hoy.
-Escribe lo primero que se te ocurra.
-Siempre escribo lo pirmero que se me ocurre.
-Eso es mentira.
-O lo segundo.
-¿Y el dibujo? ¿La sequía llega a tu tableta gráfica?
-Puedo colgar alguno de los que ya tengo hechos.
-¿Aunque nada tenga que ver con la entrada?
-¿Qué entrada?
-Es cierto.
-Tengo un perrito y una chica desnuda.
-Cuelga la chica.
-Vale.


jueves, 1 de octubre de 2009

-Y dejar las drogas, en serio te lo digo.

-Desaparecer.
-Sí, el suicidio es muuuy literario. Te pega todo el suicidio. Hablar, escribir acerca de él, romántico malditismo, blablablá...
-No entiendes. Desaparecer. Mezclarme con las cosas hasta hacerme invisible. Disolverme pero estar. Estar en todas partes.
-Dejar las drogas, ese debería ser tu cometido en la vida. No es muy literario, pero es que no quisiera que acabaras siucidándote.
-Estar donde no estoy. En todas las partes en las que no estoy. Ser todos los que no soy. Es un lastre tener mi historia, mi cara, mi pasado. Hacerme presente en todas y cada una de las... partículas exteriores a mí.
-Y dejar las drogas, en serio te lo digo.
-¿Cuándo me has visto drogarme, imbécil?
-Discreto si que eres.
-Lentamente. La lentitud es esencial. Pretender que se tiene toda la vida por delante es necesario. Reparar en cada minúscula situación. En cada cosita. Ser cabalmente consciente de cada paso que das.  Atento a los detalles. Todo son detalles. No hay más que detalles. Apreciar las posibilidades de ser un observador solemne. El matiz del matiz.  Las ventajas de una contraventana que no cierra. La luz que se filtra y te permite ver y no ver a un tiempo. Así durante el inexplicable, el inabarcable tiempo que sea necesario. Hasta desaparecer felizmente. Hasta conseguirlo por fin.
-Escribe, anda, escribe. Vuelvo más tarde.



miércoles, 30 de septiembre de 2009

-Empiezo a cansarme.

-Volver a nacer.
-Claro. ¿Quién no?
-Eso es lo que necesito.
-Empiezo a cansarme.
-Tener una experiencia fronteriza.
-Por favor.
-Un acontecimiento que me haga otro. Algo que modifique mi pasado y por tanto mi futuro.
-Perder la memoria, claro.
-Tener otra memoria.
-Si quieres te doy en la cabeza con una maza, como en los dibujitos animados. Pierdes la memoria y cuando hayas escrito algo que merezca la pena te doy otro mazazo y vuelves en ti.
-Yo también empiezo a cansarme, ¿vale?



martes, 29 de septiembre de 2009

-Hoy juega el Barça.

-¿Qué voy a querer?, lo que quieren todos los escritores que pretenden vérselas a cara descubierta con la literatura, con el mundo, con la poesía: nombrar las experiencias que todos conocemos, o creemos conocer, pero hacerlo de un modo desconocido, novedoso, propio.
-Ya. Ahora vas a derramar sobre mí el chiste del mundo interior, me lo veo venir.
-No volveré a repetirte que tengo un mundo interior, pero está dentro de alguien que no soy yo.
-Bravo. ¿Ya estás más tranquilo?
-Es una pretensión vana.
-¿Conseguir un estilo o que dejes de contarme tus pretenciosos cinco chistes de siempre?
-Oye: la amistad se cimenta sobre pilares menos sólidos de lo que
-Hoy juega el Barça.
-...
-¿En tu casa o en la mía?
-...
-¿En mis cuarenta y dos pulgadas o en tus veintiuna?
-¿Qué llevo?


lunes, 28 de septiembre de 2009

-No puedo dejar de escribir.

-No quiero ser un escritor.
-Estás consiguiendo tu objetivo.
-Pero me temo que la mejor manera de llegar a ser un escritor, es no pretendiéndolo.
-No sé si lo pretendes, pero lo intentas. Tú escribes.
-No puedo dejar de escribir.
-Bien. Entonces lo conseguirás. Es decir, no lo conseguirás.
-Eso es lo que quiero. Ser un escritor que no quiere serlo. Así lo seré.
-Que estos juegos de palabras no salgan de aquí. Por favor, hazte ese favor.


miércoles, 16 de septiembre de 2009

-A veces se nota que no hay método.

-¿Cómo lo haces?
-No hay método. Me siento y empiezo.
-A veces se nota que no hay método.
-Bien.
-A veces no se nota demasiado, lo que no quiere decir que me guste.
-Te comprendo. Ahora, por ejemplo, se puede apreciar que estoy tanteando, como caminando en penumbras: quiero encontrar el camino, y al mismo tiempo, procuro no golpearme la cabeza contra algún escollo.  Dura unas cuantas líneas.
-Se nota, sí.
-Lo notas porque acabo de decírtelo, si no, no te enterarías.
-No subestimes mi capacidad de ver la telaraña casi imperceptible en la que entretejes lo que escribes.
-Lo de telaraña casi imperceptible, perdona que te lo diga, es...
-Claro, pero si se te hubiera ocurrido a ti y lo leyera en tu blog, te inquietaría un poco que no te dijera que me ha gustado.
-Puede ser.
-...
-Poco futuro parece tener este diálogo.
-Tira de método. Ah, claro, que no tienes.
-Monólogos. Se me dan bien. Debería probar con los monólogos.
-Cabrón.

jueves, 20 de agosto de 2009

-No juegues sucio: Coelho es una excepción.

-La horda de las gordas.
-¿Cómo te puede gustar esa mierda?
-¿La has visto?
-No. Ni la veré.
-Yo no tengo tus prejuicios. Es la ventaja de no ser un intelectual. Que puedes ir al cine a ver La horda de las gordas sin ocultarte tras unas gafas negras.
-No voy porque es machista, es misógina, es
-¿La has visto?
-...
-Yo puedo criticar lo que escribes porque lo he leído.
-Yo no he leído a Paulo Coelho y puedo afirmar que no me gusta.
-No juegues sucio: Coelho es una excepción.
-La misma razón por la que no vas a ver pelis como La horda de las gordas, es la que hace que te resistas a llevar bermudas.
-¿Has bebido?
-No, pero sabes que lo hago, que no me importa mostrarme borracho en público. Tú, con esos aires que te das, con esa imagen que mantener, no te permites permitirte hacer esas cosas, si me permites que te lo diga.
-El de los juegos de palabras soy yo.
-Sí, yo soy el que se parte la caja con La horda de las gordas. No sabes lo que te pierdes.

miércoles, 19 de agosto de 2009

-Yo lo guardo todo: tickets, folletos, bolsas de papel para vomitar en los aviones.

-Se me olvidan, se me olvidan casi por completo, por eso tengo que escribir lo que el viaje me ha dictado. Frases sueltas, algún cuentito, diálogos.
-Yo lo guardo todo: tickets, folletos, bolsas de papel para vomitar en los aviones.
-Tengo un amigo que dibuja o pinta lo que va viendo. Lo mandas a Lisboa, y cuando vuelve y miras sus acuarelas, confirmas que ha estado en una ciudad que tal vez conozcas pero en la que tú no has estado.
-Ya. Has estado en Lisboa, pero no en la de los dibujos de tu amigo.
-Yo escribo cosas. No suelen hacer mención directa al lugar, a la calle, al barrio, a la anécdota, al callejón donde nos resguardamos de la lluvia. Si tú lees el cuentito de las animadoras, por ejemplo
-No lo he leído.
-Aún no lo he escrito. Cuando lo leas, no necesariamente deducirás que está sugerido por mi estancia en un hotel de Tenerife. Si lees lo de la chica que tocaba el saxo, puede que aciertes al afirmar que la acción transcurre en Estocolmo, de donde hemos vuelto hace unos días. Pero puede que no.
-Que no escribes un diario de viaje, quieres decir.
-Quiero decir que uno viaja para dejar alguna forma de constancia de que, a unos cuantos kilómetros, le han ocurrido las mismas cosas que podía haber vivido sin salir de casa. Para viajar hay que perderse. Y yo en casa me extravío todos los días.
-Pero viajar es maravilloso. Incluso fuera de tu casa.
-Ya lo creo. A uno le ocurren muchas cosas que se le ocurren.

lunes, 20 de julio de 2009

-No estoy tatuada.

-Discúlpame, pero, sinceramente, no me creo que no estés tatuada.
-¿Perdone?
-Puedes tutearme. También puedes no hablarme, claro.
-Te tuteo una vez para decirte que no quiero hablarte.
-Estupendo. Si no me lo aclaras seguiré pensando que tienes algún tatuaje. Y sé dónde.
-Tengo algún novio y ningunas ganas de seguir con este juego.
-No quiero incomodarte, y si no te importa que siga pensando que estás tatuada, continúo leyendo mi libro y no te molesto más.
-No estoy tatuada.
-Bien. Seguiré leyendo. Callado. Otorgando que me has dicho la verdad.
-Me da igual que no me creas. Lo importante es que sigas con tu libro.
-Carver.
-...
-Deberías leerlo.
-Conozco a Carver.
-Nadie conoce a nadie. Yo, por ejemplo, creía conocerte un tatuaje que dices no tener, en un sitio que -eso sí que no puedes negármelo- tienes.
-En la espalda, muy abajo, tengo tatuado un nombre.
-Que empieza por la letra erre.
-Sí...
-Me llamo Raúl.
-Raymond. Tengo tatuado Raymond.
-Por Carver, claro.
-Qué sabrás tú.
-Y tú nunca sabrás lo que sé.
-Deberías seguir leyendo a Carver.
-¿Cómo te llamas?
-Debo irme.
-Estaré aquí cuando vuelvas de Londres.
-No viajo a Londres.
-Claro, claro. Y yo no tengo tatuado tu nombre en mi brazo.
-Claro que no.
-Tengo ventanilla. Si quieres te la cambio por tu pasillo.
-No viajo a Londres.
-Tampoco yo, señorita Carver, tampoco yo.
-...
-Supongo que también te gustará Chéjov.

martes, 7 de julio de 2009

-Esa también es una buena primera frase.

-Lo peor del insomnio no es no poder dormir, sino no tener a nadie a quien despertar.
-Me gusta.
-Pero no sé cómo seguir.
-Tranquilo, nunca sabes cómo seguir.
-Ahora tampoco.
-¿Quieres café?
-Por favor.
-Utiliza alguno de tus trucos.
-Voy contigo.
-Tienes muchos recursos.
-Me sobreestimas.
-Te estimo mucho, sí.
-Puedo identificar mis trucos, pero una vez que los he utilizado.
-Esa también es una buena primera frase.
-¿Sí? Puedo identificar mis trucos, pero una vez que los he utilizado.
-Suena un poco vacía, o llena de pretenciosidad, pero si tienes una buena segunda frase.
-La tengo: Lo peor del insomnio no es no poder dormir, sino no poder
-¿Lo quieres solo?
-Cortadito.
-Me gustan tus diminutivos.
-Puedo identificar mis truquitos, pero una vez que
-Tengo que ir al dentista.
-Sí, tal vez debería empezar por algo más banal. Lo banal inquieta, siembra inquietud. Tengo que ir al dentista.
-Tu café.
-Gracias, amor.
-¿Nos queda Nolotil?

martes, 23 de junio de 2009

-Disfruté mucho de Viena.

-¿Cuál era, la 2014 o la 2041?
-No lo recuerdo.
-La 14. Creo.
-Me acuerdo de Praga, sabes que recuerdo Praga perfectamente, todo lo que hicimos allí -no sólo el incidente por el que nos persiguen- pero no recuerdo el número de la habitación.
-Viena, te pregunto por el número de la habitación de Viena.
-No lo recuerdo.
-Pasamos por allí sin pena ni gloria.
-Disfruté mucho de Viena.
-Pero no dejamos nuestra marca.
-Fuimos a descansar.
-¿En qué habitación descansamos? Esfuérzate.
-No consigo recordarlo.
-No tienes buena memoria para los números de nuestras habitaciones.
-Mira quién fue a hablar.
-La de Praga era la 408.
-No lo recuerdo.
-Es importante.
-Pon otro número.
-No podría poner otro sabiendo que no es el número.
-Los lectores no te lo echarán en cara.
-Me dan igual los lectores. Tal vez fuera la 2041. Recuerdo perfectamente la habitación. ¿Tendremos la factura por ahí?
-No lo creo.
-Si no tienes memoria deberías guardar los papeles.
-Era la 2014.
-¿Estás segura?
-Completamente.
-Quieres que me calle, que no te pregunte más, que ponga cualquier número, que acabe de una puñetera vez la novela.
-Sí, me gustaría que volviéramos a salir a caminar por ahí al atardecer, tranquilamente, como si no tuviéramos conciencia.
-Prepara la maleta.
-¿Qué?
-Pon cuatro cosas.
-...
-Nos vamos a Viena.
-Pero... la semana que viene iremos a Londres.
-Bien. Desde Viena huiremos a Londres, sin pasar por Madrid.
-Prometiste que ya nunca
-Puedo ir solo.
-Sabes que no te dejaría ir sin mí.
-Entonces prepara la maleta.
-¿La negra?
-¿Y lo preguntas? Claro. Nadie repara en nuestra maleta negra. Ni esos inútiles aparatos a los que nada se les escapa.

jueves, 18 de junio de 2009

-Tu verdad está en la morgue.

-Hay momentos en los que no puedes no mentir. Hay momentos en los que es inevitable decir la verdad. Ahora, por ejemplo, no puedes seguir mintiendo. Te va la vida en ello.
-No estoy obligado a declarar en mi contra. Pero tengo absurdos principios que me obligan a decir la verdad, y mi verdad siempre declara en mi contra.
-Tu verdad está en la morgue.
-Y tu mentira no ha podido evitarlo.
-Todas estas palabras, esta palabrería...
-Lo habéis leído todo. Todo está ahí.
-Son sólo diarios.
-Mi diario, libretas, las servilletas. El mensajito en la botella. Habéis arramblado con todo. Con toda mi verdad por escrito.
-Eso no prueba nada. Prueba que dejas ficciones por ahí.
-Por cierto, espero que me devolváis todos mis papeles: no tengo copia.
-Se hará lo que dictamine la ley, los protocolos. Soy un policía íntegro.
-¿Y me llamas mentiroso? Para ser un poli íntegro hay que ser un mentiroso ímprobo.
-No te pongas chulo, escritor de mierda, y confiesa de una puñetera vez.
-¿Estás grabando este interrogatorio?
-Estoy haciendo lo que tengo que hacer.
-Es que confesando soy mejor por escrito.
-Pues escríbela.
-Ya está escrita. ¿Cómo coño tengo que decírtelo?: mi confesión está en esos textos que me habéis robado.
-Son pruebas, y no te los hemos robado.
-Pues no tengo nada más que decir que lo dicho en esos folios.
-Estoy perdiendo la paciencia.
-Peor es lo mío, que estoy perdiendo mis escritos.
-Son pruebas.
-Yo ya me he confesado.
-No has dicho nada.
-No has entenido nada. Y no has entendido porque no basta con saber leer. Además, hay que saber leer.
-Te pudrirás aquí dentro.


martes, 16 de junio de 2009

-Soy un tipo afortunado.

-No llega y no se ha marchado y ya no viene por aquí y la última vez que la vi llovía y no me explico cómo ha podido no suceder. Aunque me encuentre en el lugar apropiado para volverme insondable. En mi lugar. En la recepción que antes, alguna vez, le pareció una bonita antesala. Pensando en la inspiración como en una mujer vestida de blanco. Y después de negro. Con y sin ropa. Y más tarde como un concepto que no es femenino ni masculino ni es nada. Una forma informe. Ni siquiera mi hijo puede dibujarla. Y entonces cuando sé que en realidad no es nada pero existe, comprendo que llevo quince minutos comprendiendo que tal como no ha venido no se ha marchado dejándome impiadosa esta cara de imbécil que utilizo para mirar los lápices, bolis y rotuladores -la mayoría inútiles- que tengo en la lata que hace de portalápices. Que desde hace tantos años hace de portalápices. Tal y como yo hago de escritor. Me quedo como un bobalicón mirándome la impostura. Entonces toca levantarse a beber agua para no creerse vacío. A veces vuelvo y percibo algo rondándome. No diré que una idea nueva -¿quién necesita una idea nueva, habiendo tantas buenísimas ideas antiguas dispuestas a hacerte creer que son una inédita ocurrencia tuya?-, pero sí una baba del diablo por la que dejarse babear. Pienso martes un buen día para el amor pienso en noches perdidas y en el hervor que purifica el agua que no he de beber y también puedo pensar que nunca la he conocido o que las fotos en blanco y negro son en realidad fotos grises y que no sé por qué no se las llama así: grises. A veces vuelvo y percibo. A veces no vuelvo.
-Sí, eso es lo que viene siendo la inspiración.
-Y también es lo que siendo no viene. Y lo que viniendo no es. Y también es lo que no siendo ni viniendo tal vez venga y sea.
-Para hacer juegos de palabras no la necesitas.
-Soy un tipo afortunado.

viernes, 12 de junio de 2009

-...Han abierto las piscinas municipales.

-Mi paso por la cárcel, tal vez.
-Óscar.
-Mi primer amor.
-...
-Me crucé por la calle con Barishnikov. Por La Latina, una tarde. Ahí puede haber algo.
-No estás seguro de que fuera él.
-Oye, un primer amor sí que tuve. Sé lo que es eso. No importa si fui correspondido o no.
-Aún guardas la cartita en la que queda claro que no has sido correspondido.
-Pero he sido correspondencia.
-...
-Algo así, con humor. Aquí hay mucha tradición de humor absurdo. Tono. Berlanga. Gila. Jardiel Poncela.
-Absurdo pero con gracia.
-Para escribir no es necesario que te pasen cosas.
-Es mejor que te hayan pasado. Se nota, el poso se nota.
-Era él, era Barishnikov, seguro. Casi con toda seguridad. Puedo escribir sobre esa duda. La duda es inquietante.
-Prueba.
-Y de mi paso por la cárcel tengo muchísimo que decir.
-Nunca has estado en la cárcel.
-Pero en Argentina, cuando tenía quince o dieciséis años, me paró la poli y me interrogó. Me puso en apuros. Es una experiencia muy cercana. Me marcó.
-Eso no marca a nadie.
-El sentimiento necesario. De aquella experiencia puedo extraer el sentimiento necesario. Para escribir se necesita el sentimiento necesario.
-Puedes escribir sobre lo que te venga en gana, Óscar.
-El tema es el peso. El peso de lo que cuentes.
-Lo de la cárcel parece lo más pesado.
-¿Qué coño sé yo acerca de la cárcel?
-Hay que sentarse y escribir. No le des más vueltas y ponte a escribir.
-Me faltan experiencias.
-Pero también imaginación.
-La relación con mi padre, a lo mejor.
-Ponte. Y a ver.
-¿Crees que mi biografía puede interesarle a alguien?
-Autobiografía.
-Sí, mi vida. ¿Crees que puede interesarle a
-No.
-El humor, el humor. "Mi novia me ha dejado por carta: no he sido correspondido, pero he sido correspondencia".
-...
-¿Cómo lo ves?
-...Han abierto las piscinas municipales.
-De pequeño me gustaba la ciencia ficción. Bueno, en realidad me gustaba lo fantástico. Tengo que releer a Bradbury.
-El hombre ilustrado.
-Sí. No sé. Ahí no hay ni un puto chiste. No sé. La duda. El tema puede ser la persistencia de la duda.
-No sé.

lunes, 8 de junio de 2009

-Ya se verá.

-A veces te mira como si dentro de ella hubiera un hombre o una mujer viendo a través de ella, mirándote de un extaño modo maléfico, o beatífico, pero no del todo humano. Ocurre cuando tú la miras sabiendo que probablemente sea el único animal capaz de contener dentro de sí a alguien similar a ti, es decir, alguien chungo en más de un sentido, y también bondadoso en, por lo menos, un sentido. Si la miras fijamente es imposible no fantasear con la idea de que dentro de mi gata hay la mente de un tipo -o de una tipa- capaz de intimidarte si consigues sostenerle la mirada durante más de cinco segundos. No tiene nada que ver con seducción, ni con hipnosis, tiene que ver con el estremecimiento de estar mirándote a ti mismo desde dentro de ti mismo. Hay que tener mucho cuidado con el animal que metes en casa.
-Me gusta.
-¿Sí? Un poco recargado.
-Pero poco. ¿Es de la novela que estás escribiendo?
-No, lo escribí para el blog.
-¿Y qué vas a dibujar?
-Ya se verá.
-¿Ojos?
-Ya se verá.
-Dibuja algo menos literal.
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