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martes, 23 de marzo de 2010

-Ni nada.


Para Carmen, que emociona sus trayectos en metro leyendo poesía de la buena.


-Ella también compone su personaje. Y lo hace muy bien. La enfermera de hierro.
-Tiene voz y cara de enfermera de hierro, sí.
-Los ojos un poco demasiado pequeños, tal vez. Pero su mirada está muy conseguida.
-Sí.
-La mirada, joven, es la mitad de todas las cosas.
-¿La mitad?
-La mitad.
-Bien.
-La jefa ha visto mis películas. Me ha pedido un autógrafo en cuanto estuve en condiciones de mover la mano.
-Una de las enfermeras jóvenes también conoce sus películas. Me lo dijo. Al menos Pétalos lascivos.
-La peor.
-Yo no diría eso.
-Ya lo digo yo.
-La crítica no la entendió.
-Ni el público. Ni yo misma. Ni siquiera fue un fracaso de taquilla. Mediocre por dónde se la mire.
-A mí la escena del
-La escena del parking. No hay papanatas que no destaque la escena del parking.
-...
-Acérqueme el vaso, por favor.
-Tome.
-...
-...
-Gracias.
-...
-No se ofenda, joven. Pero me da igual que usted se ofenda.
-No me ofendo.
-Es usted un admirador rendido. Tal vez el último en rendirse. Y no es mal final éste que me ayuda a componer.
-No hable de finales. La operación ha ido muy bien.
-Los médicos creen que sólo han sacrificado una parte de mí. Me la mostraron, metida en un frasco.
-La vida es más que la suma de las partes.
-Le reitero mi agradecimiento. Pero no hace falta que abra la boca para darme ánimos. ¿Ánima es sinónimo de alma, verdad?
-...
-Supongo que ha asentido.
-Sí, he asentido.
-Ánima. Bonita palabra.
-...
-Cuando tenía diez años, rompí una botella de cristal en la habitación de mi madre. No en la habitación de mis padres, sino en la que utilizaba mi madre para estar, para ella, para nada. La botella era enorme, de cinco litros, no sé. Estaba llena de aceite. Yo me entretenía haciéndola rodar. Llegué rodando hasta los pies de mi madre, que leía sentada en su silloncito. Allí la botella se rompió. Ninguna otra madre  hubiera retirado los cuatro o cinco grandes trozos de cristal en que se había convertido la botella y, tumbándose sobre el suelo aceitado, me hubiese invitado con una sonrisa a tumbarme junto a ella. Nos embadurnamos, nos pintamos de aceite, chapoteamos. Dejamos su habitación hecha una birria. Fue precioso.
-Nunca... ¿por qué no contó esto en sus memorias?
-Porque si lo hubiera hecho, este momento ya no sería un regalo para usted.
-...
-No llore, joven. Y busque a la enfermera de hierro. 
-Tranquila...
-Estoy tranquila.
-¿Quiere que llame a su secretaria?
-No hace falta. Ella sabe todo lo que debe saber. Y usted debería saber que el matrimonio de mi secretaria no funciona. Él es un buen hombre. Pero sólo es eso. Usted sabrá lo que debe hacer. Ahora llame a la enfermera, ande.
-Sí, tranquila.
-Nunca lo estuve tanto. Pero llámela. Quiero que sea la primera en este hospital en saber que ya no volveré a hacer películas.
-...
-Ni nada.

lunes, 23 de noviembre de 2009

-Mi sentido pésame.

-Se trata de una especie de monólogo.
-Qué interesante.
-Un desvarío. Es un director joven. Un debutante. Los jóvenes debutan. Lamentablemente no pueden librarse de hacer algo por primera vez. Después, todo es, como mucho, por segunda vez.
-...
-Pretende que me pregunte en voz alta, que hable estúpidamente sola, en la soledad de mi habitación barroca, que es donde se supone que las actrices ancianas viven después de los setenta. Mi cama con donceles corroídos. Reflexionando en voz alta, diciéndoselo a nadie, preguntándome si el tiempo pasa o se queda.
-Qué interesante.
-Joven, por favor, no repita lo interesante que le parece la memez de escena que me han propuesto.
-Si no entiendo mal, usted haría de usted.
-Hacer de uno mismo sin resultar patético es un desafío que los actores suelen perder.
-Tómeselo como un homenaje en vida.
-¿En vida?
-Quiero decir que es bueno que una gloria como usted sea reconocida como tal mientras aún
-Puedo permitirme el lujo de decir que no. Siempre podré hacerlo. Aun agonizante podré negarme. Tengo setenta y cinco años y aún muchas erratas por cometer. Si me permite que se lo diga, joven.
-Por supuesto. No quisiera que me malinterpretara.
-Entre mis piernas se ha alojado lo más alto de los barrios bajos y lo más bajo de los barrios altos.
-...
-Ya sé que no viene a cuento. Simplemente se me acaba de ocurrir. Bueno, anoche. Y como usted suele apuntar lo que digo...
-¿Podría repetírmela?
-Entre mis piernas se ha alojado lo más alto de los barrios bajos y lo más bajo de los barrios altos.
-Es muy buena.
-Sí, sigo siendo muy buena en la cama.
-No, perdón, quiero decir la frase. Debería haberla incluído en su libro de memorias.
-Prefiero olvidar mis memorias, así como mis admiradores me han olvidado. O muerto.
-Paciencia. Hay libros que necesitan tiempo.
-Si algo tiene la autobiografía de una actriz de mi edad, es tiempo.
-Está usted sembrada.
-Será la muerte de mi gata, que me ha dejado una melancolía inspiradora antes de irse.
-¿Su gata ha muerto?
-Por eso mi secretaria no está. Ha ido a llevarla al veterinario. Ellos se encargan de deshacerse del cuerpo. No sé qué harán con él. ¿Por qué nunca pregunta por ella?
-Pues... no lo sé. Supongo que al estar casi siempre oculta, su gata
-Por mi secretaria, joven, ¿por qué nunca pregunta por mi secretaria?
-Pues...
-Su interés por ella es evidente. Tan evidente como su torpeza.
-Mi sentido pésame.
-Bobadas. Vivió muchos años. Fue serenamente feliz.
-De todos modos, lo siento.
-Ella volverá en una media hora. No hace falta que hablemos, mientras tanto.
-Bien.
-Tal vez si el director cambiara el texo, si me hiciera decir algo que valiera la pena, si comprendiera lo grande que soy, le diría que sí.


lunes, 24 de agosto de 2009

-Se está imaginando la escena.

-Pretendían darme uno de esos masajes modernos.
-Con barro...
-Con vino, con chocolate. Qué vulgaridad. Hace meses que un hombre no me pone la mano encima. Y una mujer. He olvidado la última vez que una mujer me puso la mano encima. Mucho menos untada de algo.
-En sus memorias dice que Ava Gad
-Esa fue la penúltima vez.
-Ah.
-Se lo expliqué amablemente al tipejo del hotel -puedo ser muy amable si me empeño: soy una grande de las escena-, uno de esos relaciones públicas que no saben hablar, no saben sonreír, no saben seducir, y viven convencidos de que saben hacer todo eso.
-Seducir es un arte. Lo he aprendido viendo sus películas.
-¿Viéndome mí o a mis galanes?
-Eh...
-Ustedes los jóvenes, no saben afrontar las repreguntas. Le dije al idiota que pasaba de que me masajearan, hombre o mujer, con o sin vino en las manos.
-¿Le insinuó su bisexualidad al tipo del hotel?
-Soy demasiado mayor para insinuarle algo a palurdos sin encanto. Le dije claramente que si tenía algún ejemplar masculino o femenino que ofrecerme debía cumplir dos condiciones: no ser ni demasiado joven ni demasiado pagado de sí mismo: los jóvenes no saben hacerlo, imagínese si, además, son pagados de sí mismo.
-...
-Se está imaginando la escena.
-No, no.
-A las pocas horas el imbécil del hotel me dio la sorpresa del verano. Se presentó con una preciosa muchacha que rondaba los treinta y cinco, y con un joven no tan joven que seguramente ya no cumplía los cuarenta.
-...
-¿Quiere beber algo?
-No, no.
-Hoy mi secretaria no vendrá. No ha acertado con el día. Usted.
-No, no importa. Es decir, no me hubiera importado saludarla, pero
-Le falta imaginación, joven. La imaginación es necesaria para prever y prevenirse del futuro.
-...
-Olvídese de lo que acaba de oír, no es más que una frase enigmática sin sentido alguno y dicha a destiempo.
-No crea.
-El tipejo del hotel pretendía glosarme las virtudes de cada una de sus ofertas. Para que eligiera. Le pedí amablemente que se fuera. Cuando cerré la puerta en sus narices iba a recitarme los precios, las tarifas. Cuesta creerlo. La elegancia es una condición del alma.
-Página 46 de sus memorias.
-...
-...
-Deje de mover las manos. Hay que aprender a convivir con los silencios. El silencio es el compañero que a todos nos espera.
-Página 102, y lleva usted razón.
-Hacían una bellísima pareja. Después de todo, el tipejo había dado en el clavo, si me permite la expresión.
-Sólo era incompetente en la forma, no en el fondo.
-¿A usted le gusta mirar?
-¿Mirar?
-Sí, mirar.
-Me gusta, sí, me gusta mucho mirar.
-A mí también. Hay ocasiones en las que una debe limitarse a mirar.
-...
-Ella no, pero él había visto alguna de mis películas. Lo noté ni bien comenzó a desnudarla. Y no me pregunte en qué lo noté, por favor joven, no me lo pregunte.

miércoles, 22 de julio de 2009

-Están esperando una respuesta.

-Gratis, pretenden que vaya gratis.
-Es una desconsideración.
-Una desconsideración es que me ofrezcan poco dinero. Esto es un escupitajo en toda mi cara.
-Tal vez debiera dejar que la propuesta se asiente, reflexionar un
-Soy demasiado mayor para reflexionar, joven. Y si me lo permite, es usted demasiado anciano para tener la edad que tiene. Que reflexionen los contables, yo soy una estrella.
-El programa tiene mucha audiencia.
-Y yo muchísima dignidad.
-Comprendo.
-No hay nada más importante que la dignidad. Sin dignidad somos insectos.
-Lleva usted razón.
-Más que un santo. Cualquiera que hubiera leído mis memorias se habría abstenido de hacerme ese ofrecimiento. Pero no leen. Los que trabajan en la tele son como los que ven la tele: no leen. Mucho menos literatura de calidad.
-O sea que ha declinado la invitación.
-¿Declinado? Yo no me he declinado ni para hacerle sexo oral a Toni Curtis, joven.
-Quiero decir que
-Ya sé lo que quiere decir. Mi secretaria está negociando con esos zoquetes. ¡Ethel!
-Es muy guapa su secretaria.
-¿Señora?
-¿Alguna novedad, querida?
-Un reloj. Un reloj valorado en ciento cincuenta euros. Estarían dispuestos a tener ese detalle con
-¿Un reloj? Esa gente es estúpida.
-Dicen que no pueden pagar. Que los otros invitados irán en taxi, que como deferencia hacia usted vendrá a recogerla un coche de producción.
-Sólo faltaría.
-Voy a hacer otra llamada, señora, a ver si arañamos algo mejor.
-Vaya, querida, vaya.
-Parece una secretaria muy eficiente.
-Olvídese, joven, está casada.
-No, si yo no lo decía con niguna intención.
-Ya le he dicho alguna vez que intención es precisamente lo que hay que tener.
-Sí, ya me lo ha dicho alguna vez.
-Supongo que, como poco, vendrían a recogerme en un Mercedes.
-Lo desconozco.
-La elegancia es una condición excluyente: se tiene o no se tiene. Esta gentuza...
-...
-Señora...
-Dime, querida.
-Dos relojes. No están dispuestos a más.
-Necios.
-Están esperando una respuesta.
-Las condiciones.
-Sí, las han aceptado.
-¿Las tres?
-Camerino para usted sola, agua mineral en botella de cristal y zumo de naranja.
-Exprimido.
-Han dicho que sí.
-Gracias, querida.
-¿Entonces irá?
-Me van a oír, vaya si me van oír.
-Veré el programa.
-¡Ethel, querida, prepare el vestido rojo, por favor!
-¡De acuerdo, señora!
-¿Se pondrá el vestido que llevó en Entrañas de hiel?
-Muy bien, joven, veo que ha leído usted mis memorias.
-Son una maravilla.
-¿Ahora que sabe que está casada vendrá menos por aquí?
-...

viernes, 10 de julio de 2009

-Cada día que pasa mi vida me parece más larga.

-Ustedes los jóvenes creen que entre la prehistoria y el momento actual no hay nada. Hay un hueco, un vacío.
-Eso es una exageración, si me lo permite. Tal vez algunos jóvenes.
-Los años cuarenta y los cincuenta han sido mis mejores.
-Lo sé.
-No, usted sólo ha visto mis películas, y no todas.
-Todas.
-No joven, no: sólo ha visto las que se comercializaron. De las privadas, las prohibidas, soy la única espectadora sobreviviente.
-¿Hay películas prohibidas?
-Todos mis amantes han muerto hace tanto tiempo. Los buenos amantes, quiero decir.
-En su autobografía no dice nada de esas películas proh
-Yo nunca me he desnudado en la pantalla gigante. Sólo en camas gigantes. Ay, qué pena que esta frase no se me haya ocurrido antes. ¿Cree que los de la editorial me dejarán meterla en la segunda edición de mis memorias?
-¿Quiere decir que existen imágenes suyas desnuda que nunca se han visto?
-Sólo en camas gigantes.
-...
-Sí, joven. Unas dos horas repartidas a través de veinte años y ocho amantes. Han habido más que ocho, pero sólo hay imágenes de ocho.
-Me deja usted de piedra.
-¿De piedra? Vaya expresión más extraña en boca de un joven. Los cuarenta y los cincuenta han sido mis mejores años. La belleza de mi cuerpo era inconcebible. Por eso les costaba tanto tocarme la primera vez.
-Lo he leído, sí.
-Cada vez recuerdo más y más cosas. ¿Cree que los de la editorial tendrán a bien publicar una segunda parte de mis memorias?
-...
-Cada día que pasa mi vida me parece más larga.
-Esa frase también es buena.
-Bueno, todas las vidas son más largas cada día que pasa.
-Espero que no le parezca una pregunta irrespetuosa, pero
-Ni hablar, joven, ni hablar. Olvídelo. Esas películas sólo tienen una espectadora posible.
-Claro.
-En décadas posteriores también he tenido amantes, no vaya usted a creer. Pero aquellos años... Ustedes los jóvenes desconocen la belleza.
-Tal vez algunos jóvenes.

lunes, 25 de mayo de 2009

-Mi secretaria también está pensando.

-Estoy con el título.
-Ahá.
-Aquí donde me ve, yo de joven era muy guapa.
-No lo dudo.
-Creo que pondré fotos, unas cuantas fotos de mis tiempos mozos. Ay, disculpe: tiempos mozos, qué expresión más horrible.
-A la gente le gusta mucho ver fotos de las antiguas glorias.
-En la editorial me exigen fotos.
-Es bueno para el libro.
-No tengo nada claro el título.
-Es muy importante.
-Mi secretaria también está pensando.
-Si se me ocurre alguno.
-No, si se le ocurre alguno no me lo diga, seguro que me gusta más el suyo que el mío, y no pondré el suyo, como usted comprenderá.
-Bien.
-No es nada personal.
-Entiendo.
-Lo cierto es que usted me caía mejor antes, si me permite que se lo diga, joven.
-¿Antes?
-Sí, antes le tenía un aprecio que, no se ofenda, ya no le tengo.
-¿Antes de qué?
-Lo de antigua gloria no ha sido muy afortunado por su parte.
-Lo siento, no tuve intención...
-Intención es lo que hay que tener, joven.
-Le pido mis más sinceras disculpas.
-Está disculpado, soy muy mayor para no perdonar.
-Créame que...
-Si se le ocurre un título, ni se le ocurra decírmelo, haga el favor.
-No se preocupe.
-Le estoy dando vueltas y seguro que se me ocurre algo. O a mi secretaria.
-Seguro que es un título muy bonito.
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