-Se trata de una especie de monólogo.
-Qué interesante.
-Un desvarío. Es un director joven. Un debutante. Los jóvenes debutan. Lamentablemente no pueden librarse de hacer algo por primera vez. Después, todo es, como mucho, por segunda vez.
-...
-Pretende que me pregunte en voz alta, que hable estúpidamente sola, en la soledad de mi habitación barroca, que es donde se supone que las actrices ancianas viven después de los setenta. Mi cama con donceles corroídos. Reflexionando en voz alta, diciéndoselo a nadie, preguntándome si el tiempo pasa o se queda.
-Qué interesante.
-Joven, por favor, no repita lo interesante que le parece la memez de escena que me han propuesto.
-Si no entiendo mal, usted haría de usted.
-Hacer de uno mismo sin resultar patético es un desafío que los actores suelen perder.
-Tómeselo como un homenaje en vida.
-¿En vida?
-Quiero decir que es bueno que una gloria como usted sea reconocida como tal mientras aún
-Puedo permitirme el lujo de decir que no. Siempre podré hacerlo. Aun agonizante podré negarme. Tengo setenta y cinco años y aún muchas erratas por cometer. Si me permite que se lo diga, joven.
-Por supuesto. No quisiera que me malinterpretara.
-Entre mis piernas se ha alojado lo más alto de los barrios bajos y lo más bajo de los barrios altos.
-...
-Ya sé que no viene a cuento. Simplemente se me acaba de ocurrir. Bueno, anoche. Y como usted suele apuntar lo que digo...
-¿Podría repetírmela?
-Entre mis piernas se ha alojado lo más alto de los barrios bajos y lo más bajo de los barrios altos.
-Es muy buena.
-Sí, sigo siendo muy buena en la cama.
-No, perdón, quiero decir la frase. Debería haberla incluído en su libro de memorias.
-Prefiero olvidar mis memorias, así como mis admiradores me han olvidado. O muerto.
-Paciencia. Hay libros que necesitan tiempo.
-Si algo tiene la autobiografía de una actriz de mi edad, es tiempo.
-Está usted sembrada.
-Será la muerte de mi gata, que me ha dejado una melancolía inspiradora antes de irse.
-¿Su gata ha muerto?
-Por eso mi secretaria no está. Ha ido a llevarla al veterinario. Ellos se encargan de deshacerse del cuerpo. No sé qué harán con él. ¿Por qué nunca pregunta por ella?
-Pues... no lo sé. Supongo que al estar casi siempre oculta, su gata
-Por mi secretaria, joven, ¿por qué nunca pregunta por mi secretaria?
-Pues...
-Su interés por ella es evidente. Tan evidente como su torpeza.
-Mi sentido pésame.
-Bobadas. Vivió muchos años. Fue serenamente feliz.
-De todos modos, lo siento.
-Ella volverá en una media hora. No hace falta que hablemos, mientras tanto.
-Bien.
-Tal vez si el director cambiara el texo, si me hiciera decir algo que valiera la pena, si comprendiera lo grande que soy, le diría que sí.
No sé quién lo decía, quizá un japonés, bueno, no importa, el caso es que, mientras leía esta escena -porque se ve-, me acordé de algo que apunté una vez: "Hay que hablarle al oído como si fuera un ojo". No sé si era esto exactamente, pero era esto exactamente lo que me vino a la cabeza, porque veía a la actriz, al director novel, a la secretaria, al gato e incluso al veterinario. Y claro, al interlocutor enamorado. En fin, será la elocuencia de los signos de puntuación...
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