-Gratis, pretenden que vaya gratis.
-Es una desconsideración.
-Una desconsideración es que me ofrezcan poco dinero. Esto es un escupitajo en toda mi cara.
-Tal vez debiera dejar que la propuesta se asiente, reflexionar un
-Soy demasiado mayor para reflexionar, joven. Y si me lo permite, es usted demasiado anciano para tener la edad que tiene. Que reflexionen los contables, yo soy una estrella.
-El programa tiene mucha audiencia.
-Y yo muchísima dignidad.
-Comprendo.
-No hay nada más importante que la dignidad. Sin dignidad somos insectos.
-Lleva usted razón.
-Más que un santo. Cualquiera que hubiera leído mis memorias se habría abstenido de hacerme ese ofrecimiento. Pero no leen. Los que trabajan en la tele son como los que ven la tele: no leen. Mucho menos literatura de calidad.
-O sea que ha declinado la invitación.
-¿Declinado? Yo no me he declinado ni para hacerle sexo oral a Toni Curtis, joven.
-Quiero decir que
-Ya sé lo que quiere decir. Mi secretaria está negociando con esos zoquetes. ¡Ethel!
-Es muy guapa su secretaria.
-¿Señora?
-¿Alguna novedad, querida?
-Un reloj. Un reloj valorado en ciento cincuenta euros. Estarían dispuestos a tener ese detalle con
-¿Un reloj? Esa gente es estúpida.
-Dicen que no pueden pagar. Que los otros invitados irán en taxi, que como deferencia hacia usted vendrá a recogerla un coche de producción.
-Sólo faltaría.
-Voy a hacer otra llamada, señora, a ver si arañamos algo mejor.
-Vaya, querida, vaya.
-Parece una secretaria muy eficiente.
-Olvídese, joven, está casada.
-No, si yo no lo decía con niguna intención.
-Ya le he dicho alguna vez que intención es precisamente lo que hay que tener.
-Sí, ya me lo ha dicho alguna vez.
-Supongo que, como poco, vendrían a recogerme en un Mercedes.
-Lo desconozco.
-La elegancia es una condición excluyente: se tiene o no se tiene. Esta gentuza...
-...
-Señora...
-Dime, querida.
-Dos relojes. No están dispuestos a más.
-Necios.
-Están esperando una respuesta.
-Las condiciones.
-Sí, las han aceptado.
-¿Las tres?
-Camerino para usted sola, agua mineral en botella de cristal y zumo de naranja.
-Exprimido.
-Han dicho que sí.
-Gracias, querida.
-¿Entonces irá?
-Me van a oír, vaya si me van oír.
-Veré el programa.
-¡Ethel, querida, prepare el vestido rojo, por favor!
-¡De acuerdo, señora!
-¿Se pondrá el vestido que llevó en Entrañas de hiel?
-Muy bien, joven, veo que ha leído usted mis memorias.
-Son una maravilla.
-¿Ahora que sabe que está casada vendrá menos por aquí?
-...
-Es una desconsideración.
-Una desconsideración es que me ofrezcan poco dinero. Esto es un escupitajo en toda mi cara.
-Tal vez debiera dejar que la propuesta se asiente, reflexionar un
-Soy demasiado mayor para reflexionar, joven. Y si me lo permite, es usted demasiado anciano para tener la edad que tiene. Que reflexionen los contables, yo soy una estrella.
-El programa tiene mucha audiencia.
-Y yo muchísima dignidad.
-Comprendo.
-No hay nada más importante que la dignidad. Sin dignidad somos insectos.
-Lleva usted razón.
-Más que un santo. Cualquiera que hubiera leído mis memorias se habría abstenido de hacerme ese ofrecimiento. Pero no leen. Los que trabajan en la tele son como los que ven la tele: no leen. Mucho menos literatura de calidad.
-O sea que ha declinado la invitación.
-¿Declinado? Yo no me he declinado ni para hacerle sexo oral a Toni Curtis, joven.
-Quiero decir que
-Ya sé lo que quiere decir. Mi secretaria está negociando con esos zoquetes. ¡Ethel!
-Es muy guapa su secretaria.
-¿Señora?
-¿Alguna novedad, querida?
-Un reloj. Un reloj valorado en ciento cincuenta euros. Estarían dispuestos a tener ese detalle con
-¿Un reloj? Esa gente es estúpida.
-Dicen que no pueden pagar. Que los otros invitados irán en taxi, que como deferencia hacia usted vendrá a recogerla un coche de producción.
-Sólo faltaría.
-Voy a hacer otra llamada, señora, a ver si arañamos algo mejor.
-Vaya, querida, vaya.
-Parece una secretaria muy eficiente.
-Olvídese, joven, está casada.
-No, si yo no lo decía con niguna intención.
-Ya le he dicho alguna vez que intención es precisamente lo que hay que tener.
-Sí, ya me lo ha dicho alguna vez.
-Supongo que, como poco, vendrían a recogerme en un Mercedes.
-Lo desconozco.
-La elegancia es una condición excluyente: se tiene o no se tiene. Esta gentuza...
-...
-Señora...
-Dime, querida.
-Dos relojes. No están dispuestos a más.
-Necios.
-Están esperando una respuesta.
-Las condiciones.
-Sí, las han aceptado.
-¿Las tres?
-Camerino para usted sola, agua mineral en botella de cristal y zumo de naranja.
-Exprimido.
-Han dicho que sí.
-Gracias, querida.
-¿Entonces irá?
-Me van a oír, vaya si me van oír.
-Veré el programa.
-¡Ethel, querida, prepare el vestido rojo, por favor!
-¡De acuerdo, señora!
-¿Se pondrá el vestido que llevó en Entrañas de hiel?
-Muy bien, joven, veo que ha leído usted mis memorias.
-Son una maravilla.
-¿Ahora que sabe que está casada vendrá menos por aquí?
-...
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