-El nadador parece estar hecho un mar de dudas. Sabe que uno no se baña dos veces en la misma piscina. Por eso no deja de entrar en sucesivas albercas que forman el río que Heráclito -que no vivía en un barrio acomodado de las afueras- y constructores y arquitectos del sueño americano –y de la siesta española- han trazado para él.
-¿Qué será lo que busca el nadador que no para de nadar?
-No parar de nadar. Eso busca. Porque sabe –lo sabe desde que se lanzara a las aguas de la primera piscina- que cuando salga del último de los estanques de la decadencia y llame a las puertas de su casa, nada –de nadar en la nada- de lo que había entonces saldrá a su encuentro.
-A mí me parece que Cheever está sobrevalorado.
Hay que tenerle miedo a las ideas metaforicas! (Hablo de Cheever, naturalmente)
ResponderEliminarSin metáforas no hay nada. Ni dibujos, ni ficción, ni amor, ni odio.
ResponderEliminarYa te puedes imaginar cuánto me gustó esta entrada, esa bella botadura del barquito de Cheever en el río de los cuentos, esa corriente que nos arrastra desde la noche de los tiempos. Tienes razón, sin metáforas... Qué haríamos sin etáforas.
ResponderEliminarUn saludo