-¿Cómo lo haces?
-No hay método. Me siento y empiezo.
-A veces se nota que no hay método.
-Bien.
-A veces no se nota demasiado, lo que no quiere decir que me guste.
-Te comprendo. Ahora, por ejemplo, se puede apreciar que estoy tanteando, como caminando en penumbras: quiero encontrar el camino, y al mismo tiempo, procuro no golpearme la cabeza contra algún escollo. Dura unas cuantas líneas.
-Se nota, sí.
-Lo notas porque acabo de decírtelo, si no, no te enterarías.
-No subestimes mi capacidad de ver la telaraña casi imperceptible en la que entretejes lo que escribes.
-Lo de telaraña casi imperceptible, perdona que te lo diga, es...
-Claro, pero si se te hubiera ocurrido a ti y lo leyera en tu blog, te inquietaría un poco que no te dijera que me ha gustado.
-Puede ser.
-...
-Poco futuro parece tener este diálogo.
-Tira de método. Ah, claro, que no tienes.
-Monólogos. Se me dan bien. Debería probar con los monólogos.
-Cabrón.
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