-¿Sabes de dónde viene lo de Síndrome de Estocolmo?
-Sí, unos rehenes en un atraco a un banco de Estocolmo. Tres mujeres y un hombre. Estuvieron cinco días. Cuando todo acabó, se
-Claro, cómo no vas a saberlo. Eres un profesional.
-Lo soy, sí.
-Nunca estuve en Estocolmo.
-Eres joven.
-¿Dónde estamos?
-¿Qué?
-¿En qué ciudad?
-No me preguntes eso.
-¿Qué importa que me entere de que estamos en tal o cuál sitio?
-Todo importa.
-¿Cuántos días llevo aquí?
-Por favor, Elena.
-¿Estás casado?
-No lo estás haciendo bien.
-Tú tampoco. Y eso que no dejo de recordarte lo que deberías hacerme. Eres un carcelero lamentable.
-Todo acabará muy pronto.
-No te confundas conmigo.
-No me confundo. Te comprendo.
-No me comprendas, tampoco. No sé si aquí, entre nosotros, está entrando a jugar algún síndrome. Pero el de Estocolmo, ni lo sueñes.
-Lo sé. No te preocupes.
-No me preocupo. Preocúpate tú si sientes que en esta habitación crees haber encontrado algo que te faltaba.
-Soy un profesional. No temas.
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