-A mí sólo me pega mi marido.
-Es una frase demasiado jodida. Empieza por contar otra cosa, y si eso, ya la cuelas promediando el relato. Esas cosas que haces, y que hacen creer a algunos -entre ellos a ti mismo- que eres bueno escribiendo diálogos.
-A mí sólo me pega mi marido.
-Y dale.
-La escuché yo. En su habitación. Me la dijo a mí. Mientras volteaba la foto de la mesilla -parte del ritual-. Te lo juro.
-¿Ibas a pegarle?
-No, idiota. Fue una advertencia. Por si se me ocurría. Una especie de declaración previa. Un preámbulo. Un aviso antes de empezar a quitarse la ropa.
-Pobre mujer.
-Eso pensé. Pobre mujer.
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