-El boxeador tenía por mote El Intocable. Bajaba la guardia. Las manos sobre los muslos. O a las espaldas. Ofreciendo su cabeza. Los rivales no daban con ella. Los exponía al ridículo. Solían quedar como peleles. Como torpes atletas del desacompasamiento. No bailaba como Alí, aún siendo un peso welter. Se desplazaba poco. Sólo su cintura, su cabeza iba y venía huyendo de golpes que dejaban en el aire fugaces líneas cinéticas. Como en una viñeta de cómic. Acabo de volver a ver retazos de sus peleas en Youtube, y de comprobar que la mitificación continúa teniendo su irreprochable correspondencia con la realidad de aquel entonces. Fue campeón mundial. El doce de diciembre –el día que yo cumplía seis años- del ’68. Dicen que antes de la pelea se quedó dormido mientras le daban un masaje. Lo despertaron para subir a pelear. Después de nueve rounds, el rival japonés, desquiciado, desistió de seguir tirando zarpazos a la nada circundante. Defendió cinco o seis veces el título. Hasta que uno sí que encontró su cara. Su última pelea antes de retirarse fue una velada patética en un hotel de Bariloche –recuerdo haberla visto por la tele. Mientras él peleaba contra no sé quién -un paquete cómodo- la gente cenaba en mesas dispuestas alrededor del ring. Se hicieron chistes con las gotitas de sudor regando los platos de los comensales.
-Un juguete roto.
-No diría tanto.
-Un juguete roto, me encanta esa expresión.
-Nunca estuvo en la indigencia. Recuerdo una entrevista en la revista Goles. Vagamente. Tenía una mueblería. No se había convertido en un empresario más o menos exitoso. Eso sí. No tenía por qué, claro. La guita que había ganado la fue perdiendo en negocios volátiles. Más tarde leí que le habían asignado una subvención. No sé si vitalicia.
-Pues ya me dirás si eso no es un juguete roto.
-Recuerdo que se le entendía con mucho esfuerzo. Parecía como si jamás se quitara el protector bucal. Era de respuestas cortas. No creo que reflejo de una inteligencia corta. (¿Sus reflejos en el ring eran muestra de una cierta forma de inteligencia, o una inequívoca expresión instintiva?) Tenía fanáticos desatados. Otros lo criticaban porque le faltaba pegada. Porque interpretaba el boxeo de un modo “femenino”. Como si un torero utilizara el estoque sólo para rascarse la espalda. Evitaba las carnicerías. Chico Novarro incluyó un verso delicioso en una de sus canciones, una especie de tango más o menos moderno: Total esta noche, minga de yirar/que hoy pelea Loche en el Luna Park.
-Minga de yirar se podría traducir como paso de perder el tiempo por ahí.
-Algo así. Del gimnasio, cuando no le quedaba más remedio, entraba y salía arrastrando los pies. Nunca dejó de fumar. Murió en el 2005. Yo era fanático de El Intocable.
-Siempre te han gustado los juguetes rotos.
-Pesado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario