-Lo peor eran las noches, porque la culpa dormía por el día. Durante casi dos años estuve perdiendo el tiempo por las calles en lugar de ir al colegio. Había repetido primer año y se lo oculté a mis padres. Ellos creían que había pasado a segundo. Confiaban. Y después creyeron que había pasado a tercero. Ciegamente. Aún no había aprobado primero.
-¿Qué hacías?-Nada reprobable. Mentir. Caminar. Descansar. Tomar un café. Pasar calor y frío. Temer. Cambiar de barrio. No alejarme demasiado de casa. Perder el tiempo.
-Qué extraño.
-Sí perder el tiempo es una extraña expresión. Durante ese tiempo aprendí que perder el tiempo es una extraña expresión.
-¿Cómo acabó la historia?
-No acabó. Pasó tanto tiempo. Y pasó de tan extraño modo.
-No acabo de comprender.
-Ni yo.
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