-¿Cuántos hemos quedado?
-Tal vez habría que plantear la pregunta de otra manera.
-No, así está bien. De los que éramos, cuántos quedamos. Creo que me entiendes.
-Te entiendo, sólo que creo que hay algunos que no están con nosotros, se han alejado, pero tampoco podríamos decir que se hayan ido.
-Tú y yo seguimos, ¿no?
-Es evidente que sí. Si algunos siguen juntos somos nosotros.
-A ti, cada tanto, te llama ella.
-Sí, me llama, pero últimamente ni lo cojo.
-Pero te sigue llamando.
-No quisiera sacar el tema, pero si uno de nosotros dos mantuvo durante mucho tiempo el vínculo con alguno de nuestros, digamos, amigos, has sido tú.
-Eso se acabó.
-No es un reproche. No me interpretes mal. El problema es que los recuerdos nunca pierden el sentido de la vista.
-Tanquilo.
-Por eso te decía que tal vez la pregunta no es fácil de formular. Somos un grupo, un grupo cuyos componentes se mezclaron de modos extraños, perversos incluso, dando lugar a
-Tampoco te pongas así.
-Intento analizar lo que ocurrió con este grupo de amigos.
-Siempre sospeché que tú y
-Eso ya lo hablamos, lo aclaramos, me creíste.
-Te creo, te sigo creyendo, son simples celos, supongo, eso que dices del sentido de la vista de los recuerdos. Ella era tan guapa. O es tan guapa.
-Pero nunca pasó nada.
-Nada más que el beso. Vale.
-Siguen estando por ahí, ¿no?
-No, yo he olvidado completamente a los que, a la persona con quien tuve algo antes de tener algo contigo.
-Habla tranquilamente. Puedes decir las cosas sin usar la fórmula "la persona con quien tuve algo".
-Odio cuando haces ese gesto de "comillas" con las manos.
-Perdona. Quiero decir que no hace falta que tomes precauciones: todos sabemos de quién hablamos cuando no utilizamos su nombre propio, ¿no?
-Yo sé de quién callas.
-Por favor, seamos serios.
-Perdona, celos.
-No tienes motivos.
-Lo sé, ni tú.
-También lo sé.
-Entonces no queda nadie, se puede decir que de todos ellos y de todas ellas no queda nadie.
-Aunque queden, por ahí, con sus mensajes de correo, sus móviles y sus inevitables conexiones familiares.
-Deja a mi hermana en paz.
-Puedes atender sus llamadas, no pasa nada, todos estamos ya en otro nivel.
-Desde luego que sí, aquello, aquella amistad ya es otra cosa.
-Por supuesto.
-Mi amor: ya somos mayores como para comprender que ninguno de nosotros estuvo sólo en manos de una única persona.
-¿Puedes repetir eso lentamente?
-Claro que puedo.
-No, así está bien. De los que éramos, cuántos quedamos. Creo que me entiendes.
-Te entiendo, sólo que creo que hay algunos que no están con nosotros, se han alejado, pero tampoco podríamos decir que se hayan ido.
-Tú y yo seguimos, ¿no?
-Es evidente que sí. Si algunos siguen juntos somos nosotros.
-A ti, cada tanto, te llama ella.
-Sí, me llama, pero últimamente ni lo cojo.
-Pero te sigue llamando.
-No quisiera sacar el tema, pero si uno de nosotros dos mantuvo durante mucho tiempo el vínculo con alguno de nuestros, digamos, amigos, has sido tú.
-Eso se acabó.
-No es un reproche. No me interpretes mal. El problema es que los recuerdos nunca pierden el sentido de la vista.
-Tanquilo.
-Por eso te decía que tal vez la pregunta no es fácil de formular. Somos un grupo, un grupo cuyos componentes se mezclaron de modos extraños, perversos incluso, dando lugar a
-Tampoco te pongas así.
-Intento analizar lo que ocurrió con este grupo de amigos.
-Siempre sospeché que tú y
-Eso ya lo hablamos, lo aclaramos, me creíste.
-Te creo, te sigo creyendo, son simples celos, supongo, eso que dices del sentido de la vista de los recuerdos. Ella era tan guapa. O es tan guapa.
-Pero nunca pasó nada.
-Nada más que el beso. Vale.
-Siguen estando por ahí, ¿no?
-No, yo he olvidado completamente a los que, a la persona con quien tuve algo antes de tener algo contigo.
-Habla tranquilamente. Puedes decir las cosas sin usar la fórmula "la persona con quien tuve algo".
-Odio cuando haces ese gesto de "comillas" con las manos.
-Perdona. Quiero decir que no hace falta que tomes precauciones: todos sabemos de quién hablamos cuando no utilizamos su nombre propio, ¿no?
-Yo sé de quién callas.
-Por favor, seamos serios.
-Perdona, celos.
-No tienes motivos.
-Lo sé, ni tú.
-También lo sé.
-Entonces no queda nadie, se puede decir que de todos ellos y de todas ellas no queda nadie.
-Aunque queden, por ahí, con sus mensajes de correo, sus móviles y sus inevitables conexiones familiares.
-Deja a mi hermana en paz.
-Puedes atender sus llamadas, no pasa nada, todos estamos ya en otro nivel.
-Desde luego que sí, aquello, aquella amistad ya es otra cosa.
-Por supuesto.
-Mi amor: ya somos mayores como para comprender que ninguno de nosotros estuvo sólo en manos de una única persona.
-¿Puedes repetir eso lentamente?
-Claro que puedo.
Gracias.
ResponderEliminarLeyéndote se me avivan las ganas de escribir.
Releyéndote se me avivan las ganas de dialogar.
Volviendo sobre tus textos se me avivan las ganas de volver... con la frente inevitablemente marchita.
.-)
20 de abril del 90, de celtas cortos...
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