-Cualquiera que tenga un perro, un gato, un canario, o una pitón no ha de extrañarse de que los humanos les hablemos a los animales. Sin esperar respuesta. Bueno, todos esos bichos te miran, y uno cree que nos dicen cosas. Traducimos a nuestro placer. Traductor-traidor.
-A mí la gente que le habla a las plantas, francamente.
-Esa es gente que no espera una respuesta. O espera una respuesta a medio plazo: que la plantita crezca sana, por ejemplo, que responda de ese modo a las palabras del dueño, transformando su monólogo en una forma de diálogo.
-A mí las plantas se me mueren. Es porque no creo en ellas.
-A mí se me mueren los perros. Tuve una perrita, hace un montón de años. Le salió algo, un tumor, y tuvieron que matarla de una inyección. Lloré menos de lo previsto. Más tarde tuve otro perrito, no era mío, lo heredé de una relación, era su perro, un perro horrible, feo, histérico, insoportable: un perro de mierda.
-Te lo cargaste de tanto odiarlo.
-Lo atropelló un coche que yo no conducía, pero desde entonces cobré consciencia del poder del pensamiento.
-¿Y tu novia?
-Nuestra relación no sobrevivió a la muerte de su perro. Afortunadamente: con la culpa que sobrellevaba por haber pisado telepáticamente el acelerador, yo no hubiera sido capaz de cortar.
-Hay que tener plantas en las que no creas. Es lo mejor.
jeje.
ResponderEliminarPablo T.
Me gusta hacerte reir.
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