lunes, 30 de enero de 2012

-De un planeta lejano.

-Pero... ¿qué te has hecho en el pelo?
-No quiero ser la típica rubia que entra al despacho del detective para dar comienzo a la trama.
-¿Las morenas también pueden hacer eso por un relato negro?
-Calla, no pierdas el tiempo, que tu secretaria cada vez tarda menos en almorzar.
-Llámame sentimental, pero antes de que te quites la falda me gustaría que me besaras, rubia.
-...
-...
-Puedes seguir.
-Ayúdame a dejar atrás a la que era.
-No volveré a llamarte rubia. No sé si puedo hacer algo más.
-Gracias.
-Haré como si no me importara que pretendas ser una morena artificial.
-¿Sábes de dónde viene eso de monte de venus?
-De un planeta lejano.
-¿Te gusta cómo me ha quedado?
-Es inquietante.
-Más inquietante es ser morena arriba y rubia abajo.
-¿Sí?
-Deja de mirármelo. Ven.
-...
-No temas, sabe igual que siempre.
-Eso lo tendré que decir yo, morena.
-Date prisa. Tu secretaria...
-...
-no tardará...
-...
-en llegar...


jueves, 26 de enero de 2012

Mi hermana.

-Tercera casa desconocida que visitaba por primera vez esa semana. Sus ligues nunca acaban en la casa de ella. No le inquieta su promiscuidad. Conoce íntimamente hombres y casas. Se considera una aventurera. El sexo le gusta, pero interpretar cómo vive la gente le gustaba tanto o más. Los episodios lésbicos que vive esporádicamente -dice que las mujeres a ella...-  son igualmente propiciados por el interés que le despiertan las casas de los otros. Quiere saber también cómo son las de las otras. Cuando le preguntas si es necesario acabar en la cama, el sofá o el suelo de la casa que dice pretender conocer, no sabe qué contestar, y cada vez te da una respuesta diferente. La tercera casa estaba plagada de cactus. Los había de todas las clases y tamaños. En el dormitorio donde acabó con el tipo había uno enorme. El cactus la distrajo durante largos minutos. Pero él no pareció percatarse. Ella tampoco. Durante el cigarrillo que sólo ella fumó, hablaron acerca de los cáctus. Él dijo que ya estaban en el piso cuando lo alquiló. Le gustaban mucho a la novia que ya no tenía y con la que se había mudado. Ella, cuando ya se había hecho una idea cabal de la casa y del tipo, dejó la casa de madrugada. Nunca se queda a dormir. Todo el proceso había sido bastante desangelado. La mecánica del ligue propiamente dicho. El bar. El sexo. La casa. Sólo se llevó un bonito recuerdo de esa noche. Este cactus que es lo primero que ahora ves cuando entras en su casa.  Una casa a la que probablemente nunca entres. Mi hermana es una mujer bastante extraña. Se acuesta con alarmante frecuencia con desconocidos. Le gustan las casas de los demás y las plantas. A veces la aborrezco. Siempre después de certificar el matiz incestuoso de nuestra relación. No me deja fumar en su casa. Mucho menos en su habitación. Dice que no es bueno para ningún ser vivo respirar el aire viciado. Sé que, sobre todo, lo dice pensando en sus plantitas. Me echa enseguida. Siempre dice que ha quedado, que tiene que cambiarse, que llega tarde. En realidad, sabe que quedará, pero cuando lo vaticina, aún no sabe con qué desconocido. No es agradable tener una hermana tan pero tan puta.

martes, 24 de enero de 2012

142.

-Hizo el amor tres veces en la 142. Después, hizo el crimen. Sólo una vez. Las matemáticas del amor y la muerte. La culpa apareció oculta bajo una cifra indescifrable en el avión que lo llevaba de regreso. O lo traía al exilio. Tal vez la cara de la azafata tecleó el número que escondía la palabra a-n-o-c-h-e. Los ojos de la azafata. Él no veía la hora de llegar. No la veía por ninguna parte. Tal vez la hora de llegar había quedado olvidada en la habitación del hotel. Seguramente, una de las chicas que limpian -o uno de los forenses que limpian- ya la habrían encontrado. Y se la había quedado. Lo que para unos es ocultación de pruebas, para otros es un adornito para la mesilla de noche. 
-La mujer del asiento de al lado, la del 7B, pensando lo siguiente: Los hoteles me excitan. Tantas horas del día fuera del hotel, tantas horas con la idea caliente de volver para volver a hacerlo. Todo el tiempo preguntándome por qué he venido sola hasta aquí. Me caldean sobremanera las habitaciones de hotel. Lo hago mal. Lo hago sola. ¿Qué mira este tío?
-Hizo el amor tres veces en la 142 y ahora va a pedirse el segundo whisky. Las gradaciones de la temperatura y el alcohol.
-La mujer del asiento de al lado coge la revista de Iberia. No tiene ningún interés en hojearla. Es una especie de acto reflejo tendente a abandonar la idea de que lo ha hecho todo mal y acabará peor porque si en algo confía es en su poder de seducción. Piensa lo siguiente: Mi vida es una mierda. ¿Qué coño hago yo intentando ligar con un borracho. Iremos a un hotel. Me excitan.
-Hizo el amor tres veces en la 142 y sonríe a la azafata antes de abrir la boca para decir esta boca es mía. Y calla para siempre, porque sabe que cualquier cosa que diga, después de decir Un whisky, podrá ser usada en su contra en el juicio final. 
-La mujer del asiento de al lado mira su reloj y no ve la hora. Antes de retirarse, la azafata le pregunta a la 7B si necesita algo con una sonrisa que dibuja una puerta. La mujer la mira a los ojos y le contesta abriendo la puerta en silencio.
-Antes de entrar, los tres miran el número de la puerta. Él sonríe para sus afueras.

martes, 17 de enero de 2012

-Copenhague.

-Hay un par de fotos, de las muchas que ha hecho la pareja viajera, en las que no sale ninguna bicicleta.
-Como en España no se come en ninguna parte. Pero como en Copenhague tampoco.
-La pareja viajera elige al azar un restaurante. Lo creen italiano. Con encanto -esto no lo creen, es evidente-. Vuelven la noche siguiente. Siguen creyéndolo italiano.  Hasta que Carmen pregunta por qué creen que es italiano. No lo es. Es un encantador restaurante de comida tradicional danesa. La comida tradicional danesa vete a saber tú lo que tiene de italiana.
-Los mantelitos eran de cuadros rojos y blancos. Eso pudo haber llamado a confusión. A confuzzione.
-La última noche fueron a otro restaurante -las noches anteriores también cenaron, ¿eh?- de similares características del que durante un par de días creyeron italiano. Esta vez no se dejan engañar por ellos mismos. Y eso a pesar de que los manteles también resultan ser de cuadrados rojos y blancos. Es un antiquísimo restaurante de cocina tradicional danesa. Estupendo.
-En las tiendas de souvenirs, extrañamente, no vieron manteles de cuadrados rojos y blancos. Tan de Copenhague, al parecer.
-Cenaron el 31 de diciembre en un bistró francés -enseguida supieron que no era una cantina italiana-. Un lugar encantador. Manteles blancos -o tal vez de cuadrados blancos combinados con cuadrados blancos, hecho que hacía imposible distinguir los cuadraditos-. Cena deliciosa que incluia, entre otros manjares, un plato de foie con carpaccio de algo similar a vieiras que las glándulas salivales de la pareja aún rememoran babeantes.  
-Bebieron dos (2) botellas de vino francés -sí, especifico utilizando una generalización, que es como aclarar Bebimos un vino español. ¿Matarromera? ¿Don Simón? ¿Reserva o crianza?- creyendo, hasta el final de la larga cena, que el precio del vino era el que era, y no el doble de lo que creían que era. El error fue propiciado -aducen chisposos- por una equívoca disposición tipográfica en la carta al leer los precios. Riquísimo el vino. Francés. Así, en general.
-Siempre tuvieron claro que no era italiano.  
-Penumbra en los restaurantes. En los bares. Muchos libros decorándolos, antiguos, verdaderos, en estanterias a las que acceder desde las mesas. Velas, velas... Penumbra en la calles de la tarde. Oscuridad en las calles nocturnas. Es decir, a partir de las cinco de la tarde. Calles en las que puedes escuchar tus pasos. Gusto por lo nórdico confirmado. Seguridad. Tranquilidad. Amabilidad.
-Tal vez Copenhague sea menos evidentemente bonita que Estocolmo, pero a la pareja viajera le ha gustado tanto como Estocolmo.
-Aunque no lo parezca han hecho más cosas que comer y beber.
-¿Caro?
-Sí.

Fotografía de Carmen Díaz
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