viernes, 29 de octubre de 2010

-Y sin embargo.

-Vestía ropa de zorrita. Tenía la boquita húmeda de lascivia. Te miraba como una niñita que supiera sacarte lo que quisiera de los adentros más inaccesibles. Y sabía. Andaba con ese contoneo hecho de sutilísimos saltitos que no llegaban a ser del todo saltitos. Su cuerpo era forma y consistencia perfectamente equilibradas, es decir, llevadas exactamente hasta el límite, al milímetro, al gramo previo al desbordamiento total, a la catástrofe humanitaria. Todo lo tenía ceñido, estrecho, pequeñito, para jugar a que no podrías pasar por allí. Y también tú podías. En cuanto te acercabas, eso que parecía un casi inapreciable puntito nego se transformaba en un túnel negro en el que ennegrecerse por completo. Hacía el amor como, no hacía el amor, follaba como si acabara de aprender, como si aún llevara la L, como una alumna que quisiera impresionarte. Si preferías instalarte en lo tibio se encargaba de no sobrepasar los 30º. Pero también, si lo preferías -si ella hacía que lo prefirieras- podías pasar de lo glacial a la temperatura adecuada para malear el acero sin estaciones intermedias. Toda ella invitaba al diminutivo soez, promiscuo, bajo, golfo, despectivo, vulgar. Era la mujer que ninguna madre querría para su hija. Ni yo querría para mí. Nunca rompió un plato, sólo los ensuciaba. Y ese modo aterrador de entristecerme que tenían sus ojitos pidiéndome que no me ponga triste. Era la mejor de las peores. Me sacaba de quicio.
-Y sin embargo.
-¡Dios, cuánto la quise!
-Y qué mal.

sábado, 23 de octubre de 2010

-Sigue.

-Era la casa. Lo supe cuando salí para no volver. Comprendí que durante los previos meses de inercia, ella había desplegado una actividad frenética. Ya había comenzado mi mudanza. Lo supe después. Era la casa la que comenzaba a echarme. Sigue.
-No los habitantes de la casa. No ella. Ni yo. Ella, un encanto. Un encanto sibilino pero un encanto. Yo, un mueble bello. Bello de ver y de utilizar. Como el sofá que se hace favorito. Yo era su sofá favorito. Algo de lo que no quieres desprenderte. Tenía para ella un valor sentimental. Y semental. Fue la casa. Ni ella ni yo, ni el niño que llegó. Sigue.
-Cuánto quería yo a ese pequeño. Lo quise antes de ser pequeño. Creo que aún hoy que ha cumplido ya los cincuenta, lo sigo queriendo. Lo quiero más. Porque hay recuerdos que se hacen querer más intensamente cuando ya nada puedes hacer por ellos. No fue el niño, ni el adolescente. La que me echó fue la casa. A él, la última vez que lo vi fue de un modo fugaz, como una ráfaga de jean frente a la puerta de nuestro dormitorio, no dejándose enmarcar por el vano de la puerta. Ya se sabe, la típica rebeldia adolescente. Sigue.
-Su última carta la recibí hace diez años. Llena de rencor. Mantenía -y tal vez sea digno de elogio- aquél rencor juvenil que sigue dando de comer a mi recuerdo. Cuánto quise a aquel niño. Se notaba, en las letras, en las frases, en la caligrafía y hasta en la ortografía. Se percibía, aún ciego, que aquel niño aquel joven ese hombre vivió y vive convencido de que no fue la casa la que me echó de la casa. Él cree creer que de algún modo inconsciente o mágico, ha sido quien me echó. Sigue.
-Los años de deambular por la isla -tan cerca y tan lejos a un tiempo de la casa que me vió nacer, que vió nacer el amor y vio nacer a mi hijo- fueron terribles algunas noches y bellos algunas tardes. No tenía las llaves de la casa y eso, para bien o para mal, me liberaba de todo bien pero también de todo mal. Aprendí a vivir sin mi casa. Sigue.
-Sigue tú. Odio trabajar en equipo.
-Ella, ella, hay que decir que ella nunca me olvidó. Que es decir bien poco de ella y de mí.  
-¿Ella es la casa o es ella?
-No has querido seguir, no hagas preguntas.
-Sigo.
-Sigue.
-La isla sigue siendo una isla preciosa, aunque sólo las horas de los días que la niebla tiene a bien levantar los párpados. Se cree y no se cree que la casa permanece en pie y sus antiguos moradores son más antiguos cada minuto que pasa, cada recuerdo que se demora, cada vendaval que arrasa. Puedo verlos desde aquí atravesar, fugaces y lentos a un tiempo, el marco de las ventanas de la habitación, del salón, de las noches. Puedo verlos, pero evito hacerlo. Sigue.


domingo, 17 de octubre de 2010

-Eiti.

-Nombre.
-Eiti.
-Apellido.
-Leda.
-¿A qué se dedica?
-Esa pregunta es de cuestionario.
-No menosprecie mi trabajo.
-Con su pregunta está menospreciando el mío. Mi labor.
-Puede negarse a responder. Este no es un interrogstorio personal. Las respuestas, o la falta de respuestas, no tendrán consecuencias para usted. Ni para mí.
-Es usted quien menosprecia su trabajo, entonces.
-Tampoco es necesario que se esfuerce por resultar original o ingeniosa cada vez que abra la boca.
-Sólo intento comprender qué sentido tiene perder mi tiempo hablando aquí con usted.
-Desconozco el sentido que tiene para usted, para mí no es más que un trabajo que debo acabar antes de las cinco.
-Hago labores difusas. Influyo subrepticiamente. Convenzo de continuar o de abandonar. En algún sentido, realizo una acción creativa. Pongo en marcha. Desatasco. Promuevo esperanzas o suicidios. Nada demasiado reseñable.
-¿Es una especie de agente?
-Si un microbio portador de un virus es un agente, si un policía es un agente, si un disuelvemanchas es un agente, si una droga es un agente, si la acción erosionadora del pasado es un agente, tal vez usted pudiera encuadrarme en ese término.
-Pondré agente.
-Hace usted bien.
-Doy por descontado que su sexo es femenino.
-Sí, demos por descontado mi sexo.
-Pondré femenino.
-Póngase femenino.
-Su... perfil... necesito simplificar sus respuestas.
-Comprendo que eso sea un desafío para usted. Pero puede mentir. Si necesita hacerlo, puede mentir. Puede poner mujer de mediana edad con estudios universitarios complexión mediana y cosas por el estilo. Acabaremos antes, y usted acabará mejor.
-Es usted extraña.
-Ponga de extraña complexión mediana, entonces. O de edad extraña. Con extraños estudios extrañamente universitarios. En cualquier caso, acertará.
-¿Sus... padres viven?
-Presupone que tuve o tengo padres. Eso es mucho presuponer.
-Si hay algo que presupone no presuponer es preguntar si sus padres viven.
-Ése es el problema.
-¿En qué sentido sus padres son el problema?
-El problema que usted tiene renglones, casilleros, líneas punteadas, campos a definir. Y yo tengo una naturaleza esquiva, transparente. Usted tiene un boli, y yo tengo vaho.
-Mire, vamos a dejarlo aquí, que no puedo con tanta baja poesía. Usted se cree demasiado especial.
-Lo soy. ¿Cómo se sentiría usted si pudiera estar tecleando este diálogo desde la cabeza -por señalar un lugar geográficamente ubicable, un puntito perseguible por gps- de un tipo que no se cree nada especial, nada reseñable, un personajillo destinado a un olvido sin medallas, sin estatuas, sin discursos?
-¿Es usted una musa?
-¿Por quién me ha tomado?
-Mire, déjelo.
-Sí, voy a dejarlo, sólo cinco líneas más. Mientras guarda todo en su maletín me gustaría teclearle que, en ocasiones, hago el amor a lo Panenka.
-¿Cómo es eso?
-¿Usted no es muy futbolero, verdad?
-No.
-Ya veo.

domingo, 10 de octubre de 2010

-Todos menos él.

-Hay gente que se hace querer.
-Él no era de ésos.
-No, pero tampoco era de los otros.
-Tal vez por eso en su funeral todos los deudos eran deudos de la niebla.
-Menos nosotros, que carecemos de misterios.
-Sí, supongo que todos pensaron que nos habíamos equivocado de cadáver.
-Todos menos él.
-Habrá disfrutado de la escena.
-Tal vez ahora que ha muerto comience a disfrutar de la vida.
-A su áspero modo, creo que disfrutó de la vida.
-Nunca le escuché decir la palabra vida en vida.
-Pero tampoco se moría por matar sus ganas de pronunciar la palabra muerte.
-Era de pocas grandes palabras.
-Nunca una palabra de más.
-Ni de menos.
-Era un hombre de acción.
-Bien lo saben quienes lo sufrieron.
-Benedetti escribió que un torturador no se redime suicidándose, pero algo es algo.
-A él le hubiera gustado esa frase para su epitafio.
-No se ofendía cuando le gritaban que no tenía corazón.
-Sabía lo que la gente quería decir.
-Quería decir que sólo tenía un músculo.
-Era lo que los cabrones sin corazón llaman un verdadero cabrón sin corazón.
-En cierto modo, era un hombre sencillo.
-Un hombre de una pieza.
-Era un verdadero hijo de puta.
-...
-Qué miedo, ¿no?
-Sí, aterroriza haberlo conocido tan bien.

lunes, 4 de octubre de 2010

-Eres estupendo reivindicando el cine mudo.

-¿Desde cuándo?
-No me hagas preguntas estúpidas.
-La pregunta viene en el guión de tu despecho. Y parece que quieres atenerte a él.
-Parecía una película, sí.
-No sólo te pedí perdón, también pagué mi deuda.
-¿Pagaste tu deuda? Si esa frase viene en el guión, el guión es una mierda.
-...
-Lo recuerdo como una de esas aborrecibles películas que tanto te gusta ir anticipando. Ahora vuelve antes del trabajo. Ahora quiere presentarse por sorpresa en su casa. Ahora
-Ya vale.
-el no la escuchará entrar. Ahora avanzará extrañada en dirección a los jadeos. Verás como ahora ella los encuentra en la cama matrimonial, y la amante está encima de él, a horcaj
-¿A qué viene esto ahora?
-No hay nada como enfrentarte a un buen documental para que no sepas qué coño hacer con el guioncito que tan bien te estudiaste.
-...
-Eres estupendo reivindicando el cine mudo.
-¿Qué más tengo que hacer para que me perdones?
-No lo sé. Olvidémonos de lo que otros han escrito para que nosotros lo interpretemos.
-Me parece bien, amor.
-Improvisemos.
-Eso, eso: quememos el guión.
-Quemémoslo. 
-Dejémonos llevar.
-Vale.
-...
-Pero ya sabes que aborrezco el cine experimental.
-...
-Lo primero que tendrás que aceptar es que sólo me desnudaré por exigencias del guión.
-Pero, acabas de decirme que ya no tenemos guión.
-Eso es. Busquémonos entre las cenizas.
-...


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