-Afuera puede que haya una ciudad frustrada. Tal vez un puente precioso del que solía arrojarse gente. Quizá cerca pase un río que casi no pasa. Hay gente que veo casi todos los días. Hay personajes que se encarnan a sí mismos cuando salen a la calle. Afuera puede que haya una ciudad que los turistas aprecian. Tal vez rincones en los que oculto un rincón para resguardarlo de mí. Quizá escalinatas alentadas por el dasaliento de un escalón tras otro. Hay mujeres que dicen querer lo que las contradice. Hay hombres que apuntan a no dar. Afuera puede haber una ciudad que mi hijo acaba de abandonar. Por primera vez en su vida y la mía, entra en casa con su llave estando yo dentro. Salgo de la cocina donde estoy preparando la comida para él y para mí, y nos encontramos en el pasillo. Acaba de llegar del instituto. Nos besamos. Dice que le ha ido bien. Pienso en lo inédito de la sensación de recibirlo a él que entra solo en casa. Parece que fuera lo más natural del mundo. Pero no lo es. Comemos. Hace los deberes. Escribo. Juega a la Play. Cae la tarde ciudad abajo. Hace unas pocas horas ha ocurrido algo que no había pasado nunca.
-Voy a decir algo para que sientas que no traicionas tu tantas veces traicionado formato diálogo.
-Gracias.