miércoles, 21 de diciembre de 2011

-Qué elegancia.

-Le gusta ello. Prueba de ello es que siempre prueba de ello.
-Qué elegancia.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

-Teme a la blandurria actitud pseudo poética.

-No temas a la poesía.
-Teme a la blandurria actitud pseudo poética.
-Y, como decía aquella antigua sentencia que cerraba otras antiguas sentencias que la precedían, y que no hablaba de poesía sino de un antiguo tema que olvidé -creo que tenía algo que ver con Dios y con aceptación- como olvidé no sé dónde aquél póster adolescente -en donde venían impresas las sentencias- perdido hace tanto que tal vez jamás tuve y seguramente vi más de una y de cien veces en diez o cien tiendas, y, quizá, en la casa de algún amigo o amiga o conocida o conocido de mi primera juventud -¿cuántas juventudes hay y cuál es la sentencia última que la sentencia?-, ¿y por qué razón pienso ahora en ese galgo de tres patas que a veces veo en la Plaza de la Paja?: dame sabiduría para reconocer la diferencia.
-¿La sintáxis y tú en qué punto estáis?
-Ella y yo no estamos en punto alguno. Estamos en coma. En una coma.
-Deja la bebida, anda...

miércoles, 30 de noviembre de 2011

-Una fantasía común.

-Hay gente que se disuelve. Empieza a desenfocarse levemente. Mientras busca justificaciones en la niebla, las gafas, o la caprichosa luz envenenando las sombras, sigue desvirtuándose. El espejo comienza a devolver sólo partes arbitrarias de rostro y cuerpo, y hace pasar al otro lado rasgos que se creían definitivos. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Parece que fue ayer. Los demás ya no se extrañan. Tu madre no se justifica por no haberte llamado, y tu hija da por hecho que el trabajo te ha retenido para siempre lejos del hogar. Tu esposa deja de buscar coartadas y trae a su amante a la casa que ya no mantienes. La ropa colgada en sus perchas se entiende cabalmente como una escenografía pretendidamente nostálgica que no hace llorar a nadie. El sepia de las fotos acelera de cero a un siglo en pocas semanas. Finalmente, un buen día, hay gente que desaparece. Desaparezco.
-Una fantasía común.

viernes, 25 de noviembre de 2011

-De esto no se sabe.

-Me da miedo la esperanza.
-Bueno, es un comienzo.
-Tetas pequeñas y cerebro grande. O viceversa. 
-Es otro comienzo.
-¿Por dónde empiezo?
-No sé. Tú eres el que sabe de esto.
-De esto no se sabe.
-Empiezo yo, entonces: mi chica maneja los silencios como nadie.
-Mi chica los maneja mejor.
-Tumbada al sol durante toda la noche.
-Llevo mal que la compartamos, pero llevo peor los chistes al respecto.
-Yo tampoco sé de qué me río.
-De tu amargo humor.
-Me da risa la esperanza.
-Yo tengo mis esperanzas puestas en un banco suizo.
-¿No crees que exista alguna posibilidad de que se decida por uno de nosotros, por uno de sus amantes femeninos o masculinos, por uno de esos objetos suyos?
-La esperanza es lo primero que se pierde.
-Bueno, no cantemos victoria, entonces. Pero cantemos.
-Empieza tú.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

-Se ruega puntualidad.

-Cada minuto mueren sesenta segundos en este país.
-Sí, sesenta.
-Y las cifras son notablemente similares en el resto del mundo.
-Nadie parece tomarse demasiado en serio esta catástrofe humanitaria.
-La Comunidad Europea sólo aplica parches vanos. En otoño atrasan los relojes una hora, pero seis meses más tarde parecen comprender lo inútil de la medida y vuelven a adelantar esa hora.
-En el reciente debate electoral, por ejemplo, no ha habido ni una sola mención al trágico tema de la mortandad de los segundos.
-Es más, en ninguno de los programas electorales de los partidos políticos del mundo se tiene en cuenta este drama.
-Tan sólo alguna organización no gubernamental, como Save the Seconds, lucha por paliar esta debacle de los segundos.
-Es inadmisible que en vez de apoyar las campañas de esta ONG, se la critique por exhibir crudamente los cadáveres de los segundos muertos.
-Lo cierto es que sesenta segundos siguen muriendo cada minuto de cada día, y no somos capaces de hacer nada.
-No esperemos ni un segundo más.
-Para mañana hay convocada una concentración frente al reloj de la Puerta del Sol de Madrid para despertar la consciencia de la gente ante esta matanza. Es a las siete de la tarde.
-Se ruega puntualidad.
-¡Salvemos a los segundos!

miércoles, 2 de noviembre de 2011

-La sirena.

-Obviamente no creo en ellas. Encontré la sirena varada en la playa de San Bernardo. Después de escribir esto consultaré la RAE. Buscaré el vocablo varado. Tal vez deberé cambiarlo. La sirena estaba en la playa, tal vez sólo descansando. O meditando. Eran las cinco y media de la mañana. No quiero contar lo que me había pasado hacía algunas horas, esa noche, esa madrugada que estaba ya yéndose. Digamos que acababa de tomar consciencia de que había perdido algo. Algo querido que se oscurecía  a medida que comenzaba a imponerse la luz que iluminaría aquel día. Desde lejos supe que aquello que estaba varado, o pensando, allí, era una sirena. Seguí mi camino. Acercándome a ella. No porque quisiera ir a su encuentro, sino porque la sirena tal vez varada estaba en mi camino. Yo volvía a casa. Ella también. Tal vez me observó de reojo. Se arrastró -si es que es eso lo que las sirenas hacen cuando se desplazan sobre la arena- hacia el mar. Tardó en perderse mar adentro. Creo no haberla incomodado demasiado. Lentamente volvió y yo volví. Me desnudé y dudé. Finalmente no entré en el mar. Me quedé en la orilla. Varado, cansado, meditando. Enseguida apareció en la playa una figura a lo lejos, tal vez proveniente del muelle. Acercándose hacia mí. Me vestí y me alejé de la sombra que se acercaba. Sin intentar  descifrarla. Digamos que hacía un par de horas que acababa de perder algo. Y hacía dos minutos que acababa de confirmar que las sirenas no existen. Salvo en la ficción. Que es el sitio en el que la realidad se escribe al salir del mar, de la niebla, de la tierra, de los volcanes, del cielo, de los estómagos, de los vapores de la memoria, del desamor.
-La sirena.
-Me metí en la ducha y pude ver un par de escamas tornasoladas desaparecer por el desagüe de la bañera. No me preguntes por qué, pero pensé en Bradbury.
-No necesito preguntarte por qué.
-Varada está bien.

viernes, 21 de octubre de 2011

-Encendido.

-Hay una oferta de hastío que me resisto a comprar.
-Pero llegan las rebajas del asco.
-Y es difícil contenerse.
-Te lo ponen tan asquerosamente fácil que no es fácil.
-Con los escudos de belleza y pasión que mis entrañas llevan maleando durante tanto tiempo peleo para no sucumbir.
-Pero el asco acaba manchándote un poquito o un mucho.
-Compro, sí, al final compro.
-Es repugnante, pero con esos precios, ¿quién puede resistirse a pasar toda la tarde delante del televisor?
-Encendido.
-Si no quedas satisfecho te devuelven a un estado irrecuperable.
-...

viernes, 7 de octubre de 2011

-Pintor cubista los tiene cuadrados.

-Se ahoga enaguas turbulentas.
-Corredor de la muerte no le da alcance a ésta.
-Sirena transexual se implanta escamas en los pechos.
-Le planta cara y le florecen caritas.
-No está seguro de ser gay frecuenta bares de medio ambiente.
-Matemático cae en la cuenta.
-Tenor se convierte a tenorete para cantar operetas.
-Al parecerle despectivo que le llamen peatón pide que le llamen gran peato.
-Tres tristes tigres comen trigo en un trigal mientras se preguntan qué coño hacen comiendo cereales tan lejos de la selva.
-Cuarteto de escritores que lo escriben todo se hacen llamar Los cuatro jinetes de la poca elipsis.
-Piensa y, sin embargo, continúa sin existir.
-Sufre doble mutilación al perder el culo por una mujer y la cabeza por otra.
-Se cambia el sexo, pero sólo de lugar.
-Se le aparece la virgen y no tarde en comprobar que de virgen nada.
-Famosísimo ladrón de guante blanco atraca modesta joyería de barrio porque no se le caen los anillos.
-Paloma jueza bebe en las fuentes de la investigación.
-Le cae bien y lo aplasta.
-Párroco adicto muere de sobrediócesis.
-Cabo suelto se recupera de su diarrea en la enfermería del cuartel.

jueves, 29 de septiembre de 2011

-Gracias.

-Afuera puede que haya una ciudad frustrada. Tal vez un puente precioso del que solía arrojarse gente. Quizá cerca pase un río que casi no pasa. Hay gente que veo casi todos los días. Hay personajes que se encarnan a sí mismos cuando salen a la calle. Afuera puede que haya una ciudad que los turistas aprecian. Tal vez rincones en los que oculto un rincón para resguardarlo de mí. Quizá escalinatas alentadas por el dasaliento de un escalón tras otro. Hay mujeres que dicen querer lo que las contradice. Hay hombres que apuntan a no dar. Afuera puede haber una ciudad que mi hijo acaba de abandonar. Por primera vez en su vida y la mía, entra en casa con su llave estando yo dentro. Salgo de la cocina donde estoy preparando la comida para él y para mí, y nos encontramos en el pasillo. Acaba de llegar del instituto. Nos besamos. Dice que le ha ido bien. Pienso en lo inédito de la sensación de recibirlo a él que entra solo en casa. Parece que fuera lo más natural del mundo. Pero no lo es. Comemos. Hace los deberes. Escribo. Juega a la Play. Cae la tarde ciudad abajo. Hace unas pocas horas ha ocurrido algo que no había pasado nunca.
-Voy a decir algo para que sientas que no traicionas tu tantas veces traicionado formato diálogo.
-Gracias.
-De nada. Para qué están los amigos.

viernes, 23 de septiembre de 2011

-Odia dibujar por encargo.

-El señor que no existe y que mi hijo Miguel dibujó displicentemente una tarde de sábado -como quien no quiere la biografía del que está dibujando- tiene una biografía entre un millón.
-Tiene cara de siglo 19.
-Y de tranvía 28.
-Ha sobrevivido a su esposa.
-Pero no a su hijo pequeño.
-Ni a la culpa de aquel accidente.
-¿Crees que el accidente ha devenido en ese rictus?
-A mí me parece evidente. Y también le parecía una consecuencia lógica a la que fuera su mujer.
-¿Sigue habiendo parejas cuyos integrantes mueren sucesivamente, con diferencia de meses, un año a lo sumo?
-Pídele a tu hijo que dibuje a una de esas hipotéticas parejas actuales. Y a ver.
-Odia dibujar por encargo.
-Eres su padre, sabrás obligarlo a que lo haga.
-Para ti es fácil decirlo.
-...
-Puedo acabar siendo pasto de sus trazos.
-No había pensado en eso.

Ilustración de Miguel Villar

jueves, 15 de septiembre de 2011

-Me siento a esperar.

-Antes de escribir lo que voy a escribir -si es que finalmente queda algo de lo escrito- me pregunto, me estoy preguntando, por qué escribo estas cosas aquí. En este formato. En lugar de no hacerlo en ningún otro.
-Me duele todo el cuerpo. No hay frase más vaga que me duele todo el cuerpo. Pues me duele todo el cuerpo. No exactamente todo. Sería imposible de soportar que realmente, en el grado que fuera, me doliera todo el cuerpo. Y yo sí puedo soportar este dolor de cuerpo. De todo el cuerpo. 
-Me duele desde hace dos días. Me duele desde después de la discusión. De la explosión de hace dos días. Exactamente, éste dolor, comenzó una noche más tarde.
-En cierto modo me duele todo el cuerpo porque en mi casa hay dos mujeres.
-Parecen tener sus dominios bien delimitados. Una, desde la entrada hasta la zona del salón. La otra, desde el salón hasta el balcón -incluye la habitación, la cama-. El salón es una especie de territorio difuso, tierra de todos y de nadie en la que ninguna de ellas se esfuerza por imponer su gobierno. Allí conviven. Convivimos.
-Me dolerá todo el cuerpo hasta que una de ellas -o ambas- haga algo por mi dolor.
-Sin proponérselo -porque no saben qué ni cómo ni por qué deberían firmarme el destino- el futuro de mi dolor está en sus manos. ¿Harán algo? ¿Me quedarán fuerzas para escribirlo?
-O muero de una lenta decadencia que me ablande por completo, que me ague, me licúe, y me permita,  finalmente, huir por el desagüe de la bañera; o exploto de explosión coronaria de una vez y para nunca.
-Me siento a esperar. 
-Una -o ambas- no puede tardar en decidirse.
-Cómodamente. Estoy tan cansado. Me duele tanto todo el cuerpo.
-Estoy a verlas venir.
-Se venía venir, decía mi hijo hasta hace bien poco.
-Hablo conmigo.
-¿Por qué me extraña tanto entonces que escriba en este formato en el que parece que somos dos quienes dialogamos?
-Escribo guiones, y otros signos de puntuación.

lunes, 12 de septiembre de 2011

-Ahora ya lo tengo todo claro.

-No serás como quería que fueras.
-Hay un desacuerdo inacordable.
-Seguiré siendo mayor que tú.
-Te envejeceré desde un plano cenital.
-Nuestros nervios tienen asegurado salirse de sus quicios.
-Sé oscuros los poemas anteriores.
-Y claroscuro que el actual es de amor.
-Sea eso lo que sea exista o no.
-Tengo claro que lo tienes claro.
-Y que me perdonarás haber callado por tu boca.

lunes, 5 de septiembre de 2011

-Qué gran mentira.

-Lo primero que encontró cuando salió a la calle fue una rata muerta en el portal de la pensión. Le dió una patadita displicente que la hizo descansar al lado del bordillo, en la calle, después de rodar suavemente por la acera. Pensó que el toque no se pierde nunca. Ese toque de derecha, con el exterior del empeine. No era la primera vez que encontraba una, y, como en ocasiones anteriores, su derecha mágica hizo lo que quiso con la rata muerta.
-Pensó en balones de fútbol y en cadáveres de ratas. Le pareció que esa conexión era una metáfora del recorrido de su vida profesional. Se rió para sus adentros ante un hallazgo que no pudo evitar apuntar en su libretita. Se detuvo a las puertas del bar de la esquina, entorpeciendo la salida a una octogenaria con malas pulgas: Toda mi vida es profesional. Cuando acabó se apartó de la puerta. Guardó la libreta y el lapicito mientras cruzaba una mirada con la señora. Y entonces supo que tenía malas pulgas.
-Como cada día le sobrevinieron cinco jugadas especiales. Especiales para él. Las recordaba todas. Y no sólo goles. También pases de gol. Y algunos toques que nadie registró ni siquiera en el momento en que ocurrieron, antaño. Cada día recordaba cinco jugadas diferentes. Más o menos trascendentes. Las recordaba con pelos y señales. Todo el día rememorando estas cinco, incluído algún que otro gol. Mañana volvería a marcar otros cinco goles, o a dar otros cinco últimos pases, o, simplemente cinco toques sutiles. Y pasado mañana otros cinco recuerdos con balón. Su vida era profesional tal vez porque cobraba por recordar lo que había sido. Le pagaban monedas anónimas. Bocatas lastimeros de los mismos bares de siempre. Cigarros de quienes decían recordar quién era el dueño de esa derecha mágica. Gente que lo había visto jugar, y creían haberlo visto mendigar.
-Algunos, a veces, le pedían hacerse una foto con él. Quisieran o no, él siempre les dejaba escrito en el aire El toque no se pierde nunca. 
-Qué gran mentira.
-Cuando volvió a su casa por la noche -medio borracho, porque lo primero que perdió cuando empezó a perder fue la posibilidad de emborracharse por completo- la rata ya no estaba. La acera parecía recién baldeada. Y la calle. Miró hacia arriba antes de meter la llave en la cerradura. Y se convenció de que llovía de un modo que, de no tener tantos toques bajo los que cobijarse, lo pondría muy triste a uno.


viernes, 2 de septiembre de 2011

-Ya estoy en la calle.

-Ahórrame el papeleo.
-Desnúdate.
-Dame de comerte.
-No enciendas el cigarro de después.
-Déjame decirte que ya conozco la salida.
-Evita preguntar si te llamaré.
-No te escucho.
-Ya estoy en la calle.
-Haciéndome preguntas absurdas.
-Del tipo ¿Por qué hago estas cosas contigo?
-El taxista me pregunta ¿Perdón?

martes, 30 de agosto de 2011

-Te habrás quedado a gusto.

-En casa. Solo. Bobo. Aburrido. Ido. Desnudo. Peludo. En el pasado. Asado. Gordo. Torvo. Desganado. Malvado. Sudoroso. Pastoso. Maloliente. Hiriente. Haciendo un despreciable cadáver exquisito con partes arrancadas a pesadillas con mujeres. Así es como consigo sentirme el ídolo local.
-Te habrás quedado a gusto.
-...

martes, 23 de agosto de 2011

-Los pies.

-Empieza tú.
-Los pies.
-El título se lo ponemos al final.
-Vale.
-Empieza.
-El tipo mirándole los pies a la chica.
-La tiene enfrente.
-El vagón del metro está casi vacío.
-Yo también estoy allí.
-De pie.
-Al principio el tipo mira con disimulo.
-Al final, sin él.
-Ella juega con el señor.
-Mueve los deditos.
-Arquea el empeine.
-Oculta el pie derecho tras el izquierdo.
-Y viceversa.
-Tiene un gran dominio de la viceversa.
-Se quita el anillito que lleva en el dedo anular del pie izquierdo.
-Se lo vuelve a poner.
-Ahora tendría una visión suprema del escote.
-Pero sólo tiene ojos para sus pies.
-La cara del tipo es una oda al gesto desencajado.
-Suda.
-No quiero saber si hay evidencias de su inquetud a la altura de la bragueta.
-Vergüenza ajena.
-La chica se pone de pie repentinamente.
-El tipo sigue allí.
-Parece querer disimular su congoja quedándose helado.
-La chica se baja.
-Yo me bajo.
-Aquella señora del fondo se baja.
-Es el fin del trayecto.
-El tipo sigue allí.
-Parece una marioneta de hilos destensados.
-Se queda solo.
-Metido en su silencio.
-Un guarda jurado lo coge del hombro y lo sacude levemente.
-Lo cree dormido.
-Profundamente.
-Siempre hay uno que se queda dormido.
-Casi siempre se trata de un hombre.
-Lo llama.
-Señor...
-La marioneta parece haber perdido a su dueño.
-Fin de trayecto.
-Una expresión muy acertada.


lunes, 15 de agosto de 2011

-Eso son las palomas.

-Era extremadamente ciclotímica. Lo supe la primera vez que lo hicimos. Comencé a hacer el amor con ella sabiendo que ella era la ella con quien estaba haciendo el amor. Pero cuando llegué al clímax, media hora más tarde
-Menos lobos, Guolquer.
-Quince minutos más t
-Ejem
-arde, era otra mujer.
-A mí también me cambiaste la primera vez.
-No, no me entiendes: entré en Clara Giménez, y salí de Alanis Deco.
-Ay, pero si las conozco a las dos.
-Yo también, íntimamente, como te digo.
-¿Esa fue la experiencia que te hizo homosexual, Guolquer?
-No, esa fue la experiencia que me hizo ingeniero agrónomo.
-En el pasado era una carrera con futuro.
-Se me mueren las plantas, ya lo sabes.
-Sí, nuestro baobab desfallece lastimosamente en su macetita del balcón.
-Eso son las palomas.
-Y las gaviotas, y los murciélagos, y ese extraño pajarraco, ya sabes.
-Eres el único al que autorizo que llame así a mi madre.
-Tu madre ha muerto hace quince años, Esmit.
-Es la última vez que te lo explico: el que murió fue el fantasma de mi madre, pero ella sigue viva, Guolquer.
-A veces me pierdo, amor.
-A veces no te encuentro, cari.
-Siempre nos quedará el bidé.
-Nuestro querido meeting point.

lunes, 8 de agosto de 2011

-Va a Tímidos Anónimos pero le da corte entrar.

-Corre el tour de Francia en otro país porque odia a los franceses.
-Engaña a su esposa con su esposa.
-Demanda a su pene por incumplimiento de contrato.
-Nace y se disculpa argumentando que es la primera vez que le pasa.
-Después de hacer el amor finge que se fuma un cigarrillo.
-El toro de Osborne y La Vaca que Ríe anuncian su enlace.
-Astronauta se divorcia porque necesita su espacio.
-Tiene presentimientos a posteriori.
-Sorprenden a buceador haciéndose una raya.
-Cazan a catorce cámaras en safari fotográfico.
-La maja desnuda se opera los pechos al óleo.
-Actriz porno se viste por exigencias del guión.
-Paga con su vida y no le dan la vuelta.
-Harto de ducharse a diario se coge un baño sabático.
-Deja de beber con moderación y comienza a hacerlo solo.
-Treintañera acaba con la vida de ocho mujeres en una boda y se hace con el ramo de la novia.
-Adán pide la hoja de parra de reclamaciones.
-Llama al pan pan y al vino vino pero ninguno de los dos acude.
-Deja de hacer el amor y comienza a comprarlo hecho.

sábado, 30 de julio de 2011

-Todas.

-Era fea, zafia, mala y sucia.
-Pero.
-Pero tenía estilo.
-Amigo.
-Un estilo único que se me hizo insoportable de sobrellevar.
-Como siempre.
-Sí.
-Te pasó lo mismo que con las guapas, elegantes, buenas y limpitas.
-Siempre acabo teniendo la culpa de que ellas sean como son.
-Ellas lo creen así.
-Todas.
-Y llevan razón.
-Tienen más razón que una santa.
-Y mucha más que una puta.
-Mi destino es repetirme.
-Y el de ellas.
-Entonces, ¿de qué coño me quejo?
-...

martes, 26 de julio de 2011

-¿Y cómo murió?

-Ya sé que Lucien Freud no inventó la carne.
-Ni su abuelo.
-Pero lo olvido cada vez que veo alguna de sus pinturas.
-Me caigo otra vez de culo siempre que recuerdo aquella exposición suya.
-La piel de gallina.
-Tampoco inventó la piel.
-Ni su abuelo esas miradas que no pueden ser salidas de un pincel. De una pintura. De un trazo.
-Me acerqué hasta casi tocar con mi nariz ese cuerpo.
-Y era mentira que lo estabas viendo, ¿no?
-Mi nariz al lado del lienzo parecía una falsificación de la naturaleza.
-¿Y cómo murió?
-¿Quién?
-Lucien Freud.
-No lo sé. Pintando una de sus venas imposibles de pintar.
-Creemos que no somos como él nos pinta.
-Que no estamos hechos de lo que su abuelo dice que tenemos dentro.
-Eso que nos traiciona.


sábado, 16 de julio de 2011

-Una rosa pederasta se va de rositas.

-El Coyote cambia su dieta.
-Se sienta en un banco de semen y le resulta incómodo.
-Da el brazo a torcer y le duele bastante.
-Canguro pagado de sí mismo dice haber dado un salto cualitativo.
-Piojo de soldado de la segunda guerra mundial malvive en el casco antiguo.
-Se somete a operación de rodillas y se arrepiente de no haberse tumbado.
-La bruja Avería se casa con un manitas.
-Abandona a su novio y no se cambia el peinado.
-Paloma de La Paz abandona su Bolivia natal.
-El pato Lucas practica cunnilingus y se va por la pata abajo.
-Gallo homosexual sale del armario y monta un pollo.
-Lee que la fruta es buena para la salud y decide dejarse perilla.
-Vecinos de un cantamañanas le roban el despertador.
-Dora la exploradora se compra un gps.
-Pintor abstracto no encuentra ropa que le siente bien.
-Eyaculador precoz se pide primer.
-Espera inútilmente en paso de cebra a que pase una.
-Se pasa horas dando botes en el jardín botánico.
-Ciego impaciente no ve la hora de irse.
-Tiene orgasmo en condiciones infrahumanas y los servicios sociales del ayuntamiento se lo quitan.

miércoles, 6 de julio de 2011

-No te sientas solo.

-A veces, si pienso que soy el único hispanohablante al que la palabra alero le parece una de las más bellas del idioma español, me entra una congoja...
-...
-Me gusta cuando callas.
-No callo. Puntúo suspensivamente.
-Me gusta cuando lo haces.
-No te sientas solo.
-Es un pedido paradójicamente tierno, o tiernamente paradójico.
-Yo te acompaño, eso sí que es paradójico, conociéndonos como nos desconocemos.
-Tengo tendencia a escribir paradógico con ge.
-Lo sé.
-Te quiero.
-Te quiero suspensivamente.
-¿Recuerdas cuando discutíamos acerca de qué número era más misterioso?
-El tres o el siete.
-Ya ni sé cuál decía yo que era. Ni cúal decías tú.
-Antes, tu palabra favorita era almohada.
-¿Sí?
-Eso sí que lo recuerdo.
-Siete cardenales en el corazón.
-Sabina.

domingo, 3 de julio de 2011

-Diálogo un poco fantasma.

-La casa llena de libros llenos de casas de fantasmas lectores de libros de casas encantadas por libros llenos de fantasmas leyendo en casas encantadas de estar llenas de libros de fantasmas.
-...
-Diálogo un poco fantasma.
-...

viernes, 24 de junio de 2011

-Me da mucha vergüenza.

-Te escuché decir que todas las fotos de cuando fuiste feliz no son digitales.
-Yo nunca he dicho eso.
-Ya lo sé, sólo pretendía postergar el momento de hablar de las botas de montar.
-Ah, no sabía que quisieras hablar de las botas.
-Se lo comenté a mamá, y creía que ella te lo habría contado anoche.
-Sí, tu madre saca a relucir sus temas nocturnos para postergar el momento de la cópula.
-No quiero saber esas cosas, papá.
-De tal palo tal astilla: yo tampoco quiero saber. Tu madre no ha dicho nada de las botas.
-Me siento ridiculo cuando salgo del Mercedes con las botas de montar.
-Es necesario que salgas del Mercedes en algún momento del día.
-Elijo ese momento, como sabes.
-Hay días que nos demoramos demasiado tiempo hablando de cualquier cosa dentro del Mercedes.
-Me da mucha vergüenza.
-La práctica de la hípica conlleva ciertos sacrificios.
-Pero tal vez, no sé, si cambiáramos ligeramente de coche.
-Hay que saber elegir lo que se sacrifica, hijo.
-Uno de gama mínimamente más baja.
-Yo me siento orgulloso de mis botas. Es un orgullo bastante vano, pero qué orgullo no lo es, hijo.
-No lo sé. A mí me violenta ser visto bajando del Mercedes con mis botas de montar. Ese corto trayecto de la puerta del Mercedes a la puerta de casa...
-En este barrio las señas de identidad son seguidas a rajatabla por todos los vecinos. Ninguno de nosotros desentona.
-Somos una comunidad compacta, lo sé.
-No podemos permitirnos destacar entre gente tan destacable.
-Créeme que lo comprendo, papá, pero no puedo evitarlo.
-Tal vez deberíamos pedir ayuda psicológica.
-...
-Para ti.
-...
-De manera discreta. Nadie se enteraría. Ni siquiera tu madre.
-Si tú lo crees correcto.
-Sí, es mejor que tu madre no se entere de nada.
-...
-Ni Tudor.
-¡Claro que no! La culpa mataría a mi pobre caballo.
-Quedará entre nosotros.

martes, 14 de junio de 2011

-Una coma puede destruir una relación.

-Desde aquí, los días claros, se puede llegar a ver mi alma.
-¿Tu alma? Las más viejas del lugar, dicen que tal lugar no existe.
-Aunque algunas dulzuras con las que me disparas como si me quisieras me insinúen que quieres insinuarme lo contrario, frases como ésa certifican que has patentado el modo en el que quien te quiera querer debe quererte. 
-Y tú pagas el canon.
-Por la cuenta bancaria que me trae.
-Hay ocasiones en las que sé de qué estamos hablando.
-Y esta no es una de esas ocasiones, ¿a que no?
-Desde aquí, los días oscuros creo verte el alma.
-Los jóvenes del lugar, dicen que ya han estado dentro de ti desde el amanecer hasta el ocaso, durara lo que durara ese lapso de tiempo perdido.
-Y todos, absolutamente todos nosotros y todos ellos, los que vinieron y se fueron y los que vendrán y se irán, tenemos razones que las sinrazones no comprenderán jamás.
-Una coma puede destruir una relación.
-Y hacernos creer que puede construirla.
-Puedes hacer con mis comas lo que quieras.
-Eso decís todos cuando estáis a una yema de mis braguitas.
-A veces, las braguitas primero.
-Otras, lo último.
-La rutinaria falta de rutina.
-El orden de los factores no veas cómo me altera el producto.
-Antes. Ahora. Después. Son palabras inventadas por las relaciones de pareja.
-Modeladas por el instinto.
-O por la cultura.
-La gata siguiendo con la mirada el vuelo de una mosca.
-Deseando cazarla.
-Para jugar.
-O para cargársela.
-¿Conocerá la diferencia?
-¿La gata?
-¿La coma?


lunes, 30 de mayo de 2011

-Otra frase hecha.

-Seguramente antes de hacerlo pensó que la expresión acabar con su vida, era la apropiada para jugar antes de acabar con su vida.
-Le gustaba mucho desentrañar, o entrañar a su modo, las frases hechas.
-Quienes no le conocían decían que era un tipo solidario.
-Otra frase hecha.
-Creo que era un tipo solitario porque estaba rodeado de amigos solitarios que, como él, preferían no juntarse con nadie.
-Era más reconocido que famoso.
-Él no había aspirado a ser ninguna de esas cosas.
-Tal vez ese fracaso. Tal vez algún otro. Tal vez su exitoso modo de triunfar como perdedor. 
-Cualquiera sabe por qué alguien acaba con su vida o la de otro.
-La gente mata por razones sólidas: Raymond Chandler, creo.
-Y se mata.
-Ella cree que un día de estos dará con las razones que -ahí va otra frase hecha- lo empujaron hacia el precipicio.
-Lo vió aquella noche. Ella salía del restaurante, a las dos de la mañana, después de su jueves de trabajo. Ya era viernes, entonces. Él iría pensando que lloviznara en la ciudad que lloviznara, llamaba a esa lluvia garúa. Así en Praga como en Buenos Aires. Él no caminaba pegado a la pared, resguardándose bajo los salientes de las casas, las cornisas, los balcones. Bueno, llevaba su sombrero, claro, pero nunca lo concibió a éste como paraguas. Tampoco caminaba deprisa. Ni disfrutaba de la llovizna. Más bien le gustaba padecerla plácidamente. Todo lo contrario que ella. Él iba y ella venía. Y viceversa, claro. 
-Sabes como es.
-Sí, tal vez no sea verdad que él la mirara de reojo durante ese microsegundo que duró el cruce.
-Pero seguro que ella sí que lo miró.
-Y supo que era él. Por eso frenó en seco y se volvió, y por un instante se olvidó de la noche, del agua y del pasado que acababa de pasar junto a ella. 
-Y ella junto a él, claro.
-La noticia del día siguiente disparó la mitificación del momento. 
-Del genio.
-Del sabio.
-No sé si quiero verla, escuchar su teoría.
-Yo también prefiero leer el cuento que no tardará en escribir, que escucharla contar la experiencia que volcará en el cuento.
-Hay gente que es mejor por escrito.
-¿También lo dices por él?
-No lo sé.
-...
-No he dicho eso de pérdida irreparable en ningún momento.
-A mí también me ha costado bastante contenerme.

viernes, 20 de mayo de 2011

-A probar el agua.

-Si lloviera aquí dentro.
-Te pediría que te quedes.
-A probar el agua.
-Que dejaría la lluvia.
-Sólo tu lengua podría pasar.
-Sólo podrías pasar tu lengua.
-Pero tu excusa para no lamer.
-Es que aquí dentro ya no nos llueve.
-La escasez de goteras.
-Acabará con nuestro amor.
-Y con mis secas promesas de siempre.

miércoles, 11 de mayo de 2011

-Yo no estaba allí cuando me amaste.

-Yo no estaba allí cuando me amaste.
-Vos no estabas allí cuando gasté mi sueldo en flores.
-Yo no estaba allí cuando perdí tu virginidad.
-Vos no estabas allí cuando te olvidé en el cine.
-Yo no estaba allí cuando pagué la cuenta.
-Vos no estabas allí cuando estaban las otras.
-Yo no estaba allí cuando posaste para mí.
-Vos no estabas allí cuando batí el récord dentro de vos.
-Yo no estaba allí cuando llegaste al final.
-Vos no estabas allí cuando me sorprendiste con tu hermana.
-Yo no estaba allí cuando el dinosaurio se quedó dormido.
-Vos no estabas allí cuando fingí no verte allí.
-Yo no estaba allí cuando por fin abriste tu entrada entrecerrada.
-Vos no estabas allí cuando supiste que eras mi ventrílocua.
-Yo no estaba allí cuando caí en tu caída de ojos.
-Vos no estabas allí cuando pasó el último tren.
-Yo no estaba allí cuando me perdí lo mejor.
-Vos no estabas allí cuando volví a decirte adiós para siempre amor mío.

viernes, 6 de mayo de 2011

-Qué pieles tan blancas.

-Ya lo ve. Una de ellas tumbada sobre la cama. La otra, sobre el sillón. Ambas impúdicamente muertas, semi desnudas o semi vestidas. Las dos con la tendencia congelada de hacerse una con la moqueta. Completamente elegantes. Muertas en blanco y negro. La de la cama en negro. La del sillón en blanco. Poco rojo. Sólo -perdón por la cursilería algunas veces leída, pero no me resisto a decirlo así- pequeñas flores rojas abriéndose a la altura de sus corazones. Y esas leves guardas rojizas en las paredes.
-¿Arma blanca?
-Blanca y negra, ya se lo dije.
-¿Sabemos algo del móvil?
-El de la dama de negro sonaba cuando llegué. El de la de blanco, puede verlo aún, apresado en su mano. 
-El gerente dice que las cámaras del hotel han atrapado al asesino.
-Sólo falta discernir entre los cientos de abrigos de solapas levantadas, gafas negras, sombreros.
-Por algún sitio habrá que empezar.
-Empiece usted. Yo me quedo en esta habitación hasta que llegue el juez. Con ellas. Esperando que la seda siga su curso. Tengo todas mis esperanzas puestas en los cuellos de sus blusas. Deslizándose camino de su perdición perdida.
-Qué pieles tan blancas.
-...
-Lo dejo solo, entonces.
-Me deja usted en la mejor de las compañías.

martes, 3 de mayo de 2011

-Poseo todo lo que carezco.

-Me pegaré un tiro.
-Teniendo sumo cuidado en hacerlo de tal modo que yo pueda venir a despegarlo cuando quiera.
-Poseo todo lo que carezco.
-El diablito y el angelito se dicen cosas hirientes de la boca para afuera cuando los encuadran las cámaras de Teleconciencia.
-Pero cuando se apagan las luces, cuando cae la bruma adormidera, cuando sueño, se besan, se acarician, y se hacen muy bien el mal y muy mal el bien mutuamente.
-Somos incondicionales de las condiciones.
-Un matrimonio en toda regla, mi amor.
-Cuando hago el amor no pienso en mis lectores.
-Bien, ahora toca volver a leer y encontrarle un sinsentido a todo esto.
-Conmigo no cuentes.
-Cómo eres.
 Ilustración de Miguel Villar

martes, 26 de abril de 2011

-Es el mejor.

-¿Quién puede culparme por odiarlo? Es lógico que tenga este sentimiento. No concibo consumirme en otro. Sería un enfermo si no sintiera lo que siento. Si no lo sintiera en este grado. Lo odio con todas mis fuerzas. Lo odio con mi única fuerza. La que dedico a odiarlo.  Soy débil, inconstante, fláccido para todo lo demás. Nunca podré ser como él. Nunca. ¿No es motivo más que suficiente para odiarlo del modo en que lo odio? Tengo una sólida razón para odiarlo: Me dedico a lo mismo y... ¿lo has oído?
-Sí, claro.
-Por muy amigo mío que seas no puedes decirme que no es el mejor. No te creería. Creería que eres un necio. Un imbécil.
-Es el mejor.
-Ya puedo dedicar todas las horas de mi vida a superar su excelencia. Ya puedo hacer lo imposible. Ya puedo matarlo. Nunca seré mejor que él.
-Pero tú eres muy bueno. Eres brillante.
-No te patetices.
-No es que quiera consolarte, lo creo de verdad.
-Sé que lo crees. También yo lo creo. Soy muy bueno. Y comparado con casi todos, puedo, y más de una noche, resultar genial. Pero te estoy hablando de
-Ya lo sé.
-otra cosa.
-Ya.
-Te hablo de eso. Eso.
-...
-Eso que yo jamás tendré.

lunes, 11 de abril de 2011

-En Lisboa hay tiendas extrañas.

-En Lisboa hay ancianas asomadas a sus ventanas. Algunas, acompañadas por sus tal vez también ancianas mascotas. Parecen reclamos turísticos auspiciados por el ayuntamiento. La pareja viajera robó una foto a una de las ancianas al borde de su ventana subrayada por una de su bragas tendidas justito delante de ella.
-En Lisboa las cuestas te machacan los gemelos. Por contra, a pesar de lo irregular de sus veredas, de las calvas en el empedrado, de los tropezones que éstas propician, se resbala menos que, por ejemplo, en las piedras que pisas al cruzar la, por otro lado preciosa -tal vez no se lo parezca a los mendigos que duermen bajo sus soportales- Plaza Mayor de Madrid. La pareja viajera, cuando no viaja, atraviesa por lo menos un par de veces al día el emblema madrileño. Siempre, sobre todo por las mañanas, con la plaza recién baldeada, el integrante varón de la pareja resbala dos o tres veces al cruzarla.
-En Lisboa se pueden comer y beber manjares. Elaborados y vulgares. Hay sapateiras enormes que parece que nunca acabarás de comer. Hay vinos de denominaciones de origen que, por sus nombres, parecen cercanas -Douro, Alentejo, Ribateixo-, que le dejan al paladar de uno ganas de abrir otra botella.
-En Lisboa hay camareros que no se dan prisa.
-En Lisboa hay barrios y lugares en esos barrios -Príncipe Real, Plaza de las Flores, Lapa- en los que a la pareja viajera no le importaría morar.
-En Lisboa hay gente serenamente amable.
-En Lisboa hay preciosas casas decadentísimas.
-En Lisboa hay azulejos que parecen más o menos similares y ninguno es igual.
-En Lisboa hay tiendas extrañas.
-En Lisboa hay cinco o seis puntos clave que todo turista no puede dejar de visitar y que la pareja viajera, en este viaje, desdeñó.
-En Lisboa Pessoa, Tabucchi, Lobo Antunes.
-En Lisboa fueron felices disfrutando, además de el uno del otro, de una ciudad que parece a punto de disolverse, o de comenzar finalmente a concretarse.
-En Lisboa se encarna el Limbo.
-Hay gente a la que Lisboa no le gusta nada.

martes, 5 de abril de 2011

-Eso explica algunas cosas.

-¿Nunca?
-Nunca, Esmit, nunca.
-Claro.
-¿Claro qué?
-Eso explica algunas cosas.
-¿Quieres decir, cosas, sexuales, cosas íntimas, nuestras, de cama?
-Eeehhh, no era eso en lo que pensaba, Guolquer, pero ahora que lo dices.
-Odio el psicoanálisis, Esmit, y las castañas asadas.
-Ah, se siente, recuerda el juramenteo: En la salud y en la enfermedad, hasta que las metáforas os separen.
-No sabes cuánto me arrepiento.
-No me extraña si es verdad lo que acabas de confesarme.
-No es una confesión.
-No me jodas, Guolquer: se trata de una confesión en toda regla. Una confesión de esas que
-¡No, por favor, apaga eso!
-Piensa un poco menos en ti y un poco más en la Posteridad, por favor.
-Dale al plei.
-Ya.
-Cuando niño, 
-Espera, espera.
-Joder, Esmit.
-Tenemos que comprar otra. Las teclas ya... Venga ahora sí.
-Cuando niño nunca marqué un gol. Nunca jamás. Y eso que era el dueño de la pelota. De las sucesivas pelotas con las que yo y mis interesados amiguitos jugábamos al fútbol.
-Es volver a oirte, Guolquer, es volver a oirte... y...
-Necesito curarme.
-Oye, lo que dijiste antes, de nuestro sexo y eso...
-Sí.
-Es una verdad como una casa así de grande.
-Sabes cómo hacerme sentir bien.
-...
-Una vez casi marqué. Lamiendo el poste pasó...
-Es una pena que no haya entrado. Todo hubiera sido tan diferente entre nosotros, Guolquer...

viernes, 25 de marzo de 2011

-Mal cuerpo me dejas.

-Amargo, como el envés de los payasos.
-...
-Creía que la frase era un comienzo. Pero empiezo a pensar que también es un final.
-Mal cuerpo me dejas.
-No me vanaglorio de ello, pero suelo dejar el mal cuerpo en mi afán de buscar el bueno.
-Cuando dejes de perderte en juegos de palabras...
-Las mujeres seguirán dejándome, de cualquier modo.
-Me gusta la mujer independiente. Pero no de mí. De ti.
-La última me mató bastante exitosamente.
-Yo me prevengo ante los abandonos soñando antes con ellos. Cada noche sueño que me deja. A veces, cuando despierto, ocurre. Me dirás que es casualidad. O estadística. Pero yo creo en el poder del deseo de mis sueños.
-Esta mañana he vuelto a no recordar lo que soñé anoche.
-¿Has vuelto a inventarte el sueño?
-Ambos mentimos cada mañana: Yo no sueño, y a ella, en el fondo, le importan un carajo los sueños que le cuento.
-Se ve que es de esas mujeres que se quedan para siempre.
-...


 

viernes, 18 de marzo de 2011

-Y nadie merece mi perdón.

-Ahora que el preso ya no tiembla.
-Y las bombillas no dudan si apagarse definitivamente.
-Ahora que elijo la penumbra pobrecita.
-Y vuelvo a la cama rondado por Bach.
-Ahora que ninguna foto me recuerda.
-Y me desgano por goleada.
-Ahora que mi gata no se atreve a pedirme nada.
-Y le doy exactamente lo que no me pide.
-Ahora que hay tanto afuera en mis adentros.
-Y nadie merece mi perdón.
-Ahora que todos los llantos provienen de un niño.
-Y ser mayor que yo es algo que me ocurre a cada instante.
-Ahora que el preso se apagó definitivamente.
-Y las bombillas ya no tiemblan.

martes, 15 de marzo de 2011

-Puede.

-Baja por las escaleras mecánicas de la FNAC y es la única que no se mira en el espejo del lateral. Todas las demás, los demás, los niños, se miran bajar por las escaleras mecánicas. ¿Tiene amigos? ¿Va al cine? ¿Al teatro? ¿Se pone lo primero que encuentra? ¿Tiene un color favorito? ¿Desea asesinar a su madre? ¿Mal beber? ¿Infancia? Ignoro todos estos detalles sin importancia acerca de ella. Pero que nadie me diga que no la conozco. 
-Eres la única que la conoce, ¿verdad?
-Soy la única.
-Claro.
-¿Puede llamarse celos lo que siento al presentirla paseando en su bicicleta -apuesto que de color negro-  silbando melancolías para sus adentros, dejando en la calle, hasta un momento después de doblar la esquina, la estela -como un vaho- de una sola mirada -¡no la mía!- que ahora vuelve a pestañar, turbada?
-Puede. 

miércoles, 9 de marzo de 2011

-Ahí te has pasao.

-Dejaste tan poca huella en la vida de tanta gente que, si alguno de nosotros recordara tu nombre, intentaríamos promoverte a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
-Devuélveme mi séptimo sentido, ése que yo tenía no recuerdo para qué.
-Si duermes junto a mí, y de madrugada te despiertas con intención de abrirte un caminito a fuerza de acariciarme con tu pierna, deja tu mensaje después de oir la señal.
-Sólo una cosa se interpone entre tú y yo: tú.
-El secreto de tus pasadizos es que no son secretos.
-Si tienes un niño y le pones Rencor no le daré mis apellidos.
-Ahí te has pasao. 


martes, 1 de marzo de 2011

-Por eso, amigo.

-Olvidé todas las historias.
-Por eso te empeñas, vanamente, en recordarlas.
-Por eso no lo consigo.
-Por eso ninguna de las historias que escribes es verdad.
-Por eso no tiene ninguna importancia la cuestión de la mentira.
-Por eso las libretas de apuntes te pierden a ti.
-¿Por eso?
-Por eso, amigo.

miércoles, 23 de febrero de 2011

-Séalo.

-No sabe usted con quién está hablando.
-Lo sé perfectamente Esmit.
-Señor Esmit, si no le importa.
-Me importa, sí. Creo que podríamos ser amigos, si usted no fuera quién es, y, sobre todo, cómo es.
-Mire, Guolquer, permítame ser sincero.
-Séalo.
-Lo seoleré.
-No se exceda en el absurdo, Esmit, recuerde que esta conversación está siendo grabada, y, a pesar de nuestras diferencias, no quisiera que quedara usted como un absurdo excedido en el absurdo.
-No tema por mi reputa reputación, Guolquer.
-Somos pura puta reputación, no lo olvide, Esmit.
-No recuerdo la última vez que olvidé recordar dónde dejé olvidada mi puta pura reputación. No tema.
-Me temo que el tema no es el temor.
-Me temo que temo no ser temido.
-Vamos llegando al meollo del asunto, Guolquer.
-Puede llamarme Yoni, Smit, así me llaman mis amigos, y, llegados a este punto, creo que puede usted considerarse mi amigo.
-Eso debería decirlo yo, Yoni, y yo ni sé si yo soy mi amigo, amigo mío.
-Creo que de un momento a otro ocurrirá lo inevitable.
-Bésame entonces, tonto.
-Llámame Yoni, Guolquer, que tonto sólo me lo llamaba mi madre cuando mi padre no estaba en casa, cuando estaba, era él quien me llamaba tonto. Cuando estábamos los tres en casa... recordar me hace tanto daño.
-Te besaré sólo si tú me llamas Piter, Yoni.
-Piter.
-Yoni.
-...
-Necesitaba este beso.
-Sí, siempre es conveniente ser besado antes de que el diálogo nos explote en la boca.
-...
-He tenido una erección.
-No es evidente.
-Es que no la he tenido ahora, sino en diciembre del '85, Yoni.
-Yoni eres tú, yo soy Piter.
-No sé si creerte.
-El amor se basa en la confianza, Piter.
-Y dale con Piter.
-¿Qué estabas haciendo cuando lo del 23-F?
-Me alegra que me hagas esa pregunta, Piter.
-...
-...
-Cada vez me besas mejor, Yoni.

domingo, 20 de febrero de 2011

-Hay que ver.

-¿Así era el camino de piedritas? ¿Así se traducía a la vista el cris, cris de las pisadas? ¿Así era la forma de la discreción de la casa paterna? ¿Así era de serenamente imponente la puerta de entrada? ¿Así de madera eran las sombras que se proyectaban sobre el suelo antiguo al entrar? ¿Así era la pecera? ¿Así de colorines y vivaces eran los pequeños peces que intuía tal vez rojos? ¿Así de equívocos eran los caminos a seguir una vez puestos en la disyuntiva de ir hacia una de las habitaciones? ¿Así de mal elegía siempre? ¿Así de decidido me encamino ahora a buscarte? ¿Así era el cuerpo de Carmen? ¿Así la cara de Miguel? ¿Así era el tiempo pasado por las fotografías del recuerdo? ¿Así de negras eran mis gafas negras? ¿Así eran las cosas después de tantas preguntas a ciegas? ¿Así son?
-Hay que ver.

viernes, 11 de febrero de 2011

-Estás completamente loco.

-Tal vez ocurre que hemos dejado de vernos. De tanto convivir. Nos confundimos con nuestra vida. Nos nublamos. Nos nubarramos. Nos neblinamos. Hubo un día -pero no sabemos cual, yo arriesgo que aquélla tarde de hace dos años, cuando volvimos de la comida con Juan- en que comenzamos a eructar soterradamente la niebla que fuimos incorporando durante años. Diez o doce. Algunos de los cuales -estadísticamante, sumando horas de tardes, noches, etc.- fuimos felices y no sólo relativamente felices. Recuerdo la primera mañana en que fui consciente de la niebla. La niebla ya fuera de nosotros. Ocultándonos. Te entreví saliendo del baño. En realidad, estabas entrando.
-¿A qué viene todo esto?
-¿Ves lo que te digo? No estoy ahí, no estoy frente a ti. Estoy detrás.
-¿Qué dices?
-Que vivimos rodeados de espejos, por eso no sabes dónde estoy. Yo tampoco estoy seguro de por dónde andas ahora mismo. Aparentemente estás en todas partes. Estoy rodeado de vos y por eso no consigo verte entre esta turbidez.
-Estás completamente loco.
-Ojalá lo estuviera completamente. Pero no es mi culpa. Ni es tu culpa. Es culpa de la niebla.
-Duerme, anda.


viernes, 4 de febrero de 2011

-A algunos padres les cuesta hablar.

-Cuando yo tenía once años mi padre me ahorcó en un aeropuerto. Yo viajaba con mi madre. Él se quedaba. Mi vuelta estaba prevista para un mes más tarde. Pero él no pudo evitar ahorcarme entre lágrimas en el aeropuerto. Él sabía que era imposible evitar que me fuera. Pero también sabía que era imposible dejar de llorar y de abrazarme a la altura del cuello.
-A algunos padres les cuesta hablar.
-Mi padre habló esa tarde haciéndole una llave de amor a mi tráquea. Cada uno hace lo que puede con el idioma de que dispone. Yo abrazo a mi hijo casi a diario, para no verme abocado a ahorcarlo de amor una tarde en un aeropuerto.
-...
-Hay abrazos de donde no se vuelve. Si me permites la grandilocuencia.

martes, 1 de febrero de 2011

-Hacer un túnel.

-Hacer pan.
-Hacer el amor.
-Hacer el bien.
-Hacer el mal.
-Hacer lo posible.
-Hacer memoria.
-Hacer el tonto.
-Hacer un gol.
-Hacer tiempo.
-Hacer un lugar.
-Hacer más.
-Hacer pis.
-Hacer  las maletas.
-Hacer diana.
-Hacer aguadillas.
-Hacer el boca a boca.
-Hacer un truco.
-Hacer llover.
-Hacer llorar.
-Hacer reír.
-Hacer fuerza.
-Hacer sombra.
-Hacer un trato.
-Hacer algo.
-Hacer pesas.
-Hacer el vago.
-Hacer las paces.
-Hacer de tripas corazón.
-Hacer un dibujo.
-Hacer un gurruño.
-Hacer un mundo.
-Hacer huelga.
-Hacer reformas.
-Hacer burla.
-Hacer gracia.
-Hacer mutis por el foro.
-Hacer como que no.
-Hacer un túnel.
-Hacer sobremesa.
-Hacer la digestión.
-Hacer el trabajo sucio.
-Hacer de poli bueno.
-Hacer de tu capa un sayo.
-Hacer un nudo.
-Hacer saltar la banca.
-Hacer la "o" con un canuto.
-Acércate.

lunes, 24 de enero de 2011

-Buenos Aires dos.


¡No sabes las ganas que tengo de verte!
Aquí estoy varado, sin plata y sin fe...
¡Quién sabe una noche me encare la muerte
y, chau Buenos Aires, no te vuelva a ver!

Enrique Cadícamo

-Tango. La pareja viajera fue a ver el concierto del Quinteto Real en el Torcuato Tasso (compartieron mesa con una pareja de desconocidos); a ella se le cayó el primer lagrimón instantes después de la primera nota. Subieron a tocar sólo dos canciones Horacio Salgán y Ubaldo de Lío. Salgán -el flaco, el piano- tiene noventa y cuatro años. De Lío -el gordo, la guitarra-, tal vez tenga unos ciento ocho. Pero al piano y a la guitarra parecen lo que son, dos grandes músicos con historia saliéndosele por los dedos.  (se despidieron de la pareja desconocida con quienes sólo brindaron y se despidieron.) Cenaron en el Club Social, un sitio que les recomendó su amigo F. Les gustó todo. Hasta la tarjetita que les trajeron con la cuenta. Él contuvo un gracias a la camarera, recordando lo que le había pasado el día anterior con el camarero de la parrilla.  (volverían la última noche, y se encontrarían con que la oscuridad era total en toda la calle. Sólo podían ofrecerles ensaladas. Se tomaron a risa la absoluta oscuridad argentina.) Pidieron un taxi porque el barrio estaba oscuro. La pareja se mueve por la entrañable ciudad entre la iluminación precaria y la imprevista oscuridad total. La oscuridad argentina. La medialuz porteña. El oscuro taxista, tarareando con sentimiento un reguetón salido de la radio, no ayuda a tranquilizarla a ella. ¿O el taxista del reguetón fue el de la madrugada del primero de enero? Pasaron la noche de fin de año con su amigo F y su familia. Lo pasaron muy bien. Una de sus perras sobrellevó los largos minutos de explosiones de cohetes desatada a las doce metida en la bañera, el otro perro enfrentándose rabioso al ruidoso ente proveniente de la calle, defendiéndonos de la alegría  (o el alivio esperanzado de haber llegado al final, de seguir aquí, allí.) de los demás. Salieron a caminar por Puerto Madero, ese invento que quedó bien. Un sitio que no existía, que era maleza y río, hace veinte años, cuando él se fue a un sitio que sí existía, en su familia,  en las cartas, y, comenzó a saberlo hace veinte años, en su futuro. Hablaron acerca de las diferentes maneras de celebrar la llegada del año nuevo. O de despedir el viejo. Acá ni uvas ni campanadas. Más ruido. Menos luz. Calor. Se acostaron a las cuatro de la mañana. Pactaron la intensidad del aire acondicionado de la habitación del hotel -disfrutan tanto de esos sitios impersonales, de paso-. Perdió él. Ella cree que ganó él. Desde la ventana del hotel se ve el obelisco. Y el horrendo luminoso atrezzo navideño que le han puesto. Apagan la luz. Duermen felices porque nadie apaga la luz por ellos.  Los amigos L y M, y sus dos hijas, los llevaron nuevamente a Puerto Maderio, esta vez de día. Alegría por estar con ellos. Si necesitas familia él te recomienda a sus amigos. El viajero aspira una especie de razonablemente bucólico sentimiento familiar que le encanta. L y M eran amigos también de su amigo N, también conocido como El Negro (en Argentina no es necesario ser de raza negra para que te llamen negro), pero ya no lo son. Hubo intento, hubo fracaso, de reunificación. El Negro les hace un asado, en la misma parrilla de su casa de la última vez. Lo importante es el ritual, dice hoy como repitiera hace dos años. Tiene razón. Beben una botella de vino español (Rioja) que aporta la pareja, antes de dar el primer bocado a la carne. Y otra, de vino argentino (uva Malbec, Mendoza) durante el asado. Con  chorizo, mollejas y chinchulines, que, después de la inminente visita al médico, el colesterol del viajero recordará entre lágrimas. Qué rica la carne del ritual.
-¿Qué es esto, un diario?
-Yo qué sé.
-¿En tercera persona?
-Buenos Aires dos.


miércoles, 19 de enero de 2011

-Volverá a verla.


Reconozco el hecho de que volveré a ver a Ingrid.
Igmar Bergman

-De un momento para otro. De un momento de vida, para otro momento de muerte. Es así como nacen los fantasmas. El parto, estrictamente, -es decir, sin contar los preliminares, la gestación que es la propia vida, desde que nacemos, desde que nacen nuestros antepasados- ocurre en un chispazo de segundo. Había vida y ahora hay fantasma. Le gusta pensar eso al viejo. Le gusta pensar que es así de simplemente como ocurren las cosas. Necesita creerse esa teoría. Su mujer, la mujer de su vida, murió hace hoy exactamente un año. Y sabe desde aquél día, cuantos días, meses, han pasado, han ido pasando, desde su muerte. Ahora, ahora mismo, sentado en el sofá, iluminado por libros más o menos tristes, solo pero no más solo que nunca, se repite la querida idea de la muerte y el fantasma.
-Volverá a verla.
-Tiene esa seguridad. Es feliz porque su desgracia está matizada por su querido ayer, y por su certero mañana.
-Cuando él se transforme en fantasma.
-Recuerda cada día los mensajes, las llamadas, en que decía a su amor las ganas que tenía de volver a verla. Sabiendo que, si la muerte no le estafaba la vida cualquier tarde, el reencuentro ocurriría dentro de unas pocas horas, minutos.

sábado, 15 de enero de 2011

-Salió del hotel temiendo ser seguido.

-Salió del hotel temiendo ser seguido.
-No tenía motivos para sentir lo que sentía, puesto que su única perseguidora posible dormía como un tronco en la cama que habían compartido durante horas.
-Se trataba de un sentimiento paranóico del que el hombre era plenamente consciente: estaba acostumbrado a sentir lo que sentía.
-Se metió en el taxi y pidió ir hasta el otro hotel, donde, presumía, lo estaba esperando la otra.
-La otra transformaría en la otra a la que acababa de dejar en la cama. Esa mujer haría que su paranoia se volatilizara con el aliento del primer beso.
-Mañana por la mañana ya vería a qué nuevo hotel se dirigía. Acompañado de ya se sabe qué sentimiento. Dejando desnuda, durmiendo, a la nueva ex mujer de su pasado reciente.
-A la mañana siguiente, salió del hotel temiendo ser seguida.
-No tenía motivos para sentir lo que sentía, puesto que su único perseguidor posible dormía como un tronco en la cama que habían compartido durante horas.
-Se trataba de un sentimiento paranóico del que la mujer era plenamente consciente: estaba acostumbrada a sentir lo que sentía.
-Se metió en el taxi y pidió ir hasta el otro hotel, donde, presumía, lo estaba esperando el otro.
-El otro transformaría en el otro al que acababa de dejar en la cama. Ese hombre haría que su paranoia se volatilizara con el aliento del primer beso.
-Mañana por la mañana ya vería a qué nuevo hotel se dirigía. Acompañada de ya se sabe qué sentimiento. Dejando desnudo, durmiendo, al nuevo ex hombre de su pasado reciente.
-Salió del hotel temiendo ser seguido.

miércoles, 12 de enero de 2011

-Buenos Aires.


Si querés escucharé a la BBC
aunque quieras que lo hagamos de noche.
Y si quieres darme un beso alguna vez
es posible que me suba a tu coche.
Pero no bombardéen Buenos Aires.

Charly García


-Calor. Lo primero que les dicen al llegar al aeropuerto, después de doce horas de vuelo y, tal vez, una de esperar las maletas (las cintas transportadores tienen otra forma de medir el tiempo, son como extraños relojes imprevisibles) fue que tal vez no llegaran al centro con el coche. Había huelga de nafta, de surtidores de nafta. El chófer confiaba en que llegarían, pero la dueña del coche no lo tenía tan claro. Enseguida se les informó que estaban sufriendo imprevistos cortes de luz. ¿Quiénes? Algunos. Todos. Cualquiera. Al final llegaron, después de cargar nafta en una estación de servicio que, no le pregunten por qué, vendía el preciado combustible. También tuvieron que atravesar, previo pago, claro, dos peajes. Él leyó una indicación en el listado de tarifas que llamó su atención. Durante las horas pico (en España, horas punta), te cobran treinta centavos más. Se lo comentó al chófer. Sí, le respondió.  La cola para atravesar el segundo peaje se alarga (no sólo las cintas transportadoras manejan el tiempo con estilo particular) y el chófer comenta que la gente está tranquila. Enseguida agrega que si todos se ponen a hacer sonar las bocinas, levantan las barreras y dejan pasar a todo el mundo sin pagar.  Hay una ley que sentencia que un conductor no puede esperar más de cierto tiempo (él no recuerda cuánto, pero eran minutos, y no eran muchos) para abonar y entonces atravesar un peaje (la bocina contra el manejo arbitrario del tiempo de uno). Él es argentino, aún así, y tan sólo dos años más tarde de la última visita, hay cosas que le siguen resultando extrañas hasta la carcajada. Llegaron al hotel e hicieron el primer amor. Salieron a la calle que siempre suele ser Corrientes. Con las horas de más y de menos ralentizándoles y acelerándoles la marcha. Y no tardan en comprarse el primero de los veinticinco libros que se traerán a Madrid. La consabida pizza de rúcula en Los Inmortales fue el primer manjar en caer. No, el primero fue una deliciosa ensalada rusa, que ella llamó ensaladilla, porque es española (Extrañamente, a la comida china, los chinos la llaman simplemente comida. Les Luthiers). La mayonesa (con ese toquecito a limón), que ambos llamaron mayonesa diferenciándose sólo en el énfasis con que pronuncian la ye, antes conocida como y griega, la forma de cortar las patatas, las zanahorias, no sé, riquísima. Al amigo de él, P, siempre le falto un tornillo (¿a quién no?) ahora, además, le falta un diente. Dura un rato la conmoción, pero se va camino de las risas que les siembra el pasado. Cenaron en una parrilla de la calle Corrientes a la que no era la primera vez que la pareja viajera entraba. Seguramente la próxima vez que se vean se reirán de cuando aquélla noche el camarero creyó por un momento (y el viajero argentino también) que podría quedarse con ochenta pesos de propina por un “gracias” que malinterpretó o bieninterpretó, según se vea, en el momento de pagar. Finalmente, el camarero (en Argentina, mozo) se decidió a traerles el vuelto. Se quedó con casi treinta pesos de propina. A estas alturas, la pareja ya podía concluir que el precio de la comida había subido mucho y que el de los libros se mantenía, más o menos, como hacía dos años. Todos rieron mucho esa noche.
-¿A qué viene esta parrafada?
-Buenos Aires.
-...
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