jueves, 25 de febrero de 2010

-Tienes que poner de tu parte.

-No hay modo de medir lo que pasa en el metro.
-...
-¿Te gusta?
-Sí. ¿Ahora vas a deleitar a tus lectores relatando vuestro encuentro en la línea 6?
-Siempre supe que lo superaríamos.
-Yo creo que nunca lo superaremos.
-Tienes que poner de tu parte.
-Eso pídeselo a ella.
-Ella ya no existe.
-Nunca superarás su número de teléfono.
-Fue hace cinco años.
-Te ruego que no vuelvas a soltarme eso del tiempo y las heridas.
-No lo haré.
-El pasado no deja de pasar. No es pasado, es pasando. Hasta que no aceptes esta verdad...
-¿Entonces, estamos perdidos?
-Claro. Pero desde antes de habernos conocido.
-No quiero estar perdido.
-A ver cuándo maduras.
-Fue en la línea 4.
-...
-Está bien que te confundas. Es un primer paso.

lunes, 22 de febrero de 2010

-No demasiado.

-¿Por qué lo has hecho así?
-¿Así cómo?
-Me lo has hecho como si se lo estuvieras haciendo a otra.
-No hace mucho me dijiste que me repetía, que siempre lo hacía igual.
-Ah, claro, por eso has decidido engañarme conmigo. Con la otra que puedo ser.
-Sí, por eso.
-¿Y te ha gustado?
-No demasiado.
-¿Prefieres a la que soy casi siempre?
-Al otro. Prefiero al otro que soy de vez en cuando.
-Bésame.
-...
-¿Qué miras?
-A ti.

jueves, 18 de febrero de 2010

-Pregúntale.

-Padre e hijo se arrastran por un mundo devastado. Hacia algún sur. Buscando el calor. El mar. Tal vez sólo buscando no detenerse. Yendo juntos a ninguna parte. Pordioseros helados. El amor más despojado en tiempos después del tiempo. Caníbales acechando tras los bastidores del escenario para siempre baldío. Un revólver. Un carrito de hipermercado. Ropajes robados a cadáveres. Te quiero, hijo. Te quiero, papá.
-La chica lee la novela en el metro. Está acabándola. Concentrada en la prosa seca y fría que hiela y puede hacer llorar. Tiene que ser complicado leer esa novela en el metro.
-La película es fiel a la novela.
-La novela es mejor.
-Ninguna novela puede ser mejor que una película. Ninguna película puede ser mejor que una novela. A mí me gustó la novela. También la película.
-Me gusta la chica que lee. ¿Crees que habrá visto la película?
-Sí.
-No.
-Pregúntale.
-Procuro no evidenciar mi patetismo en público.
-Lee a McCarthy y tiene unas piernas interminables. No encontrarás nada mejor en tu vida. No tienes ninguna otra esperanza de arribar a alguna calidez post-apocalíptica.
-Gracias, amigo.
-Uy, te ha mirado.
-Gilipollas.
-...
-No es tan alta.

martes, 16 de febrero de 2010

-Le gustaba la lluvia.

-Tiene la cara como acerada.
-El maquillaje.
-Está diferente.
-Eso es la muerte.
-Ya. Quiero decir que se ha desvirtuado un poco su rostro. El gesto. El rictus.
-La vida se le ha ido. Ha de ser eso.
-No vuelvas por ahí. Ya lo sé. Quiero decir que parece haber perdido otras cosas, además de la vida.
-Es sólo el envase. Y no es un envase desagradable. Si tuviera una cámara de fotos. 
-Si quieres mi móvil.
-¿Tiene cámara?
-Claro, no te lo dejaría para que llamaras al cadáver de
-Shhh... 
-No he levantado la voz.
-Olvidamos dónde estamos.
-No me des clases de civismo.
-A uno le entran ganas de reir en estos sitios. Llorar y reír. Estos son santuarios del contraste. La vida y la muerte.
-¿Alguna obviedad más?
-No, sigue tú, profundo de los cojones.
-Mira.
-¿Qué?
-El lunar.
-Sí, su famoso lunar.
-Más famosa era la constelación de lunares que tenía en
-Tiene. 
-Que tiene, sí.
-El caballo alado.
-Y dale. La constelación formaba más bien
-Forma.
-Forma una extraña cascada.
-Hubiera querido necesitar más de su...
-...
-...
-De su cuerpo.
-No, de su cuerpo no.  Del resto.
-Una cosa es dejarse tocar y otra dejarse querer. No se dejaba querer.
-A mí me quiso.
-Sí, claro. 
-A su esquiva manera. Yo no le correspondí como se merecía.
-Tal vez porque no se merecía más que...
-Permiso.
-Sí, perdón.
-Si nos diculpan. Tenemos que proceder al sellado del
-Sí, sí, claro.
-...
-...
-Parece que fuera llueve.
-Le gustaba la lluvia.
-¿Qué?
-Que me parece bonito que hoy llueva. Le gustaba la lluvia.
-De donde te sacas eso?
-Me lo dijo.
-¿Hablabais de eso?
-Poco. A veces. 
-Yo no hablaba. Yo iba a lo que iba.
-Yo también. Pero a veces me contaba algo. No sé, se aburriría conmigo.
-Nada personal. Se aburría con todos.
-Era una cualquiera singular.
-...
-Joder. Sí que llueve. 
-Dejaré escrito que no maquillen mi cadáver.
-¿Qué malo el café del tanatorio, no?
-Una auténtica mierda.
-¿Cuántos años le caerán al marido?
-No sé. Pero no estaban casados.
-Da igual.
-Sí, da igual.

viernes, 12 de febrero de 2010

-¿Es una ironía, no?

-Ya no escribo cartas. Ni marco naipes. Ya no le escribo a él. Ni a ellas. Ya no hago goles. Ni los evito. Ya perdí ante rivales indignos. Ya gané a alfeñiques con gafas. Ya empaté conmigo. Ya no hago listas de más de dos ítems. Ya no recuerdo el rostro de mi primera novia. Ya no pienso que todo tiempo pasado fue pasado. Ya no tengo nostalgia de cosas que tanto necesitaba.  Ya me sé el oficio. Ya se ha muerto papá. Ya puse la otra mejilla. Ya me robaron mi mejor perfil.  Ya soy añorado por quienes tanto me odiaron. Ya me gané el infierno. Ya pasó mi cuarto de deshora. Ya no vuelvo a no creer en algún dios. Ya me hice perdonar por mí. Ya no estoy para aquellos trotes. Ya tendréis noticias mías. Ya me espera desnuda. Ya no imagino a mi amigo imaginario. Ni qué decir tiene que ya ni qué decir tengo.
-Y ya tienes un hijo.
-Sí. Por lo demás, sigo siendo aquél.
-¿Es una ironía, no?
-¿Tú qué crees?
-Que sigues respondiendo algunas de mis preguntas con una pregunta.
-Hay cosas que nunca cambian.

miércoles, 10 de febrero de 2010

-Todo cambiará.

-La primera vez se me cayó el alma al suelo. La segunda, sólo hasta las rodillas. Una semana más tarde, mi alma ya no se movía de su sitio. 
-Una especie de forzada cura de humildad.
-¿Cura de humildad...? Prefiero las monjas de petulancia. Como las que atienden el comedor social.
-¿Se come bien?
-He comido en sitios mejores. Pero se come caliente. Y el postre es una fruta que te hace creer que podrás aguantar hasta mañana con una sola comida. Y lo cierto es que funciona.
-Puedes venir a comer a casa, no te lo repito más.
-No te preocupes, ya te he dicho que funciona. 
-¿Has hecho algún amigo?
-También van mujeres. Pero no, entre mi timidez y mi vergüenza -conservo mi alma en su sitio, pero está sonrojada- no levanto la vista del plato, ni la voz del pecho.
-Todo cambiará.
-No me importa seguir así. Es inspirador. Ayer, al salir del comedor -la cola era más grande que cuando entré-,  escribí algo que me vino durante la sopa. 
-Dime.
-Esto, léelo.
-A ver... Cuidado con el perro. Y mucho cuidado con el dueño. Bien. ¿Qué quieres decir?
-No sé.
-...
-El pan es lo más rico de la comida. 
-Siempre te gustaron los restaurantes que ponían esmero en el pan.
-El pan nuestro de cada día, ¿no?


lunes, 8 de febrero de 2010

-No-te-confundas.

-No te confundas conmigo.
-Pero, si no sé quién eres.
-Por eso te lo digo. Vete con cuidado.
-Empezaré por confundirme. Inevitablemente.
-No, no es inevitable. Puedes no confundirte. Si realmente lo quieres, puedes no confundirte conmigo.
-Acabo de conocerte. El único modo de acertar a la primera es haber acertado ya.
-...¿Qué? No me confundas.
-La única manera de no confundirme contigo es intentarlo con otro. Con alguien que me dé margen para comenzar por la confusión, y, tal vez, acabar aclarándonos.
-No-te-confundas.
-Entonces me voy. Lo dejamos aquí y me voy.
-Si ese es el modo que tienes de no confundirte conmigo, adiós.
-Me hubiera gustado intentarlo.
-No conmigo.
-¿No te gusto, no cabe la posibilidad de que al final de la noche te guste un poco, o mucho, y mañana, cuando pienses en anoche, te guste un poco más aún? A mí puede sucederme. No es seguro, claro, pero tal vez ocurra.
-¿Mañana dices? No, mira, ya te lo dije.
-Vale, no me confundiré contigo, entonces.
-Mañana tampoco, ¿vale?
-Buenas noches.
-Buenas noches.
-¿Te importa que lea un rato?
-No, no.
-¿No te molesta?
-No. Apaga la luz cuando acabes.
-Claro, cariño

jueves, 4 de febrero de 2010

-Es la única por la que te pasas al monólogo cada vez que te arrancas.

-Porque destroza los días de mierda. Esos irremediables que chorrean por las paredes, gotean del techo, forman charcos que la más eficaz chica de la limpieza alimentaría con lloros ante la imposibilidad de hacer algo al respecto. Pues ella coge displicentemente los días de mierda y los mete en las bolsas negras -o en las malas, las azules compradas en el chino- y los tira al contendor mezclados con restos los orgánicos de la cena de ayer, del desamor de antes de ayer, del sueño precario por su culpa y por la mía. Y te enteras al día siguiente de lo que ha hecho. Su discreción actúa de madrugada. Profetiza sin querer que ya no podrás dejarla. Que hará magia con tus zonas erróneas y -te pongas como te pongas- te sentirás un poco imbécil cuando saques a pasearlas delante de su cara de incredulidad. Tal vez te diga que ya has vuelto a hacerlo, con tono desganado que te desganará. Celebra así sus pequeños y merecidísimos triunfos sobre mi megacampeona gilipollez. Los funambulistas no pierden pie cuando la ven, porque para extraviar la cabeza hay que ponerse a la altura de sus ojos. Yo, desde que la conozco, vivo dándome golpes contra los muebles, rodando por los suelos, renovándome la mala sangre que me inyectan los hijos de puta que desean lo peor a la gente feliz. Tal vez fuera posible resucitar de no haberme homenajeado por primera vez y por la vez mil y pico con su desnudez devastadora. No me importa disponerme ante ella con pelos y señales. Pero ahora, claro, después de su enamorada acción de desescombro de lo que de mis tragedias ha quedado, estoy muerto y enterrado y soy el sustrato de flores que no disponen de nombres en latín de los que fardar, pero también carecen de espejos adolescentes en los que creerse menos sencillas de lo que son. Tus rarezas morenas me erizan las risas me comen las penas. Juegas con las comas de mis discursos y les das el sinsentido que se merecen. La convivencia mata la relación y otras pelotudeces están siendo bellamente pintadas y barnizadas de colores y brillos cambiantes que tiñen de verdades mentiras universales -o tiñen de lo contrario-, tales como que la fecha de caducidad del amor viene impresa en la ya madura tapa de mi corazón.
-Carmen, ¿no?
-...
-Es la única por la que te pasas al monólogo cada vez que te arrancas.

lunes, 1 de febrero de 2010

-Se acostaba conmigo por no hacerle eso a un amigo.

-Se acostaba contigo sin ánimo de ofender.
-Puede ser. Pero se acostaba contigo con sed contractual: lunes, miércoles y viernes.
-Eso parece un hecho irrebatible. Pero se acostaba contigo sin ánimo lúdico, sólo por vocación de someter, estarás conmigo.
-Clarísimamente. Del mismo modo, te digo que se acostaba contigo porque hoy no se acostaba con otro.
-¿Te crees que no lo sé? Pero no me negarás que se acostaba contigo por rememorar la segunda vez (la que no se olvida, aunque se intente).
-Obviamente. Claro que se acostaba contigo por no hacer el amor contigo.
-Sincerémonos: Se acostaba contigo porque era asistenta social y tú eres mi socio.
-Se acostaba contigo pero ahora sólo se acuesta conmigo.
-Se acostaba conmigo por no hacerle eso a un amigo.
-¿Amigo? Sólo somos socios, si no te importa.
-Como quieras. Pero por si te interesa, ella sigue siendo asistente social.
-Pues ándate con cuidado, entonces.

Related Posts with Thumbnails