lunes, 30 de mayo de 2011

-Otra frase hecha.

-Seguramente antes de hacerlo pensó que la expresión acabar con su vida, era la apropiada para jugar antes de acabar con su vida.
-Le gustaba mucho desentrañar, o entrañar a su modo, las frases hechas.
-Quienes no le conocían decían que era un tipo solidario.
-Otra frase hecha.
-Creo que era un tipo solitario porque estaba rodeado de amigos solitarios que, como él, preferían no juntarse con nadie.
-Era más reconocido que famoso.
-Él no había aspirado a ser ninguna de esas cosas.
-Tal vez ese fracaso. Tal vez algún otro. Tal vez su exitoso modo de triunfar como perdedor. 
-Cualquiera sabe por qué alguien acaba con su vida o la de otro.
-La gente mata por razones sólidas: Raymond Chandler, creo.
-Y se mata.
-Ella cree que un día de estos dará con las razones que -ahí va otra frase hecha- lo empujaron hacia el precipicio.
-Lo vió aquella noche. Ella salía del restaurante, a las dos de la mañana, después de su jueves de trabajo. Ya era viernes, entonces. Él iría pensando que lloviznara en la ciudad que lloviznara, llamaba a esa lluvia garúa. Así en Praga como en Buenos Aires. Él no caminaba pegado a la pared, resguardándose bajo los salientes de las casas, las cornisas, los balcones. Bueno, llevaba su sombrero, claro, pero nunca lo concibió a éste como paraguas. Tampoco caminaba deprisa. Ni disfrutaba de la llovizna. Más bien le gustaba padecerla plácidamente. Todo lo contrario que ella. Él iba y ella venía. Y viceversa, claro. 
-Sabes como es.
-Sí, tal vez no sea verdad que él la mirara de reojo durante ese microsegundo que duró el cruce.
-Pero seguro que ella sí que lo miró.
-Y supo que era él. Por eso frenó en seco y se volvió, y por un instante se olvidó de la noche, del agua y del pasado que acababa de pasar junto a ella. 
-Y ella junto a él, claro.
-La noticia del día siguiente disparó la mitificación del momento. 
-Del genio.
-Del sabio.
-No sé si quiero verla, escuchar su teoría.
-Yo también prefiero leer el cuento que no tardará en escribir, que escucharla contar la experiencia que volcará en el cuento.
-Hay gente que es mejor por escrito.
-¿También lo dices por él?
-No lo sé.
-...
-No he dicho eso de pérdida irreparable en ningún momento.
-A mí también me ha costado bastante contenerme.

viernes, 20 de mayo de 2011

-A probar el agua.

-Si lloviera aquí dentro.
-Te pediría que te quedes.
-A probar el agua.
-Que dejaría la lluvia.
-Sólo tu lengua podría pasar.
-Sólo podrías pasar tu lengua.
-Pero tu excusa para no lamer.
-Es que aquí dentro ya no nos llueve.
-La escasez de goteras.
-Acabará con nuestro amor.
-Y con mis secas promesas de siempre.

miércoles, 11 de mayo de 2011

-Yo no estaba allí cuando me amaste.

-Yo no estaba allí cuando me amaste.
-Vos no estabas allí cuando gasté mi sueldo en flores.
-Yo no estaba allí cuando perdí tu virginidad.
-Vos no estabas allí cuando te olvidé en el cine.
-Yo no estaba allí cuando pagué la cuenta.
-Vos no estabas allí cuando estaban las otras.
-Yo no estaba allí cuando posaste para mí.
-Vos no estabas allí cuando batí el récord dentro de vos.
-Yo no estaba allí cuando llegaste al final.
-Vos no estabas allí cuando me sorprendiste con tu hermana.
-Yo no estaba allí cuando el dinosaurio se quedó dormido.
-Vos no estabas allí cuando fingí no verte allí.
-Yo no estaba allí cuando por fin abriste tu entrada entrecerrada.
-Vos no estabas allí cuando supiste que eras mi ventrílocua.
-Yo no estaba allí cuando caí en tu caída de ojos.
-Vos no estabas allí cuando pasó el último tren.
-Yo no estaba allí cuando me perdí lo mejor.
-Vos no estabas allí cuando volví a decirte adiós para siempre amor mío.

viernes, 6 de mayo de 2011

-Qué pieles tan blancas.

-Ya lo ve. Una de ellas tumbada sobre la cama. La otra, sobre el sillón. Ambas impúdicamente muertas, semi desnudas o semi vestidas. Las dos con la tendencia congelada de hacerse una con la moqueta. Completamente elegantes. Muertas en blanco y negro. La de la cama en negro. La del sillón en blanco. Poco rojo. Sólo -perdón por la cursilería algunas veces leída, pero no me resisto a decirlo así- pequeñas flores rojas abriéndose a la altura de sus corazones. Y esas leves guardas rojizas en las paredes.
-¿Arma blanca?
-Blanca y negra, ya se lo dije.
-¿Sabemos algo del móvil?
-El de la dama de negro sonaba cuando llegué. El de la de blanco, puede verlo aún, apresado en su mano. 
-El gerente dice que las cámaras del hotel han atrapado al asesino.
-Sólo falta discernir entre los cientos de abrigos de solapas levantadas, gafas negras, sombreros.
-Por algún sitio habrá que empezar.
-Empiece usted. Yo me quedo en esta habitación hasta que llegue el juez. Con ellas. Esperando que la seda siga su curso. Tengo todas mis esperanzas puestas en los cuellos de sus blusas. Deslizándose camino de su perdición perdida.
-Qué pieles tan blancas.
-...
-Lo dejo solo, entonces.
-Me deja usted en la mejor de las compañías.

martes, 3 de mayo de 2011

-Poseo todo lo que carezco.

-Me pegaré un tiro.
-Teniendo sumo cuidado en hacerlo de tal modo que yo pueda venir a despegarlo cuando quiera.
-Poseo todo lo que carezco.
-El diablito y el angelito se dicen cosas hirientes de la boca para afuera cuando los encuadran las cámaras de Teleconciencia.
-Pero cuando se apagan las luces, cuando cae la bruma adormidera, cuando sueño, se besan, se acarician, y se hacen muy bien el mal y muy mal el bien mutuamente.
-Somos incondicionales de las condiciones.
-Un matrimonio en toda regla, mi amor.
-Cuando hago el amor no pienso en mis lectores.
-Bien, ahora toca volver a leer y encontrarle un sinsentido a todo esto.
-Conmigo no cuentes.
-Cómo eres.
 Ilustración de Miguel Villar
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