sábado, 25 de diciembre de 2010

¿Entre vosotros?

-Le conté que había soñado con ella. Me creyó. Siempre creía mis mentiras.
-Tú creías que ella te las creía.
-Sí. Luego, cuando despertó, supe que era ella quien me había hecho creer que llevaba horas despierta.
-Bueno, a veces tú creías que te mentía. Y, a veces, no lo hacía.
-Era puntualmente sincera.
-Y tú puntualmente descreído. Sólo que en los momentos equivocados: le creías las mentiras y descreías de sus verdades.
-Esos malentendidos siempre dejaron claro lo que había entre nosotros.
-Y también entre nosotros.
-¿Entre vosotros?
-¿Nunca te lo contó?
-Sí, lo hizo. Pero no le creí.

domingo, 19 de diciembre de 2010

-El delfín justifica los medios.

-La posesión va por dentro.
-Papilla sixtina.
-Ahogar, dulce ahogar.
-Terapia de choped.
-Paladar y tomar.
-Emboca, cerrada.
-El Titanic no vió el hice ver.
-Ama de casa detenida por posesión de estupperfacientes.
-No espejo volver a verme.
-Órden de alojamiento.
-Nómadas lo que necesito.
-Falsa molestia.
-¿Estupras o trabajas?
-Hospedería que me hicierais un favor.
-Berlanga y después morir.
-Oveja preñada por lechal un polvo.
-En cuanto a la reproducción, no ha gonada.
-Comienzo a ser consciente de la ley de la grave edad.
-Curva serrada.
-Se fue sin despiadarse de mí.
-El delfín justifica los medios.

martes, 14 de diciembre de 2010

¿Ya?

-El nieto no llegaba a los dos años. El abuelo ya no cumplía los ochenta. Subieron con dficultad el alto escalón del tren, que la vejez y la primera infancia tornaron en altísimo. Sentó al niño -alzándolo con esfuerzo- en uno de los dos asientos contiguos. El abuelo se sentó a su lado. Le suspiró una sonrisa. El pequeño miró por la ventana. Miró a su abuelo y volvió a mirar por la ventana. Al aproximarse a la siguiente estación, el anciano se puso en pie. Esperó hasta que el tren se detuvo por completo. Ayudó al nieto a bajar de su asiento. Ya habían descendido cuatro o cinco viajeros, y comenzaban a subir otros dos o tres, cuando el abuelo y el nieto, trabajosamente, conseguían aterrizar en el andén. Una chica, desde arriba, les tendió una mano que ya no necesitaban. El abuelo -de aspecto joven, pero tal vez de interior maltrecho- le agradeció el gesto con un leve gesto de su mano y una sonrisa. El tren arrancó y ellos, lentamente, se encaminaron andén abajo. O arriba. La chica se sentó en el asiento que ocupara el abuelo. Nadie se sentó a su lado. Miró por la ventana. Todo el rato.
-¿Ya?
-Ya.

lunes, 6 de diciembre de 2010

-Esta vez no.

-Me llamó desde Nueva York como si aún la siguiera queriendo. Colgamos y no fue capaz de comprender que no era así. Que había dejado de ser así desde mucho tiempo antes de que se hubiera ido. Antes, incluso, de que me hubiera dejado. Me resultó extraño comprender que seguía comportándose como entonces. Tal vez porque esperaba que el tiempo la hubiera cambiado. Aunque fuera a peor. Pero seguía haciendo esas cosas. Continuaba comportándose como si los hechos, las conductas, los nuevos caminos que habían tomado su vida y las de las personas -los personajes- que se incluían en su radio de influencia no hubieran sido registrados por ella. No hubiesen hecho ningún tipo de mella en su inconmovible y desquiciante manera de ser.
-Siempre fue una mujer de convicciones fuertes.
-Y vacuas.
-Vacuas y fuertes. Eso, quieras que no, hacía de ella una mujer especial.
-Lo que hacía de ella una mujer especial es que hubiera pretendido huir de mi vida llevándose a mi hija. Era de esperar que después de cinco años llamara una tarde como si nada.
-¿Por qué hablamos de ella en tiempo pasado si es en este presente que vive en Nueva York junto a tu hija?
-Porque el pasado es algo que está ocurriendo.
-Bueno, piensa sólo en tu hija, en que dentro de una semana volverás a verla.
-Mi hija es la preparación del desembarco de su madre.
-Si tan bien la conoces por qué has dejado que las cosas llegaran tan lejos. Por qué no la dejaste cuando debiste haberla dejado. Antes de que se apropiara de ti. Antes de que se apropiara de tu hija. De su regreso.
-No te alcanzará la vida para agradecerme que se haya apropiado de mí. Eras su segunda opción.
-Era su primera opción, pero yo no dejé que se apropiara de mí.
-Después de la avanzadilla de mi hija, ella volverá a embadurnar esta casa. Será tu oportunidad.
-El pasado es algo que ocurrió. No cuentes conmigo.
-Dirá que finalmente lo ha comprendido todo. Que está dispuesta a cambiarme los años pasados por los años por venir. Se comportará como si tuviera nuevamente veinticinco años y todo estuviera por hacerse. Por hacerse bien. Como si el tiempo no hubiera pasado entre nosotros. Conseguirá tenderme la trampa. Tenderme la cama. Acabará suplicándome que volvamos a hacerlo. 
-Ya sabes lo que debes hacer. Y sabes que debes hacerlo solo.
-Sabe cómo hacerme creer que me hará feliz. Sé que sigue sabiendo cómo hacerlo.
-Pero esta vez no le darás ocasión, ¿verdad?
-Esta vez no. 
-Deberás ser fuerte y olvidar que tu hija estará durmiendo arriba.
-Esta vez no.
-...
-Esta vez no.
-Y por nada del mundo me dejes echarte una mano.

domingo, 21 de noviembre de 2010

-Durante unas pocas horas nocturnas.

-Las había de bronce, de mármol, de escayola. Algunas estaban completas. Había también restos. Partes. Se podía ver el polvo del ajetreo del día asentándose. Había que mirar fijamente la nada, pero se podía.
-...
-Se quedó encerrado ocho o nueve horas, pero sólo se sintió así durante la primera. Acabó rezando para que no amaneciera. 
-No te entiendo.  
-Cogió el llamador de bronce de la puerta pensando en el resto de cuerpo de bronce. Era una de esas manos que al cogerlas y golpearlas contra la puerta generan un extraño encadenamiento con tu mano. Sientes una especie de poder. Es tu mano, pero no es tu mano quien llama para que le abran. ¿Era la mano de un hombre o la de una mujer? ¿A qué otra puerta llama la otra mano de bronce del cuerpo de bronce del que se desgajó esta mano? Golpeó la puerta con el llamador de bronce con tal cuidado de no dañar la mano, que apenas si produjo algún sonido dentro de la casa.
-¿Por qué hablas de ti en tercera persona?
-¿Hago eso?
-Sí.
-Llamé muy tenuemente a tu puerta.
-Desde luego, no me enteré que habías llamado. Sólo una vez.
-Me fui, incapaz de volver a llamar a la puerta con la mano de bronce.
-Pues te estaba esperando. Me había cambiado. No tenía demasiadas esperanzas de poder trazar juntos una historia. Aunque fuera la historia común de unas cuantas horas nocturnas.
-Ni siquiera fue eso.
-No. Y eso que me había arreglado especialmente. Aunque no tan especialmente como para que hubieras notado que me había arreglado espcialmente para ti, claro.
-Claro.
-Pero ni siquiera pudiste alcanzar a presentir que tal vez me había arreglado especialmente para ti.
-No. Tienes una mano demasiado bonita como para que lo nuestro fuera posible ni tan siquiera durante... ¿cómo dijiste?
-Unas pocas horas nocturnas.
-Eso. Tienes una mano demasiado bonita que no quise dañar. Imagina que me hubiese quedado con tu mano de bronce en mi mano.
-Eres extraño.
-Eso dicen. En mi casa tengo un timbre de lo más vulgar...
-Creo que debo colgar.
-Aquella noche comprendí que no hay nada más suave y esponjoso que algunas partes de algunas estatuas.
-Yo podría haberme quedado muy quieta, quizás.
-¿Sigue entrando esa luz por la claraboya de tu escalera?
-Supongo que sí. Voy a colgar.
-No lo hagas.
-...
-Cuelgo yo primero.
-Como quieras.
-Me da escalofríos oír ese sonido.
-Eres muy extraño. Aún para mí.
-Ese sonido final.
-...


sábado, 13 de noviembre de 2010

-No importa, le contesté, yo soy psicoanalista de río.

-Cuando la rubia irrumpió en mi despacho me sentí como en la primera página de una novela negra.
-Lo primero que dijo la rubia fue que era rubia de bote.
-No importa, le contesté, yo soy psicoanalista de río.
-La rubia miró al psicoanalista sin ocultar que no había acabado de comprender su respuesta. Enseguida se quitó el abrigo, debajo del cual había una rubia de bote casi completamente desnuda.
-Si no fuera por sus medias y sus zapatos, diría yo que es usted una rubia de bote completamente desnuda, dijo el psicoanalista sin quitar ojo al triangulito rubio de bote.
-Ella dijo que hacía esas cosas. No podía evitarlo. Y no pudo dejar de encogerse levemente de hombros, ni de sentarse frente al psicoanalista como si no lo tuviera delante. Como si lo tuviera detrás.
-El facultativo -agota escribir psicoanalista tan seguido-, es decir yo, al ver el movimiento ejecutado por la mujer antes de sentarse, deseé haber estado -también- detras de ella. Delante y detrás. Desdoblarme. Ser dos. Es usted una mujer inabarcable por un sólo hombre, le solté antes de arrepentirme de haberlo hecho. Me sentí un pobre hombre al acabar de confesar que tal vez si hubiera sido dos... Pero me sentí, qué coño.
-Ella dijo que causaba esos efectos. También le dijo que él era muy bueno haciendo su trabajo. Y  también que era muy bueno ocultando su erección.
-Son años ejerciendo mi vocación, dije, y me creí de lo más ingenioso. 
-Preguntó si creía que podía hacer algo por ella, por esa conducta que, quieras que no, le complicaba la vida.
-Soy un simple detective del inconsciente, de los malos, además, le dije poniendo la más triste de mis sonrisas.
-Ella hizo suspirar a sus pechos antes de decir que se lo tomaría como un sí. La rubia, acto seguido,  puso de pie a su triangulito.
-Disculpe que no me levante.
-Toda ella dijo algo así como "Muy bueno, sí señor", o "Fui poemo, ruiseñor", o vaya el investigador psíquico a saber qué dijo la rubia de bote mientras se envolvía con el abrigo con una gracia que ya quisieran para sí las decenas de visones necesarios para fabricarlo.
-La espermo mañana. 
-La rubia creyó haber escuchado "espermo", pero enseguida comprendió que era imposible que ese hombrecillo hubiera emitido semejante expresión de deseos (pensó expresión de deseos porque desconocía la expresión acto fallido, pero, para el caso, ambas expresiones son sinónimos). Le dió la espalda como si esperara que se la devolviera y se dirigió a la puerta.
-Se va usted de un modo que no podré perdonarme en toda la noche, le dije.
-Ella no se volvió para echar una última mirada al tipo. Ni para cerrar el diálogo con una frase de ésas. Ni para preguntarle quién era el Freud de la foto. Ni para nada.
-Me quedé escuchando el sonido del ascensor. Sé perfectamente cuándo sube y cuándo baja. Estuve toda la madrugada sin poder moverme de mi silla. Oyendo cómo subía y cómo bajaba. Extrañado, sin querer desentrañar del todo cómo era posible que aquéllos engranajes sisearan como medias femeninas desvelando finamente unos muslos que jamás acabarán de desnudarse por completo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

-Otra.

-Encaró el largo pasillo, admirándose de la extraña sensación de atravesar la puerta sin abrirla. Avanzó lentamente, tocando las paredes lisas a ambos lados de su regreso. La madera del suelo no chirriaba y lamentó encontrarse en ese estado que no supo más que definir como gaseoso. Qué gaseoso. Sonrió la mitad de su boca. Allí, delante, había tenues almohadones de luz provenientes del patio interior. Miró hacia esa habitación, donde tantas veces había dormido la madre. Y el hijo. Siguió avanzando hasta llegar al segundo algodón de claridad. El escritorio. El ordenador. Los papeles que nunca en décadas había conseguido domar. El cuento sin comenzar. La novela sin acabar. Sonrió la otra mitad. Esta vez, de miedo. Olió la cocina sin olor. La sartén sin fregar. A punto estuvo de abrir la nevera. Llegó al salón. El sofá negrísimo. Los libros subiendose por las paredes. La mesita de mármol negra. El recuerdo de cómo ella y él la hicieron llegar hasta allí. Un pequeño pasillo al final del cual, a la derecha, el baño, a la izquierda el dormitorio (el amatorio). Obvió el baño. Las rayitas blancas subrayadas por los intersticios de las maderas de la persiana le recuerdan cuando abría los ojos a causa del amanecer, y las paredes, las sábanas, los cuerpos, dibujaban trazos impredecibles. (Piensa en la persiana herrumbrosa. Enseguida cree que no se le puede asignar herrumbre a la madera de la persiana. Pero el clima sí puede ser herrumbroso, como su pensamiento, que no le sugiere más que herrumbre para designarlo todo.) La gata mira -él sabe que sorprendida- como el hombre se ha adelantado, ha llegado antes de tiempo. (Piensa en la expresión antes de tiempo y le parece una redundancia, una falacia y una tontería.) Había muerto ayer, y, a saber por qué, la gata no lo esperaba hasta mañana. Los gatos llevan lutos que la muerte no comprende.
-Otra.
-No, la misma gata.
-Otra de fantasmas, digo.
-¿Fantasmas? No sé por qué lo dices.

viernes, 29 de octubre de 2010

-Y sin embargo.

-Vestía ropa de zorrita. Tenía la boquita húmeda de lascivia. Te miraba como una niñita que supiera sacarte lo que quisiera de los adentros más inaccesibles. Y sabía. Andaba con ese contoneo hecho de sutilísimos saltitos que no llegaban a ser del todo saltitos. Su cuerpo era forma y consistencia perfectamente equilibradas, es decir, llevadas exactamente hasta el límite, al milímetro, al gramo previo al desbordamiento total, a la catástrofe humanitaria. Todo lo tenía ceñido, estrecho, pequeñito, para jugar a que no podrías pasar por allí. Y también tú podías. En cuanto te acercabas, eso que parecía un casi inapreciable puntito nego se transformaba en un túnel negro en el que ennegrecerse por completo. Hacía el amor como, no hacía el amor, follaba como si acabara de aprender, como si aún llevara la L, como una alumna que quisiera impresionarte. Si preferías instalarte en lo tibio se encargaba de no sobrepasar los 30º. Pero también, si lo preferías -si ella hacía que lo prefirieras- podías pasar de lo glacial a la temperatura adecuada para malear el acero sin estaciones intermedias. Toda ella invitaba al diminutivo soez, promiscuo, bajo, golfo, despectivo, vulgar. Era la mujer que ninguna madre querría para su hija. Ni yo querría para mí. Nunca rompió un plato, sólo los ensuciaba. Y ese modo aterrador de entristecerme que tenían sus ojitos pidiéndome que no me ponga triste. Era la mejor de las peores. Me sacaba de quicio.
-Y sin embargo.
-¡Dios, cuánto la quise!
-Y qué mal.

sábado, 23 de octubre de 2010

-Sigue.

-Era la casa. Lo supe cuando salí para no volver. Comprendí que durante los previos meses de inercia, ella había desplegado una actividad frenética. Ya había comenzado mi mudanza. Lo supe después. Era la casa la que comenzaba a echarme. Sigue.
-No los habitantes de la casa. No ella. Ni yo. Ella, un encanto. Un encanto sibilino pero un encanto. Yo, un mueble bello. Bello de ver y de utilizar. Como el sofá que se hace favorito. Yo era su sofá favorito. Algo de lo que no quieres desprenderte. Tenía para ella un valor sentimental. Y semental. Fue la casa. Ni ella ni yo, ni el niño que llegó. Sigue.
-Cuánto quería yo a ese pequeño. Lo quise antes de ser pequeño. Creo que aún hoy que ha cumplido ya los cincuenta, lo sigo queriendo. Lo quiero más. Porque hay recuerdos que se hacen querer más intensamente cuando ya nada puedes hacer por ellos. No fue el niño, ni el adolescente. La que me echó fue la casa. A él, la última vez que lo vi fue de un modo fugaz, como una ráfaga de jean frente a la puerta de nuestro dormitorio, no dejándose enmarcar por el vano de la puerta. Ya se sabe, la típica rebeldia adolescente. Sigue.
-Su última carta la recibí hace diez años. Llena de rencor. Mantenía -y tal vez sea digno de elogio- aquél rencor juvenil que sigue dando de comer a mi recuerdo. Cuánto quise a aquel niño. Se notaba, en las letras, en las frases, en la caligrafía y hasta en la ortografía. Se percibía, aún ciego, que aquel niño aquel joven ese hombre vivió y vive convencido de que no fue la casa la que me echó de la casa. Él cree creer que de algún modo inconsciente o mágico, ha sido quien me echó. Sigue.
-Los años de deambular por la isla -tan cerca y tan lejos a un tiempo de la casa que me vió nacer, que vió nacer el amor y vio nacer a mi hijo- fueron terribles algunas noches y bellos algunas tardes. No tenía las llaves de la casa y eso, para bien o para mal, me liberaba de todo bien pero también de todo mal. Aprendí a vivir sin mi casa. Sigue.
-Sigue tú. Odio trabajar en equipo.
-Ella, ella, hay que decir que ella nunca me olvidó. Que es decir bien poco de ella y de mí.  
-¿Ella es la casa o es ella?
-No has querido seguir, no hagas preguntas.
-Sigo.
-Sigue.
-La isla sigue siendo una isla preciosa, aunque sólo las horas de los días que la niebla tiene a bien levantar los párpados. Se cree y no se cree que la casa permanece en pie y sus antiguos moradores son más antiguos cada minuto que pasa, cada recuerdo que se demora, cada vendaval que arrasa. Puedo verlos desde aquí atravesar, fugaces y lentos a un tiempo, el marco de las ventanas de la habitación, del salón, de las noches. Puedo verlos, pero evito hacerlo. Sigue.


domingo, 17 de octubre de 2010

-Eiti.

-Nombre.
-Eiti.
-Apellido.
-Leda.
-¿A qué se dedica?
-Esa pregunta es de cuestionario.
-No menosprecie mi trabajo.
-Con su pregunta está menospreciando el mío. Mi labor.
-Puede negarse a responder. Este no es un interrogstorio personal. Las respuestas, o la falta de respuestas, no tendrán consecuencias para usted. Ni para mí.
-Es usted quien menosprecia su trabajo, entonces.
-Tampoco es necesario que se esfuerce por resultar original o ingeniosa cada vez que abra la boca.
-Sólo intento comprender qué sentido tiene perder mi tiempo hablando aquí con usted.
-Desconozco el sentido que tiene para usted, para mí no es más que un trabajo que debo acabar antes de las cinco.
-Hago labores difusas. Influyo subrepticiamente. Convenzo de continuar o de abandonar. En algún sentido, realizo una acción creativa. Pongo en marcha. Desatasco. Promuevo esperanzas o suicidios. Nada demasiado reseñable.
-¿Es una especie de agente?
-Si un microbio portador de un virus es un agente, si un policía es un agente, si un disuelvemanchas es un agente, si una droga es un agente, si la acción erosionadora del pasado es un agente, tal vez usted pudiera encuadrarme en ese término.
-Pondré agente.
-Hace usted bien.
-Doy por descontado que su sexo es femenino.
-Sí, demos por descontado mi sexo.
-Pondré femenino.
-Póngase femenino.
-Su... perfil... necesito simplificar sus respuestas.
-Comprendo que eso sea un desafío para usted. Pero puede mentir. Si necesita hacerlo, puede mentir. Puede poner mujer de mediana edad con estudios universitarios complexión mediana y cosas por el estilo. Acabaremos antes, y usted acabará mejor.
-Es usted extraña.
-Ponga de extraña complexión mediana, entonces. O de edad extraña. Con extraños estudios extrañamente universitarios. En cualquier caso, acertará.
-¿Sus... padres viven?
-Presupone que tuve o tengo padres. Eso es mucho presuponer.
-Si hay algo que presupone no presuponer es preguntar si sus padres viven.
-Ése es el problema.
-¿En qué sentido sus padres son el problema?
-El problema que usted tiene renglones, casilleros, líneas punteadas, campos a definir. Y yo tengo una naturaleza esquiva, transparente. Usted tiene un boli, y yo tengo vaho.
-Mire, vamos a dejarlo aquí, que no puedo con tanta baja poesía. Usted se cree demasiado especial.
-Lo soy. ¿Cómo se sentiría usted si pudiera estar tecleando este diálogo desde la cabeza -por señalar un lugar geográficamente ubicable, un puntito perseguible por gps- de un tipo que no se cree nada especial, nada reseñable, un personajillo destinado a un olvido sin medallas, sin estatuas, sin discursos?
-¿Es usted una musa?
-¿Por quién me ha tomado?
-Mire, déjelo.
-Sí, voy a dejarlo, sólo cinco líneas más. Mientras guarda todo en su maletín me gustaría teclearle que, en ocasiones, hago el amor a lo Panenka.
-¿Cómo es eso?
-¿Usted no es muy futbolero, verdad?
-No.
-Ya veo.

domingo, 10 de octubre de 2010

-Todos menos él.

-Hay gente que se hace querer.
-Él no era de ésos.
-No, pero tampoco era de los otros.
-Tal vez por eso en su funeral todos los deudos eran deudos de la niebla.
-Menos nosotros, que carecemos de misterios.
-Sí, supongo que todos pensaron que nos habíamos equivocado de cadáver.
-Todos menos él.
-Habrá disfrutado de la escena.
-Tal vez ahora que ha muerto comience a disfrutar de la vida.
-A su áspero modo, creo que disfrutó de la vida.
-Nunca le escuché decir la palabra vida en vida.
-Pero tampoco se moría por matar sus ganas de pronunciar la palabra muerte.
-Era de pocas grandes palabras.
-Nunca una palabra de más.
-Ni de menos.
-Era un hombre de acción.
-Bien lo saben quienes lo sufrieron.
-Benedetti escribió que un torturador no se redime suicidándose, pero algo es algo.
-A él le hubiera gustado esa frase para su epitafio.
-No se ofendía cuando le gritaban que no tenía corazón.
-Sabía lo que la gente quería decir.
-Quería decir que sólo tenía un músculo.
-Era lo que los cabrones sin corazón llaman un verdadero cabrón sin corazón.
-En cierto modo, era un hombre sencillo.
-Un hombre de una pieza.
-Era un verdadero hijo de puta.
-...
-Qué miedo, ¿no?
-Sí, aterroriza haberlo conocido tan bien.

lunes, 4 de octubre de 2010

-Eres estupendo reivindicando el cine mudo.

-¿Desde cuándo?
-No me hagas preguntas estúpidas.
-La pregunta viene en el guión de tu despecho. Y parece que quieres atenerte a él.
-Parecía una película, sí.
-No sólo te pedí perdón, también pagué mi deuda.
-¿Pagaste tu deuda? Si esa frase viene en el guión, el guión es una mierda.
-...
-Lo recuerdo como una de esas aborrecibles películas que tanto te gusta ir anticipando. Ahora vuelve antes del trabajo. Ahora quiere presentarse por sorpresa en su casa. Ahora
-Ya vale.
-el no la escuchará entrar. Ahora avanzará extrañada en dirección a los jadeos. Verás como ahora ella los encuentra en la cama matrimonial, y la amante está encima de él, a horcaj
-¿A qué viene esto ahora?
-No hay nada como enfrentarte a un buen documental para que no sepas qué coño hacer con el guioncito que tan bien te estudiaste.
-...
-Eres estupendo reivindicando el cine mudo.
-¿Qué más tengo que hacer para que me perdones?
-No lo sé. Olvidémonos de lo que otros han escrito para que nosotros lo interpretemos.
-Me parece bien, amor.
-Improvisemos.
-Eso, eso: quememos el guión.
-Quemémoslo. 
-Dejémonos llevar.
-Vale.
-...
-Pero ya sabes que aborrezco el cine experimental.
-...
-Lo primero que tendrás que aceptar es que sólo me desnudaré por exigencias del guión.
-Pero, acabas de decirme que ya no tenemos guión.
-Eso es. Busquémonos entre las cenizas.
-...


miércoles, 22 de septiembre de 2010

-Si tú lo dices...

-Hay gente a la que no quiero volver a ver. Nada tiene que ver con el odio. Mucho menos con el despecho. Más bien con el miedo. Quizás con el miedo. Con un temor que proviene de mí y vuelve a mí. Vuelve en forma de mí. Vuelve con mi cara y con mis manos. Vuelve con el ánimo de hacerme lo que les hice. O lo que dejé de hacerles. Miedo inversamente proporcional -¿o es exponencial?- al tiempo pasado.
-¿Al tiempo pasado desde cuándo?
-Al tiempo pasado desde que los vi por última vez. Cuanto más tiempo hace que los he dejado de ver, más temor siento de volver a verlos.
-Exponencial, entonces.
-Si tú lo dices.
-Las mujeres que no quieres volver a ver te han olvidado. Los niños que recuerdas han crecido. Ese que eras ha sido sepultado por este que eres.
-Ellas, ellos, yo, siguen teniendo la edad que tenían. Lo único que ha crecido es el dolor del recuerdo.
-Tranquilo, los fantasmas no se dejan ver.
-Me gusta la frase. Si es que es una ironía.
-Lo que es irónico es que un tipo tan necesitado de fantasmas como tú, tema volver a encontrarse con ellos.
-Eso es paradógico.
-Y también irónico.
-Si tú lo dices...
-Lo digo porque lo sé.
-Si tú lo sabes...
-Te conozco bien.
-Sí, papá.
-Te conozco muy bien. Sobre todo desde que dejamos de vernos.

lunes, 20 de septiembre de 2010

-La asociación libre es lo que tiene.

-Todo tiene su tiempo. Viene en la biblia, en el ADN de los relojeros, y en el de las mujeres del tiempo a las que se les ha pasado su cuarto de hora.
-¿Biblia en minúscula y adn en mayúscula?
-Tengo un dealer que cree proveerme de inspiración y, a veces, de talento.
-Hay que tenerlos cuadrados para dibujar según qué circunferencias. Ándate con cuidado.
-Juega tú los juegos que no se juegan con fuego.
-Ayer vi un programa sobre Praga. Qué grande es la distancia entre el haber estado y el verlo por la tele. Ya lo decían los existencialistas
-¿Todos a un tiempo?
-Sabe más acerca de París alguien que haya estado allí un minuto, que quien haya dedicado su vida entera a estudiar París sin haber estado nunca.
-¿Sabes algo más acerca del existencialismo? Lo digo porque es lo mismo que has escrito hace unos días en lo que, con un poco de suerte y un mucho del dealer, tal vez acabe siendo tu próxima novela.
-Sabina rima Praga con naufraga. En fin.
-Sabina es un grande. Seguro que tenemos el mismo dealer. 
-¿Y Calamaro?
-Hace buenas canciones pop. Ahora, como tetrista...
-Letrista, querrás decir.
-Eso. El teclado de mi Mac tiene razones que mi Macorazón no comprende.
-Vamos a dejarlo acá, que se le está haciendo tarde a la neurona.
-La asociación libre es lo que tiene.
-¿Y el nombre de tu dealer?
-Cheever, Cheever, Cheever.
-Rima con dealer.
-El inconsciente tiene razones que la razón no comprende.
-¿A quién llamas inconsciente?
-Espera a leer los comentarios, espera.

 

jueves, 16 de septiembre de 2010

-Uno quiere hacer un listado.

-Uno quiere escribir libros no escritos.
-Uno quiere amar por primera y última vez a una mujer nunca amada ni dejada jamás de amar.
-Uno quiere que su hijo sea libre para todo menos para librarse de uno.
-Uno quiere enmudecer a este y a todos los estadios con un gol de irrefutable belleza.
-Uno quiere tener un amigo insobornable, inclaudicable, íntegro, interminable.
-Uno quiere desconocer los secretos de lo importante.
-Uno quiere saber aparcarle en dos maniobras la tristeza a la gente que quiere.
-Uno quiere confiarse a la niebla.
-Uno quiere hacerlo mejor.
-Uno quiere saber querer.
-Uno quiere que ella tenga motivos para quedarse.
-Uno quiere hacer un listado.
-Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias.
-Uno quiere que la mejor de las líneas precedentes no sea la de Discépolo.
-Uno sabe que no es posible.

lunes, 13 de septiembre de 2010

-Están hablando de nosotros.

-Oye, oye...
-¿Qué?
-Shhh... los vecinos.
-...
-Están hablando de nosotros.
-...
-...
-Se oye todo.
-Habla bajito.
-Es increíble. Estas paredes.
-La risita de él es
-Es un imbécil.
-...
-... 
-¿El miércoles?
-¿Qué?
-Ella ha dicho que nos han oído, el miércoles.
-¿El miércoles?
-Nos han oído mientras... shhh...
-Y nosotros a ellos.
-Sí, se escucha todo.
-Bueno, tampoco tie
-¿El miércoles?
-...
-Ayer, sí. Ayer jueves. Pero el miércoles...
-¿Qué?
-Que el miércoles yo viajé a Barcelona. Por lo de la serie.
-Sí.
-No estuve aquí. Llegué tarde. Cenamos fuera. No hicimos nada.
-No.
-...
-¿Y qué?
-Que ella dice que el miércoles nos escuchó mientras
-¿Ella dice?
-...
-¿Y qué importa lo que ella diga?
-No, ya.
-Ella puede decir lo que le salga
-Shhh... que te oye.
-Tiene cojones.
-Tranqui.
-Lo que nos faltaba.
-Tranqui.
-Hasta mañana.
-...
-¿De qué coño se rien?
-Te van a oir.
-Imbéciles.

 

miércoles, 8 de septiembre de 2010

-¿Podrás?

-Por la mañana, ella se asustó levemente al comprobar que la puerta de la habitación estaba cerrada. Le preguntó si la había cerrado de madrugada.
-Él le dijo que no.
-¿Quién ha cerrado la puerta de nuestra habitación durante la noche?
-¿La gata?
-Mírala, está aquí dentro, es imposible. Sabes lo que cuesta cerrar esta puerta. La fuerza que hay que hacer.
-Una corriente de aire.
-Todas las ventanas están cerradas. De todos modos, si se hubiera cerrado de un portazo, lo habríamos oído.
-No sé. Yo no he sido.
-Ni yo.
-Ábrele a la gata.
-No, ábrele tú.
-Él se levantó sonriente y ella no supo de su escalofrío.
-¿Podrás?
-¿Si podré abrir la puerta?
-Sí. ¿Podrás?
-Cómo no voy a poder abrir la puerta.
-Él la abrió haciendo un pequeño esfuezo, empujándola después de haber bajado la manija. Admite de viva voz que es algo difícil de abrir y de cerrar.
-La gata sale rápidamente de la habitación, rumbo a la cocina dónde tiene comida, agua y su batea de arena.
-Ellos, ahora deberían ir también a la cocina a preparar el desayuno, pero se demoran en el cuarto de baño que tienen en su habitación, aseándose, comentando lo bien que se ha dormido anoche, por fin, después de tantas noches de calor. Entran y salen alternativamente del cuarto de baño sin mirar hacia el salón semioscuro tras la puerta, y siendo conscientes de que no miran hacia el salón que deben cruzar para llegar a la cocina donde seguramente está bebiendo y comiendo la gata.
-¿Cómo se llamaba?
-¿Quién?
-La mujer. 
-¿Qué mujer?
-La hermana.
-...
-La hermana de la señora que nos vendió el piso.
-Él sonríe antes de decirle que nunca tardaron tanto en ir a preparar el desayuno. No sé.
-Su nombre está en la dedicatodria del libro ese.
-Pues míralo.
-El libro que estaba en la casa. El que le dedicaron en los años cuarenta.
-Sí, sé de que libro hablas. Míralo.
-Está en la biblioteca.
-Míralo.
-En el salón.
-Sal y miralo.
-Voy a ducharme.
-¿Antes de desayunar?
-Creo que se llamaba Julia.
-Hoy llegamos tarde.
-La luz.
-¿Qué?
-Está amaneciendo más tarde. Cada día.
-Sí.
-¿Nos duchamos?
-Hoy hay que comprarle comida a la gata. Ya casi no le queda.
-Esta tarde.
-Dejan la puerta del cuarto de baño entreabierta. La pareja se mete en la ducha. Ella comenta lo bien que se está allí, bajo el agua caliente.
-Él le responde que sí.
-Dan ganas de quedarse aquí.
-Él vuelve a responder que sí.
-Sí, amor.


miércoles, 1 de septiembre de 2010

-Desperté cuando llegué al clímax.

-Dejé de reflejarme en los espejos cuando ella dejó de mirarme de aquel modo.
-Desaparecí por completo cuando se fue con mi vecino el vampiro.
-Desbarranqué el barranco enterito cuando conocí la historia del bebé suicida.
-Demoré el regreso de mi coma cuando le encontré el gustillo a las conversaciones de las enfermeras.
-Decidí moverlo cuando me lo estaba lavando como nunca nadie me lo había acariciado.
-Desperté cuando llegué al clímax.
-Desistí de pedirle disculpas cuando acabó de secarse la cara dejando relucientes su sonrisa y su lágrima.
-Desobedecí los consejos cuando comencé a comer sólido y me cargué al vampiro, a mi ex y al chihuahua -no en ese orden-.
-Deposité mi destino en manos del tipo de la agencia de viajes cuando me mostró el primer folleto.
-Decliné la langosta cuando se cumplía un mes de comer y cenar langosta.
-Deshice las maletas cuando me las encontré en mitad de la habitación.
-De las dos mulatas me quedé con la tercera cuando me hizo creer que no me pedía nada a cambio.
-Desde estas lejanas playas os envío esta bonita postal en la que se puede observar qué es lo que le ocurre a algunos afortunados cuando el sol cae y no hay espejos alrededor.

miércoles, 25 de agosto de 2010

-No ha habido nada genital.

-Tengo fundadas sospechas de que te he sido infiel.
-...
-No sabía si decírtelo cuando estuvieras presente o esperar a quedarme sola.
-Recuerdas el pacto, supongo.
-Por eso no sabía si decírtelo o sólo decírmelo.
-Creo que has hecho ambas cosas. No me extraña: las infieles pueden hacer dos cosas a la vez.
-No es seguro.
-Es seguro: las infieles podéis hacer dos cosas a la vez.
-Quiero decir que comencé diciendo que se trata de sospechas. Fundadas, pero sospechas.
-...
-No ha habido nada genital.
-Aún.
-No me lo pongas más difícil.
-No te arranques por carne o pensamiento, por favor. Que ya somos mayorcitos.
-No lo sé, te lo juro. No sé si lo he sido. Si lo que he hecho, si lo que hago, es haberte sido o serte infiel.
-¿Me escuchas cuando te hablo? Acabo de decirte que no te adolescentices.
-Sé que hasta ahora ambos lo teníamos claro. Que no necesitábamos descripciones, dilucidaciones, sellar papeles sentenciosos. Sabíamos qué es una infidelidad. Qué era. Pero es que nunca habíamos sido infieles.
-Yo sigo sin serlo.
-Pues yo estoy atrapada en una contradicción nueva. Inédita. Tal vez pedirte ayuda sea demasiado, pero a quién he de pedírsela si no es a ti.
-¿Con quién me has sido infiel?
-¿Eso es un sí, puedes contar conmigo?
-Eso es un vete a la mierda pero antes dime a qué despecho debo atenerme.
-El informático. 
-¿Quién?
-El inf
-Después de esto ya no te esfuerces por superar tu vulgaridad.
-No importa lo que pienses de mí, sino lo que sientas ante mi posible infidelidad.
-Está todo dicho, hecho y pensado, no me pidas que, además, enmarque este evento para tenerlo encuadradito, definirte bien los contornos y así poder debatir dejando fuera lo que debe quedar fuera, juzgarte en el marco legal en el que nos damos por contenidos, y, finalmente, exculparte antes de ponernos a preparar la cena.
-Necesito hacer exacatamente eso.
-Voy al baño.
-No, por favor, no te encierres a pensar.
-No me escuchas. Está todo pensado. Lo estuvo desde siempre entre tú y yo. Desde el pacto. ¿Recuerdas el pacto?
-Claro, yo tambien lo suscribí.
-Y ese imbécil te formateó la traición.
-Abre la puerta, por favor.
-...
-Tú mismo me lo dijiste, citando a Woody Allen, ¿recuerdas?
-...
-Dijiste que él dijo que el de la infidelidad era un problema irresoluble.
-...
-O el de la fidelidad. Bien visto da igual.
-...
-Por favor te lo
-Me voy. Ahora decide de quién es este lugar qué haces con los recuerdos a quién llamas para llorárselo por teléfono esta foto sí esta foto no mientras te chupas lloriqueante un mechoncito de pelo como si fueras tu hija de trece años.
-No, por favor. No me hables sin comas. Sabes que me destrozas el corazón cuando lo haces.
-Y te lo advierto: no te equivoques con los libros. No te hagas la idiota. No toques mis Cheever.
-No quiero nada. Sólo saber lo que he hecho.
-Llama al servicio técnico, gilipollas.
-No te vayas...
-...
-Vuelve.
-...
-Tenemos que hablar de lo que tal vez no hice.
-...

lunes, 16 de agosto de 2010

¿Desde cuándo?

-La vida ya no es la misma.
-¿Desde cuándo? 
-Desde ayer. O desde mañana. La vida, desde siempre, ya no es la misma.
-Estas primeras palabras me hacen pensar que no sabes muy bien qué pensar. 
-No sé muy bien qué volver a pensar. Si volver a pensar lo que pensaba antes de irme. O volver a pensar lo que pensaba antes de volver.
-Los juegos de palabras no se te dan mal. Ahora, lo que es pensar...
-Con juegos de palabras y puntos suspensivos puedo crear una cosmología. O una cosmogonía. O una cosmoagonía.
-No te digo yo que no.
-No, te digo yo que no.
-Juegos de palabras, puntos suspensivos y comas.
-Y dudas. Que sin dudas uno no va a ninguna parte. Ni se queda en ningún sitio.
-Sin dudas uno no sabe qué hacer.
-Me lo has quitado de la boca.
-Pues te lo vuelvo a poner.
-Ella convertía ese chiste en algo sexual.
-¿Desde cuándo?
-Desde ayer. O desde mañana. La vida sin ella, desde siempre, ya no es la misma.
-¿Y la vida con ella?
-No me hagas pensar.
-Estás sufriendo lo que los científicos llaman Mal de mar.
-Entonces no me hagas pensar que se me da mar.

martes, 27 de julio de 2010

-Ella no entendió nada.

-Acostemos nuestra distancia, le dije.
-Acortemos, querrás decir.
-Eso mismo creyó corregirme ella.
-Ah, quisiste decir y dijiste acostemos.
-Y, acto seguido, cámara fotográfica en mano quise decirle y le dije: inmoralicemos este momento.
-Y ella volvió a corregirte.
-Ahí supe que lo nuestro era imposible.
-Pero no se lo dijiste.
-Me quedé en silencio y me quedé. Hicimos fotos y el amor.
-Y después del cigarillo de despúes...
-Me corregí y pensé y le dije que donde antes yo había pensado imposible, en realidad había querido pensar posible.
-Ella no entendió nada.
-Creo que no. Porque se quedó haciendo fotos y el amor.
-No hay quien entienda a las palabras.
-Quisiste decir a las mujeres y dijiste a las palabras.
-Quise decir que no hay quien entienda.

lunes, 19 de julio de 2010

-Un bolero, por definición muerto en vida, muere en vida.

-Un fotógrafo que nunca ha hecho una fotografía en color. Tiene noventa años. La última foto la tiró hace cuarenta y cinco. Retrospectiva de su obra. ¿Qué podré exponer de mí en una retrospectiva de mi obra?
-Un septuagenario y consagradísimo director de cine es absuelto de un crimen que cometió. La víctima ya no es una niña y perdona. Hollywood les ruega una película autobiográfica. A ambos.
-Penes con alzacuellos se pronuncian acerca de la vida y la muerte. Ninguna de ellas propia.
-Un bolero, por definición muerto en vida, muere en vida.
-Un hombre sonríe descreído ante el logro profesional de su vida. Tiene un hijo con síndrome de Down. La edad de su hijo y la de su relativismo es la misma.
-El recorrido por la cinta de Moebius encontró un camino alternativo. Por el que se llega a alguna parte. Decepción en el mundo científico.
-Verdugos velando piedras en Irán. ¿No hay verdugas, como hay polis o seguratas femeninas para palpar de armas a sospechosas femeninas de haber cometido adulterio o robado braguitas del Zara de Teherán?
-Pero nada decía el diario de hoy de este eclipse de mal.

viernes, 9 de julio de 2010

-La sucedánea de vos.

-La "O" de tu boca ya sabes cuando.
-Los dos puntos suspensivos de tus pezones.
-La copa que Venus me ofrece en tu monte.
-Las veinte teclas de tus dedos.
-Las diez teclas golfas de los dedos de tus manos.
-Las manos blancas tiñéndose de mi sudor hirviendo por tu lascivia.
-La intermitencia de tus pestañas, de tus ojos, de tus pestañas, de tus ojos.
-La fragante babosa emergiendo de la cueva de tu boca.
-La alhaja que es tu braguita convertida en desecho reciclable.
-La próxima vez que te la vuelves a poner.
-La espalda que me das para que me la quede.
-La sucedánea de vos.
-La desinteresada marea conque pasas las hojas del suplemento semanal del diario, al tiempo que las amarilleadas hojas de mi pasado.

lunes, 5 de julio de 2010

-Martes.

-¿Qué va a ser?
-A beber, querrá decir.
-Como prefiera.
-Prefiero beber.
-¿Que va a beber?
-Ginebra.
-¿Sola?
-Ginebra sola. Sin nada alrededor.
-...
-¿Qué día es hoy?
-Martes.
-Claro.
-...
-Aquí tiene.
-El martes solo existe. Nada más. No tiene cualidades ni deméritos.
-...
-Ella lo tenía todo. Es decir, le faltaba todo. Tenía al poeta sensible y al potentado prosaico. El chalet con vistas a edén y el confesionario en ruinas en la gruta ignota. Puta monegasca y princesa vallecana. Cuando quiso cambiar el suelo de la cocina, le cambié también el sustrato que la sustentaba. Tuvo su vestidor. Vacío. Y su desvestidor. Atestado de ropa y zapatos. Acerté tan certeramente que erré por completo. 
-Las mujeres, ya se sabe.
-Abren franquicias de la casa madre. Como esa rubia de ahí.
-La rubia es habitué.
-¿Así las llamáis ahora?
-...
-Esta ginebra no es lo suficientemente mala.
-Tenemos la peor de todas. Pero es para paladares ex exquisitos.
-Esa línea de diálogo era mía.
-...
-La peor quina de todas sólo la conozco yo. Y no la comercializo.
-Tenemos el mejor de los sucedáneos, entonces.
-Vacíela para mí.
-...
-...
-Y ahora qué.
-Ahora es martes. Todo el puto día.

sábado, 19 de junio de 2010

-Que quede entre nosotros.

-Sé que anduviste diciendo cosas de mí a mis espaldas.
-Pero dije cosas a tus espaldas de tu espalda.
-Esas cosas no se le cuentan a una amiga. A una amiga mía.
-Sabes que cuando hablo de tu espalda me desboco.
-Pues deberías mantener la boca cerrada.
-He cuidado el tono.
-No lo suficiente, a juzgar por el efecto que has causado en Paula.
-Es una chica muy excitable.
-No has estado precisamente sutil y poético.
-Me gusta hablar de tu
-No a mi amiga. Sabes cómo se pone. Y por eso lo haces.
-No hay intencionalidad. También le hablo a mis amigos de tu culo.
-Tampoco a tus amigos.
-Las fotos no se las he enseñado a nadie.
-¿Pretendes que te agradezca ese gesto de contención?
-No tienes nada que agradecerme.
-Me gusta que te guste. Lo sabes. Me gusta que te guste más a ti que a mí. Que finjas no apreciar su imperfección.
-Precisamente es lo que lo hace perfecto.
-Gracias, pero
-Es inspirador.
-Ya lo creo. A Paula le inspiras fiebre. No me gusta.
-Bueno, todo el mundo ha leído los poemas.
-Es otra cosa.
-Un reguerito de pelusa casi albina recorre el envés de su cuerpo.
-Sí, y también:  Hay un oráculo dentro de túculo. Inspirador. Ya te lo dije. Hay muchas formas de cantarle a las formas de tu culo.
-De mi espalda.
-Sí, sí, eso, de tu espalda. De toda ella.
-...
-Tooodo él.
-Que quede entre nosotros.
-Vale. Él entre tú y yo.
-¿Lo prometes?
-Prometo dejar de darle tu espalda a todo el mundo.

jueves, 10 de junio de 2010

... (3)

-Para colmo de males, papá muere diariamente. Hay un ratito cada día durante el que mi hijo peligra y no deja de hacerlo hasta que oigo su voz.  Un recuerdo podrido pudre a los demás. Hay una cara que le chorrea por los pechos abajo. Ya no podré marcar ese gol aquella épica tarde que me inscribió en una historia finalmente de otro jugador glorioso que no soy yo. Las campanas de las iglesias del barrio tocando a desvelo. Hay un minuto que no deja de repiquetear cráneo adentro durante horas.  Habrá un amigo que ya no lo es, durmiendo a pierna suelta. Hay la certeza de que ya no podré.  Esta tristeza que tiene razones que mi melancolía no sabe cómo llorarle.
-...
-Para colmo de males, el ring del teléfono astilla nuestra madrugada.

viernes, 4 de junio de 2010

-¿Tú le darías pasta a un tipo que te cuenta que quiere contar eso?

-Creo que todo es inexplicable.
-Y aun así...
-Lo que podemos explicar no nos lleva a la médula. Nos quedamos en la cáscara, en el envase. Tenemos la ilusión de que el envoltorio dice lo entrañable del contenido. Bien lo saben los publicistas. Bien lo creen saber.
-¿Has dormido bien?
-Recuerdo un texto de Ángel Fernández Santos. Hablaba de la imposibilidad de explicar el alma de algo. El sentido nuclear -en ese caso, y por extensión en otros casos, otras artes- del mensaje de una película. Nos pedía que nos pusiéramos en el lugar de Nanni Moretti intentando contarle al posible futuro productor -el tío que tiene que poner la pasta- de qué va, o iría, su película Caro Diario. ¿Cómo decir de qué va lo que quiere rodar?
-Va de un tipo que recorre Roma en su motito.
-¿Tú le darías pasta a un tipo que te cuenta que quiere contar eso?
-No.
-Pero esa maravillosa película va de un tipo que recorre Roma en su Vespa. La peli no es eso, siendo también eso. Explicar la trama -con todo detalle, explicarla plano por plano, línea de diálogo por línea de diálogo- no dice nada de la película, nada que esté por debajo de lo evidente. Nada de eso, por muy puntilloso que seas, por muy claras que dejes las cosas, te acerca al alma de una historia. También leí a Vila-Matas hablando de la pereza que le da explicar de qué van sus novelas. Puede decir mil cosas diferentes acerca de sus historias. Decir a veces una cosa y otras, otra, referidas al mismo texto. Es inútil. Porque es inexplicable.
-¿Entonces?
-Entonces explicar la trama es no explicar nada.
-Pero habrá que alcanzar la esencia llegando por algún camino.
-Por alguno y por ninguno. Por muchos y por ninguno. Por ninguno y por ninguno.
-¿Has dormido bien?
-¿De qué va la vida? ¿De qué va el amor? ¿De qué va la muerte?
-Va de un tipo que recorre Roma en Vespa.
-Tú sí que lo tienes claro.
-Clarísimo.
-Antes de dejar que vayas al gimnasio, quiero decirte que puedes conocerte el plano del metro de memoria, pero si no has bajado nunca al metro, no tienes ni puñetera idea de lo que es el metro. El plano no explica al metro.
-...
-Para escribir guiones para la tele no hace falta que hayas bajado ni una sola vez al metro.
-Para trabajar en el metro no hace falta que sepas idear tramas.
-Anda, que llegas tarde a la Operación Biquini.

martes, 1 de junio de 2010

-No podría abandonarte en el pasado.

-¿Nos volveremos a ver?
-¿Por qué me haces esa pregunta tan ridícula?
-Porque uno puede decir hasta luego y no volverse a ver jamás.
-Sólo me voy a vivir a Londres.
-Si para vivir necesitas irte cualquier lugar es demasiado lejos.
-Eres mi hermana. Vendrás a verme. Volveré a verte.
-Ya odiaba a las inglesas, imagínate ahora.
-Mary es mi salvación.
-Mi salvación era poder salvarte.
-Ya no tienes que hacerlo.
-No me consuela. Contigo no quiero tener deudas que jamás podré saldar.
-Por favor. No me debes nada. Tú eres la única que no me debe nada.
-También odio a papá.
-A él se le pasará. Se le pasará porque el tiempo pasa a favor del amor. Vendrá o vendré y todos nos perdonaremos nuestras deudas.
-¿Eso es de ella?
-No, Mary no escribe tan cursi.
-Una escritora. Una escritora inglesa.
-Sí, quién me lo iba a decir. 
-...
-...
-Júrame que no te acostumbrarás a vivir con el recuerdo de todo lo que fuimos. De lo que fuimos juntas. Tú y yo.
-No podría abandonarte en el pasado.
-Es que es un lugar cómodo para dejarme, muy accesible. Y tú eres muy vaga. Siempre estaré allí. Puedes visitarme sin moverte. Llorar sin que nadie te vea. Lo entendería. Una puede acostumbrarse fácilmente a eso.
-Nunca me acostumbraré a llorar sin que me veas.
-Júrame que tampoco yo me acostumbraré a vivir sin ti.
-Te lo juro.
-Vuelve a jurármelo.
-Te lo juro, hermanita.

viernes, 28 de mayo de 2010

-... (2)

-¿A qué va uno a la tumba de su padre? ¿A decirle qué? ¿Por qué va a decírselo ahí? ¿Qué tiene que decir una lápida que no esté ya escrito en ella? ¿Quién recibe las flores además del invierno? Está en el poema de entonces y no me desdigo. Ése -el cadáver- ya no es mi padre. Está en otra parte. No está ahí, en ese lugar en el que reside desde su muerte. Papá no está enterrado. No está en su tumba. Papá no ha muerto en todos los sentidos.
-...
-Sólo en uno.

miércoles, 26 de mayo de 2010

-Un hombre dejado de lado.

-Una mujer muy amada.
-Una mujer amada por muchos.
-Una mujer muy amada por muchos.
-Una mujer muchas veces muy amada por sí misma.
-Una mujer si muchos la amaron.
-Una mujer si nadie la amó.
-Una mujer virgen.
-Una mujer muy virgen.
-Una mujer virgen de muchos hombres.
-Una mujer virgen de sí misma.
-Una mujer virgen de quien la amó.
-Un hombre dejándose amar.
-Un hombre dejándose de amar.
-Un hombre dejado de amar.
-Un hombre dejado de amarse.
-Un hombre de amor dejado.
-Un hombre dejado de lado.
-Un hijo querido por sus padres.
-Un hijo querido por sus madres.
-Un hijo querido por sus hermanos.
-Un hijo único querido por sus hermanos.
-Un hijo querido por sus amados juguetes.
-Una familia como tantas.
-Una familia como pocas.
-Una familia como todas.
-Una familia como la mía.
-Una familia como las mías.
-Una familia como la que me temía.
-Una familia como la que me temió.
-Una familia como la que temo.
-Una familia como la que no tuve.
-Una perrita que los sobrevivió a todos.
-Paradójicamente, la única que no sale en la foto.

lunes, 24 de mayo de 2010

-¿El cuento o el amor?

-A las tres de la mañana. A orillas del Sena. Con un diamante en la mano y un cúter en el bolsillo. Por una ventana entré en el Museo de Arte Moderno de Paris.  (A orillas del Sena es improbable -el más difícil aún- entrar en un museo situado en otra ciudad que no sea París). Me llevé un Picasso y un Monet.  Necesariamente pequeños, para huir cómodamente con ellos enrollados bajo el brazo. Quedaron algunas imágenes grabadas por las cámaras de seguridad de ambos yéndose conmigo. Llevaba la cara tapada. Salí por la misma ventana por la que había entrado. Fuera me esperaba ella con el coche en marcha. Vivimos cerca del museo. Llegamos enseguida a casa. A mí no me gusta demasiado el champán- tampoco me gusta demasiado escribir champán en vez de champagne- pero soy respetuoso de los rituales. Y tal y como hicimos en ocasión del robo del Rothko en aquella exposición temporal en Roma; y después del paseo por Cuenca, de donde volvimos con Zobel en la maleta, descorché la botella. Los vecinos perspicaces -no sé si tenemos de esos- supieron tal vez  que acabábamos de ampliar nuestra pinacoteca. Luego hicimos el amor circundados por la belleza del genio de nuestros pintores. Acabamos hablando de la posibilidad de cambiar de piso. Sin alejarnos de las orillas del Sena, que son las orillas que más nos gustan. Son planes sin demasiado énfasis. Quizás algún día. Ella quería dormir. Mañana tiene que levantarse temprano. Le gustan sus clases de historia del arte. A sus alumnos también le gustan. A mí, menos. En concreto me fastidia la clase de mañana. A ella se le irá hablando con sus alumnos del robo de anoche. A mí, soportando la visita de mi madre. Al ver la noticia en la prensa, volverá a intentar, vanamente, convencerme de que me dedique a otra cosa. A algo que dé dinero.
-Me gusta. Demasiado ligero tal vez, pero me gusta.
-¿Ligero? Cuando no lo soy me llamas pretencioso.
-No seas tonto. Me ha encantado.
-¿El cuento o el amor?
-...
-Tú tampoco has estado nada mal.
-Me gusta no tomar pastillas para dormir. 
-A mí me encanta ser tu macho-somnífero.
-Hasta mañana.
-¿No puedes llamar y decir que te encuentras mal?
-Es tu madre. Debes aprender a sobrellevarla solo.


jueves, 20 de mayo de 2010

-A mí me resulta muy difícil distinguir la buena de la mala poesía.

Aun negados por la razón, los fantasmas se niegan a morir.
Alejandro Dolina.

Cuando oscurece siempre necesitas a alguien.
Enrique Vila-Matas.

-Qué sencillo resulta escribir mala poesía.
 -¿Lo dices por experiencia?
-Claro. Y no sólo por experiencia propia.
-...
-En realidad, cuando llegó ya estaba. Y cuando desapareció se quedó para siempre.
-Tenía cualidades que no son de este mundo.
-Ni de aquél.
-Pudiste desentrañarla pero su condición etérea lo hizo del todo imposible. ¿A que sí?
-La gran paradoja de los fantasmas: te enseñan el tangible túnel que conduce a sus entrañas, y cuando pareces convencido de que la has convencido, el túnel se vuelve humo, y te quedas mirando la voluta hasta que se desvanece. Más o menos al mismo ritmo decadente de tu erección.
-De frente parecen una aparición. Cuando se vuelven se convierten en perdición.
-Los fantasmas son la perdición de los mortales.
-A mí me resulta muy difícil distinguir la buena de la mala poesía.
-Con los fantasmas ocurre lo mismo.
-¿Lo crees realmente?
-No lo sé, pero me gustaba terminar así. Dejando constancia de que cuando oscurece siempre necesitas a alguien. Aunque sea un fantasma.
-Aunque sea un fantasma en vida.


viernes, 14 de mayo de 2010

-¿Qué pasa? Hay muchas literaturas y todas están en este menda.

-Me gustan las mujeres que no se preocupan por evidenciar sus encantos. Las que van como desafectadas de sí mismas. Las que no miran su reflejo al pasar frente a los escaparates. Me gustan las que no te dejan más opción que imaginártelas desnudas. Y no consigues hacerlo. Las no evidentes. Las invidentes de su mismidad. Las que te ciegan con todo lo que desconoces de ellas. No me gustan las adolescentes que no han conseguido superar su adolescencia. Hay pocas.
-Eso se lo pueden permitir las que están buenas.
-Joder.
-¿Qué pasa? Hay muchas literaturas y todas están en este menda.
-La elegancia es una condición de algunas almas. De algunos huesos. Esas mujeres de las que te hablo no son las buenas. Esas son las mejores.
-¿Y los hombres?
-También me gustan los que no se preocupan por evidenciar sus encantos.
-Ahora sí que nos ha quedado una entrada de mierda políticamente correcta.
-¿Tú crees?
 

martes, 11 de mayo de 2010

-Un sentido pésame.

-Todos tenemos nuestro trineo. Y aunque no hayas pensado en él durante los últimos cuarenta años de tu vida, lo tendrás en tu cabeza durante los últimos cuarenta segundos de tu vida.
-Un trineo, además. Un artilugio para deslizarse sobre la nieve. Sobre las nieves.
-¿Cuál será el último pensamiento? Hay que pensárselo bien. 
-Pensaré en el montoncito de su ropa.
-Pensaré en su desnudo al lado del montoncito.
-Pensaré una sensación sugerida por el montoncito, por ella sin ropa, por el color que hila la distancia que hay, que hubo, entre su ropa y su carne.
-Tal vez, sólo pienses en esa mancha de humedad en el techo de la habitación del hospital. Ni tan siquiera preocupado por encontrarle una forma. Una mancha con forma de mancha sin forma. Un último pensamiento banal. Intrascendente antes de trascender a la eternidad.
-El recorrido de los desechos violáceos de tu cuerpo atravesando la cánula hasta el frasco de cristal.
-Después de esta charla, tal vez ambos tengamos presente que el pensamiento final deberá tener un sentido.
-Un sentido pésame.
-Un postrer chiste malo para despedirse. Un juego de palabras.
-¿Pensaré una palabra? La forma de una palabra, quiero decir. Sólo el significante. La escritura. El trazo. ¿La palabra Adiós?
-¿La palabra Hola?
-Pensar en la fortuna incomprensible de compartir esta última habitación.
-Contigo.

miércoles, 5 de mayo de 2010

-...

-Ahora que lo pienso -antes no lo pensaba, de haberlo hecho jamás me hubiera adentrado en ella- la calle no existía. Y lo digo sabiendo que sigue estando allí, a unos cien metros de mi antigua casa de Buenos Aires. Tal vez el único irreal o inconcreto fuera el tramo oscuro. Negro. Me atraía  ser atravesado  por el miedo de atravesarla. Ese trecho también sigue estando donde estaba. Aquí, en este cuadrante del mapa de mi infancia. No sé si ahora está mejor iluminada que entonces (el progreso ilumina demasiado). En cualquier caso, a pesar de las pruebas en contrario, no existe la calle que me daba miedo. La que me llamaba desde el agujero de tiempo que había en la esquina opuesta. Podía llegar a mi casa por otro camino. El buen camino. Pero no me gustaría Bradbury si eludiera mi calle del miedo. Ni Zobel. Ni Rothko. Ni Cheever. Ni las malas mujeres que han sabido odiarme como dios sugiere. Ni mi amigo Pablo. Ni mi enemigo Roberto Villar. Ni Vila-Matas. Ni Lobo Antunes. Ni las películas que me hicieron llorar. Ni Woody Allen. Ni Drácula. Tendría que buscar en google referencias de un escritor llamado Borges, de un jugador apellidado Pelusa -como mi perrita, sacrificada con una inyección-. Mis lagunas formativas se hubieran llenado hasta el borde si hubiese pasado más veces por mi neblinosa calle. Si hubiera renunciado a mi hogar con mayor frecuencia canalla. Si no hubiese tardado tanto en confrontarme al miedoso futuro que me acercaba o alejaba de mi casa. Atravesaba la calle con la cabeza oculta bajo mis lloradas sábanas. Mordiendo las puntas de las solapas de mi pijama. Pisando desdeñoso las cucurachas que me quitinaron la infancia. ¿Quién, Kafka?, me preguntaría. Si yo no me hubiera metido en esa calle nocturna, ¿cón quién estaría ahora Carmen? Cuántos pasadizos habrían quedado sin penetrar de no haberla penetrado mirando sólo el paso siguiente. Cuántos de los rencores que acumulo en la recámara no habrían sido recolectados jamás. ¿Alguien cree que ella y yo habríamos conocido Praga si no le hubiese echado aterrorizados cojones a mi calle? Si a mí no me hubiera gustado y no gustado pero aún así gustado entrar y salir una y otra vez de la noche de la calle Deán Fúnes en el tramo que va -según consta en el catrastro- de la avenida Belgrano a la calle Venezuela, me hubiese ocurrido otra vida. Una vida contada por un cobarde que de niño, de adolescente, de mayor, prefería caminar por aceras luminosas. Sin mi calle yo no sería el hijo y el padre de Miguel. 
-...
-Si mi calle existiera yo no existiría.

lunes, 3 de mayo de 2010

¿Tuya?

-Compartimos una mujer.
-...
-Y eso desune lo suficiente. Primero fue suya. Luego, mía. Pero dejó de ser mía. Y después de un tiempo de no ser ni suya ni mía, volvió a ser suya.
-¿Por qué me cuentas eso?
-Porque eres mi mujer y no quiero que me vuelva a pasar.
-¿Tuya?
-Ya me entiendes.

jueves, 29 de abril de 2010

-Sufrir pero poquito.

-Venero mis referencias. Sobre todo las que me señalan el inequívoco camino que lleva al precipicio bonachón, de no más de medio metro de caída.
-Sufrir pero poquito.
-Respeto mis influencias. Aunque su rastro sea inapreciable en el rastro que dejo. Me someto a los maestros. Claudico ante mis grandes. Me postro ante mis muertos. Les rezo para que me ayuden a pasar de ellos.
-No hay nada como tener un lugar de trabajo cómodo, soleado, aireado, y minado de tumbas queridas.
-Adoro aquella foto en blanco y negro de la cama vacía o, lo que viene a no ser lo mismo, aquella foto transparente de tu ausencia, o de tu ausencia transparente, es decir: visible pero no carnal.
-¡Llorón!
-Muero por recordar aquel recuerdo que de tan olvidado en la punta de la lengua se ha hecho lengua.
-Acabo de llamarte llorón y tú...
-...
-El autor acaba de tragar saliva.

martes, 27 de abril de 2010

-Eso es de Pessoa.

-Ya no es la que era.
-No, ahora es la que fue.
-Ya no es mía.
-Es nueva para otro.
-Ya no es cruel conmigo.
-Tal vez sea ahora la amorosa moza que sonroja la vergüenza de otro menos inocente que tú.
-Ya no volverá a no quererme.
-Es el futuro adiós de otro que la cree suya.
-Ya no me sonríe desde el extremo de mi rigidez.
-No. Ahora se le llena la boca de otro hombre.
-Ya no lloro por ella.
-Ahora lloras por el que le llora las gracias.
-Ya no puedo más que no morir con ella.
-Hay gente con suerte. Y no eres tú.
-Ya no soy yo.
-Pero alégrate: ayer fuiste la víspera de la fugaz felicidad de otro.
-¿Por qué para ser feliz hace falta no saberlo?
-Eso es de Pessoa.
-Déjame en paz.
-Lo mejor de cuanto decimos ya lo ha dicho otro.
-...

jueves, 22 de abril de 2010

-La mujer de los cines Acteón. (y 3)

-Era esa.
-¿Qué?
-Esa mujer.
-¿La de los pósters?
-Las dos.
 -¿Fue tu novia?
-No fuimos novios.
-¿Qué fuisteis?
-Otra cosa. Y no me preguntes qué cosa.
-Amantes.
-Cuando cumplas quince seguimos hablando.
-¿Para qué me hablas de ella ahora, entonces?
-Porque la conocí y está colgada ahí.
-Erais conocidos.
-Eso es.
-Amantes conocidos.
-¿Mamá lo sabe?
-No. No tiene importancia.
-¿Qué no tiene importancia?
-Que lo sepa.
-Pero tiene importancia que yo lo sepa.
-No, tampoco tiene demasiada importancia.
-...
-...
-Un poco horteras las fotos.
-Eran lo años ochenta.
-¿En esa época no era hortera vestirse o desvestirse así?
-...
-¿Y qué pasó?
-¿Con ella?
-Sí, ¿qué pasó con ella?
-No sé. Se acabó.
-Se acabó la amante.
-Se acabó nuestra relación.
-¿Relación?
-La historia. Se acabó nuestra historia.
-No termino de entender, papá.
-Claro.
-Oscuro.
-Vamos.
-¿Qué fila tenemos?
-La siete.
-...
-...
-La mujer de los cines Acteón.
-Eso es.
-Deberías escribir sobre ella.
-A ver.
-Eso. A ver si te aclaras.


lunes, 19 de abril de 2010

-La mujer de los cines Acteón. (2)

-Fue en esta casa. Había montado su pequeño estudio en el salón. Una lona como fondo, unos focos, sus cámaras.
-¿Crees que tenía un plan?
-Creo que tenía un objetivo. Como tú.
-Tendría más de un objetivo, si se dedicaba profesionalmente a la fotog... perdón.
-Tal vez su plan B fuera quererme. Pero planificó mal el plan A. Aparentemente el más fácil: simplemente hacerme disfrutar.
-Quizá lo que tu interpretas como venganza, en realidad fue homenaje. Un regalo. Cientos de miles de personas viéndote en lo alto del hall del cine, admirando tu ves y tu envés, todo lo desnuda que su generoso amor podía permitirse, claro. Tal vez quería convertirte en una mujer adorable por todos.
-Convertirme en la mujer de los cines Acteón.
-La mujer de los cines Acteón.
-Puedes usar el título. No me sentiré robada.
-Quiero robarte.
-Bueno, ya has conseguido birlarme dos pequeñas muertes.
-¿Puedo robarte también esa frase?
-Todo este diálogo es tuyo.
-No, resiste, quiero robártelo.
-Cierro mis piernas, entonces.
-¿Echas de menos al fotógrafo?
-Nunca contesto a esa pregunta en mi segunda cita.
-...
-Y a mí, los homenajes me gustan en vida. Ve sabiéndolo. O vete sabiéndolo.

viernes, 16 de abril de 2010

-La mujer de los cines Acteón.

-Yo soy esa.
-¿Qué?
-Esa. La de los pósters. 
-¿Eres las dos?
-Las dos soy yo. De frente y de espaldas.
-No me lo puedo
-La mujer de los cines Acteón.
-Joder.
-Hace quince años.
-¿Eres tú?
-Era yo.
-Sí. Eres tú.
-El que me hizo las fotos fue mi novio. También el que las vendió cuando rompimos. Ahora esas venganzas son habituales con Internet. Fue un precursor, mi ex.
-Pues estás preciosa.
-¿Antes o ahora?
-Sigues siendo preciosa.
-Gracias. Lo dices porque tienes un objetivo, pero gracias de todos modos.
-¿Quién más sabe que tú eres la mujer de las fotos gigantes de los cines Acteón?
-Los amigos de mi ex, supongo. Y ahora tú.
-Cuando venía a este cine, los dos pósters me parecían una especie de extraño anacronismo. Un pegote. Precioso. O una estilización de la decoración tópica de los talleres de reparación de automóviles.
-Sólo que a mí no se me ve nada. Nada... decisivo.
-Bueno, lo que se ve invita a ver lo que no se ve.
-Había, hay, otras fotos en las que se me ve todo. Nada de invitar. Entrada gratis. Pero supongo que aquí, en este hall, no pueden permitirse colgar más que estas.
-Estás preciosa.
-Ya. Ahora, tu objetivo además está embadurnado por el morbo de conseguir hacer tuya a la mujer de los cines Acteón, la chica de los dos pósters del hall. ¿Cómo me prefieres: de frente o de espaldas?
-Nunca contesto a esa pregunta en la primera cita.
-...
-Tienes una sonrisa muy
-Va a empezar.
-Sí, entremos.

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