miércoles, 30 de septiembre de 2009

-Empiezo a cansarme.

-Volver a nacer.
-Claro. ¿Quién no?
-Eso es lo que necesito.
-Empiezo a cansarme.
-Tener una experiencia fronteriza.
-Por favor.
-Un acontecimiento que me haga otro. Algo que modifique mi pasado y por tanto mi futuro.
-Perder la memoria, claro.
-Tener otra memoria.
-Si quieres te doy en la cabeza con una maza, como en los dibujitos animados. Pierdes la memoria y cuando hayas escrito algo que merezca la pena te doy otro mazazo y vuelves en ti.
-Yo también empiezo a cansarme, ¿vale?



martes, 29 de septiembre de 2009

-Hoy juega el Barça.

-¿Qué voy a querer?, lo que quieren todos los escritores que pretenden vérselas a cara descubierta con la literatura, con el mundo, con la poesía: nombrar las experiencias que todos conocemos, o creemos conocer, pero hacerlo de un modo desconocido, novedoso, propio.
-Ya. Ahora vas a derramar sobre mí el chiste del mundo interior, me lo veo venir.
-No volveré a repetirte que tengo un mundo interior, pero está dentro de alguien que no soy yo.
-Bravo. ¿Ya estás más tranquilo?
-Es una pretensión vana.
-¿Conseguir un estilo o que dejes de contarme tus pretenciosos cinco chistes de siempre?
-Oye: la amistad se cimenta sobre pilares menos sólidos de lo que
-Hoy juega el Barça.
-...
-¿En tu casa o en la mía?
-...
-¿En mis cuarenta y dos pulgadas o en tus veintiuna?
-¿Qué llevo?


lunes, 28 de septiembre de 2009

-No puedo dejar de escribir.

-No quiero ser un escritor.
-Estás consiguiendo tu objetivo.
-Pero me temo que la mejor manera de llegar a ser un escritor, es no pretendiéndolo.
-No sé si lo pretendes, pero lo intentas. Tú escribes.
-No puedo dejar de escribir.
-Bien. Entonces lo conseguirás. Es decir, no lo conseguirás.
-Eso es lo que quiero. Ser un escritor que no quiere serlo. Así lo seré.
-Que estos juegos de palabras no salgan de aquí. Por favor, hazte ese favor.


jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Ya estábamos juntos?

-Lo conocí cuando aún estaba bien. Aunque ya se drogaba, todavía no había caído en las drogas. Era guapo y vital. Sexualmente muy activo. Insaciable. Era muy divertido. No podías estar con él y no reírte, no sonreir.  Tenías que quererlo. Yo, además, no pude evitar amarlo.
-¿Tus ex novios llevaban bien que les hablaras así de tus ex novios?
-Cuando lo dejé, y créeme que me costó casi toda mi salud hacerlo, creí que me tenía merecido el castigo que me sobrevendría por cometer el sacrilegio de alejarme de un ser cómo él. Una no puede blasfemarle así a la vida y quedar impune.
-Pues haberte quedado.
-Pensé en volver. Lo pensé durante mucho tiempo después de habernos separado.
-¿Ya estábamos juntos?
-¿Juntos?
-Por favor, no me pidas que te defina juntos.
-Ya nos conocíamos. Ya nos habíamos acostado unas cuantas veces. Creo que, incluso, ya nos habíamos decepcionado un poco. No sé desde cuándo estamos juntos.
-Ve.
-No, no tiene sentido. No tiene ningún sentido para mí. Ni para él.
-No me importa.
-Sí, te importa. Por eso te agradezco que finjas que no te importa.
-No tienes nada que agradecerme. Lo comprendo.
-Que descanse en paz.
-Vale, pero si quieres ir, darle el pésame a su ex, no sé, un rato.
-...


miércoles, 23 de septiembre de 2009

-Aprendo rápido.

-Estoy desencantado contigo.
-¿Desencantado?
-Sí.
-¿Dónde aprendiste esa palabra?
-Cuándo la aprendí, querrás decir.
-¿Cuándo?
-Cuando supe que no podría hacer nada por evitar aprender de ti cosas que no quiero saber, papá.
-Tan joven y ya desencantado.
-¿Tan joven? No creerás que este es mi primer desencantamiento, ¿no?
-No, claro.
-Aprendo rápido.
-De todos modos, te quiero.
-Yo también. Faltaría más.
-¿Faltaría más? ¿De dónde sacas esas expresiones?
-Mamá lo dice mucho. De ahí, supongo.


martes, 22 de septiembre de 2009

-Intenta dormir.

-¿Pero qué?
-No lo sé, algo.
-Pero...
-Si lo supiera no sería un presentimiento.
-Haz un esfuerzo, venga, es tarde.
-Tú también deberías estar preocupado.
-¿Por qué?
-¿Te lo tengo que repetir? También tiene que ver contigo.
-No te preocupes por mí: yo no tengo ningún presentimiento.
-No lo entiendes. Por eso puedes dormir.
-Estoy cansado, simplemente, por eso puedo.
-Algo va a pasar. Nos va a pasar.
-Tranquila, nada malo puede ocurrirnos.
-No rebatas lo que puedo presentir, porque ni yo lo sé.
-Intenta dormir.
-Mañana el presentimiento se revelará,  entonces sabremos cuán grave era para ti y para mí. Mañana lamentarás haber dormido mientras yo me helaba rodeada de mi presagio. ¿Qué harás con toda esa culpa mañana?
-Mañana no ocurrirá nada malo. Sólo que tendrás mucho sueño por haber dejado que te embaucara una idea estúpida.
-El estúpido, el desalmado, eres tú. Tal vez mañana seremos otra cosa, y lo único que haces al respecto es darme la espalda.
-Necesito dormir.
-Eres afortunado. Yo no sé qué certeza necesito para dejar de presentir.
-Inténtalo. Intenta dormir.
-¿Estarás aquí cuando despierte?
-No preguntes tonterías.
-¿Y yo, estaré cuando tú despiertes?
-Por favor, amor.
-¿Cómo puedes estar tan seguro de todo?
-...
-No sé cómo puedes.


lunes, 21 de septiembre de 2009

-Más allá.

-¿Y qué es aquello?
-¿Aquello? ¿A qué te refieres?
-A eso. Todo eso.
-No sé. ¿El mar, te refieres al mar? Eso es el mar.
-No, te pregunto por aquello. Más allá del mar.
-¿El horizonte?
-Más allá.
-No sé a qué te refieres. ¿El cielo?
-Más allá, mucho más allá.
-El universo.
-No. Más.
-¿La nada?
-¿La nada?
-¿Preguntas por lo que está más allá, más, y más allá?
-La nada, sí. No sigas. La nada está bien. Me gusta que se llame la nada.
-La nada entonces, hijo.
-Volvamos siempre a esta playa, papá.
-Claro.
-Nada.
-...
-¿Podemos cambiarle el nombre a la gata?
-...

viernes, 18 de septiembre de 2009

-Jamás antes leído en el metro.

-El vagón estaba semi vacío. O semi lleno, sí, antes de que lo digas.
-Ya no me dejas ni acotar.
-Todos íbamos sentados y quedaban asientos sin ocupar. La gente leía, pero de eso me di cuenta cuando el tipo del impermeable desfasado, el sombrero percudido y la antigua maletita de cuero marrón claro se levantó de su sitio y se sentó al lado del señor que estaba casi exactamente frente a mí, leyendo a Bradbury. Un hecho a todas luces excepcional: nadie lee a Bradbury en el metro.
-Osada afirmación, si me permites, que ya sé que no.
-El de la maleta le sonreía descaradamente al lector de Bradbury, quien tardó un instante en desconcentrarse y en mirar la sonrisa del hombre de la gabardina, quien hurgó en su maleta y extrajo un libro. El desconcertado Bradburyano vio esa acción de reojo, pero enfrentó su mirada al comprobar que el viejo  no dejaba de blandir un libro a esacasos centímetros de su cara, invitándole con descaro a que reparara en él. Yo también lo hice. Era una colección de cuentos de Arthur Machen, con la portada bastante maltratada por el uso. El hombre del sombrero hizo que Bradbury cogiera el libro de Machen. Lo consiguió sin emitir sonido. Comprendí enseguida que se lo estaba regalando, y que después de un ligero gesto que mezclaba amabilidad, agradecimiento y no puedo aceptarlo, Bradbury lo cogió. Entonces el viejo se levantó maleta en mano y fue a sentarse a la vera de la chica que leía a mi lado. Reparé en que la chica leía -no puede ser, pensé- a Cheever: Crónica de los Wapshot.
-Te extrañó sobremanera que una mujer leyera a John Cheever en el metro, claro.
-Sobremanera. La chica no había observado lo que acababa de ocurrir frente a sus ojos hacía un momento, con Bradbury. Eso, o disimuló muy bien. El del sombrero puso sonriente ante los ojos de la chica un ejemplar usado de Catedral, de Raymond Carver. La chica levantó la mirada de Cheever y la posó en Carver, y, enseguida, en el señor Maleta. Hay sonrisas que convencen a la primera, se sobreponen a todo, deshacen malentendidos, seducen hipnóticamente. La chica Cheever tenía ya en sus manitas una Catedral. El viejo de los libros pareció incorporarse con apremio. Se dirigió hacia la puerta donde, apoyado contra una de las hojas de la misma, un chico, un joven, leía Vidas minúsculas, de Alfred Polgar.
-Jamás antes leído en el metro.
-Leído en el metro algunos años atrás por mí. El tren comenzó a desacelerar, a entrar en la estación de La Latina. Cuando se abrieron las puertas, el chico, además del de Polgar, tenía otro libro en sus manos: La habitación del poeta, de Robert Walser, sin contraportada, me pareció. Cuando se cerraron las puertas, el viejo caminaba sonriente por el andén en dirección a vete a saber dónde. El señor Bradbury, la chica Cheever, el chico Polgar y yo, el Iletrado Imperdonable, lo seguimos con la mirada hasta que el túnel nos tragó otra vez. Te juro que así fue como ocurrieron las cosas. Tardé dos estaciones en darme cuenta de que también yo tenía que haberme bajado en La Latina.
-Muy bonita la historia.
-No sabes cuánto lamenté no llevar un libro en las manos.
 -Demasiado bonita.
-¿Qué me hubiera dejado el de la maleta si me hubiese visto con el Doctor Pasavento, de Vila-Matas, por ejemplo?



jueves, 17 de septiembre de 2009

-Hoy no te pillo.

-El bosque está lleno de lobos solitarios que no se hablan. Se dicen con las miradas que son lobos solitarios y que o comprendes lo que te está diciendo ese chispazo fugaz de su ojos, o ahí te quedas, lobo solitario de mierda.
-Alegóricos estamos.
-Cuando entres en el bosque y veas a los lobos mirarte, ya me cuentas.
-Hoy no te pillo.
-Hoy se cumple otro aniversario de tu no pillarme.
-Joder.
-Los lobos solitarios fundarán un subrepticio sindicato en el que agruparse en manadas de lobos que se ignoran. Pondrán la primera piedra en un claro oscurísmo del bosque. Allí podrán intercambiar sus miradas solitarias sin que nadie les sugiera que, en el fondo, necesitan encontrar a alguien a quien rendir su soledad para siempre.
-¿Te encuentras solo?
-...
-¿Te encuentras mal acompañado?
-...
-¿Buscas loba?
-...

miércoles, 16 de septiembre de 2009

-A veces se nota que no hay método.

-¿Cómo lo haces?
-No hay método. Me siento y empiezo.
-A veces se nota que no hay método.
-Bien.
-A veces no se nota demasiado, lo que no quiere decir que me guste.
-Te comprendo. Ahora, por ejemplo, se puede apreciar que estoy tanteando, como caminando en penumbras: quiero encontrar el camino, y al mismo tiempo, procuro no golpearme la cabeza contra algún escollo.  Dura unas cuantas líneas.
-Se nota, sí.
-Lo notas porque acabo de decírtelo, si no, no te enterarías.
-No subestimes mi capacidad de ver la telaraña casi imperceptible en la que entretejes lo que escribes.
-Lo de telaraña casi imperceptible, perdona que te lo diga, es...
-Claro, pero si se te hubiera ocurrido a ti y lo leyera en tu blog, te inquietaría un poco que no te dijera que me ha gustado.
-Puede ser.
-...
-Poco futuro parece tener este diálogo.
-Tira de método. Ah, claro, que no tienes.
-Monólogos. Se me dan bien. Debería probar con los monólogos.
-Cabrón.

martes, 15 de septiembre de 2009

-Ningún tipo.

-¿Vosotras qué erais?
-No hable en pasado, por favor.
-¿Amigas?
-Compañeras de habitación.
-Sólo durante el verano.
-Sí. Este verano, y el anterior.
-¿Dormíais solas?
-Sí, las dos, aquí.
-¿Las reconoces?
-Sí.
-¿Eran suyas?
-Tiene un sujetador a juego.
-¿También lo llevaba puesto?
-Siempre va con la ropa interior a juego.
-¿Qué más sabes de ella?
-…
-¿No salíais juntas?
-A veces.
-¿Anoche?
-No.
-¿Habías discutido?
-¿Qué? No. No discutimos. ¿Por qué íbamos a discutir?
-No sé, las amigas discuten, a veces.
-Nosotras no.
-Ajá.
-No éramos amigas.
-Pero teníais bastante intimidad. Todas las noches. El verano pasado. Este.
-Trabajamos aquí, en el mismo hotel. Éramos compañeras de trabajo. Compañeras de habitación.
-¿Íbais a la playa por la noche?
-A veces.
-¿Dórmíais allí?
-¿Dormir? No.
-¿Dormíais juntas aquí?
-¿Juntas?
-Sí, juntas.
-Compartíamos esta habitación. Esa es su cama. Esta, la mía.
-¿Tenía novio, tu amiga?
-No.
-¿Novia?
-No. No lo sé.
-¿Y tú?
-¿Yo qué?
-¿Tienes algún tipo de pareja?
-Ningún tipo.
-¿Tenéis amigas entre las otras animadoras del hotel?
-Yo no.
-¿Y ella?
-Ella es más… abierta.
-¿Te molesta que ella sea más abierta?
-Me da igual. No somos amigas.
-No te vayas muy lejos, ¿vale?
-Trabajo aquí. No me iré hasta que acabe el verano.
-No te molesto más, por hoy.
-¿Cree que la encontrarán?
-¿Viva?
-Sí.
-¿Estás segura de que llevaba el sujetador a juego?
-Segurísima.
-No te molesto más.

jueves, 10 de septiembre de 2009

-Esas cosas no se piden.

-Es la sexta vez que lo hacemos, y nada.
-Tienen otro tempo.
-Pues mi tempo es oro.
-Nosotros los tíos parcializamos, pero la totalidad es más que la suma de las partes.
-Ella parte y reparte y después de seis veces sigue quedándose con la mejor parte, sigue sin darme esa parte que tanto le gusta a esa parte de mí que necesita que una parte de la relación se base en que ella le haga eso a mis partes.
-¿No pones en práctica estos juegos de palabras cuando estáis en la cama, no?
-¿Cómo se te ocurre?
-Ni se te ocurra. Los tíos somos más pornográficos. La pornografía se basa en el primer plano, en dejar fuera de plano el resto. La pornografía huye de la totalidad. Como tú.
-Haces que suene como algo malo.
-No me hagas caso, es que leí algo así hace unos días, no sé dónde. Lo que tienes que hacer es obligarla con sutileza.
-El problema es que me lo paso tan bien cuando lo hacemos, que me doy cuenta de que no me ha hecho lo que quiero que me haga cuando está saliendo por la puerta.
-¿Has probado a pedírselo sin tapujos?
-Ya me conoces: No sé hacer nada sin tapujos.
-A lo mejor está pidiéndote a gritos que se lo pidas a gritos.
-Esas cosas no se piden.
-Pues entonces espera a que ocurra, simplemente.
-Mi paciencia tiene un límite.
-¿Y cómo vas a plantearle un ultimátum si te lo pasas tan bien, si tienes tapujos, si no quieres pedírselo a gritos?
-Tengo que empezar a sufrir más y a disfrutar menos.
-Eso suele forzar las situaciones, sí.
-Lo percibirá. No querrá perderme. Finalmente, lo hará.
-Sí, ponerla entre la espada y la pared suele funcionar.
-También puede ocurrir que si la pongo entre la espada y la pared, elija pared.
-El amor es riesgo.
-¿Amor? Cuando finalmente me lo haga, empezaremos a hablar de amor. Por ahora, esto es sexo. Puro y duro.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

-Escalofríos.

-Lo comprendí anoche. Después de cinco años de convivencia, imprevistamente, lo comprendí anoche: En lo que me resta de vida, no volveré a acostarme con otra mujer que no sea ella.
-…
-Escalofríos.
-¿De alegría?
-…

martes, 8 de septiembre de 2009

-Te abandonó en el mar.

-Me dijo que hacer el amor requiere un gran esfuerzo físico.
-¿Eso te dijo?
-Le contesté que todo amor es físico.
-Bien dicho. Y un poco químico, también.
-Espera. Siguió. Me dijo que hacer el amor conmigo era como torear de salón.
-Huy, ¿te lo aclaró o te abandonó a la deriva en el mar de las múltiples interpretaciones?
-Tómatelo cómo quieras, me dijo.
-Te abandonó en el mar.
-Sí.
-Esperaba más de ella, la verdad.
-Yo también.

viernes, 4 de septiembre de 2009

-No lo lamentes.

-Llegó la hora.
-…
-Vamos a ir en coche. Será una media hora de viaje. Te dejaremos en un sitio resguardado. Tendrás que esperar una hora, aproximadamente, para que vayan a recogerte. Te quitaremos la venda de los ojos. Te dejaremos los pies y las manos libres, pero no te muevas del sitio. Les daremos las señas exactas para que te recojan ahí.
-Tranquilo: no lo echaré a perder.
-Lamentamos mucho que se haya estirado más de lo previsto.
-No lo lamentes.
-Esperamos que, dentro de todo, te hayas encontrado a
-Pareces un gerente de hotel.
-…
-¿Has sonreído?
-Tienes razón. Parezco el gerente de un hotel.
-¿Juan vendrá con nosotros en el coche?
-Sí.
-¿Me hablará por fin?
-No lo sé.
-¿Ya tenéis el dinero del rescate, no?
-Claro.
-¿Os cambiará la vida?
-Para siempre.
-A Juan no sé, pero a ti seguirá faltándote algo.
-Por supuesto. Pero también me sobrará algo.
-Menos mal que dijiste esa frase tan pero que tan práctica. Nuestra última charla estaba cogiendo un caminito de lo más cursi.
-…
-Me gusta cuando intuyo que sonríes.
-¿Vamos?
-Vamos.
-…
-Cuando me desatéis las manos y los pies, por favor…
-…
-…hazlo tú.

jueves, 3 de septiembre de 2009

-Nunca estuve en Estocolmo.

-¿Sabes de dónde viene lo de Síndrome de Estocolmo?
-Sí, unos rehenes en un atraco a un banco de Estocolmo. Tres mujeres y un hombre. Estuvieron cinco días. Cuando todo acabó, se
-Claro, cómo no vas a saberlo. Eres un profesional.
-Lo soy, sí.
-Nunca estuve en Estocolmo.
-Eres joven.
-¿Dónde estamos?
-¿Qué?
-¿En qué ciudad?
-No me preguntes eso.
-¿Qué importa que me entere de que estamos en tal o cuál sitio?
-Todo importa.
-¿Cuántos días llevo aquí?
-Por favor, Elena.
-¿Estás casado?
-No lo estás haciendo bien.
-Tú tampoco. Y eso que no dejo de recordarte lo que deberías hacerme. Eres un carcelero lamentable.
-Todo acabará muy pronto.
-No te confundas conmigo.
-No me confundo. Te comprendo.
-No me comprendas, tampoco. No sé si aquí, entre nosotros, está entrando a jugar algún síndrome. Pero el de Estocolmo, ni lo sueñes.
-Lo sé. No te preocupes.
-No me preocupo. Preocúpate tú si sientes que en esta habitación crees haber encontrado algo que te faltaba.
-Soy un profesional. No temas.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

-Estás muy delgada.

-Sí, he dormido bien. Es lo que quieres oír, ¿no?
-Te lo pregunto porque me intereso sinceramente.
-Crees que teniendo una actitud atenta conmigo, tu alma va a redimirte de haberme hecho esto.
-No es eso, Elena. Sé que está mal.
-No, no crees que esté mal.
-Sí, lo creo. También lo cree tu familia. Por eso nos dedicamos a esto. Quitarle temporalmente la libertad a una persona funciona.
-No sabes si será temporalmente.
-Todo saldrá bien. Sabes que el error cometido al principio de todo esto ha sido que contactaran con la policía. Ahora se necesita algo más de tiempo.
-Sí, ya lo sé. No haces más que repetirme que todo saldrá bien, que se necesita tiempo, que no puedes darme tu mano. Sabes que hay días que no me importa ponerme en tu lugar. Pero hay otros en los que me da igual qué clase de hombre seas.
-Lo comprendo. Te portas muy bien.
-No me hables como a una hija, imbécil.
-Lo siento.
-Tú no sientes nada. No sientes piedad. No eres desalmado. Sólo ejecutas tu parte.
-Te trato lo mejor que las circunstancias me
-Chorradas.
-Juan ya no viene. Te afectaba muchísimo que mi compañero no hablara cuando entraba aquí. Bien, pues yo… Para mí es un esfuerzo. Mis horarios se han trastocado.
-Me da igual que vengas tú, o Juan, o nadie. No esperes que te agradezca tu gesto humanitario. Sigo necesitando que me acaricies y tú sigues trayéndome comida y agua, como has hecho desde el primer día.
-Por favor, no empieces otra vez. No me pidas cosas que no puedo darte.
-Llévate las cosas. Quiero dormir.
-Deberías comer un poco más.
-Y tú deberías irte a la mierda.
-Estás muy delgada.
-Gilipollas.

martes, 1 de septiembre de 2009

-No retires los platos aún.

-¿Eres Juan?
-…
-¿Te llamas Juan? Eso me ha dicho Raúl. Es lo único que me ha dicho de ti.
-…
-Ninguno de los dos os llamáis como decís, ¿no?
-…
-No deberíais preveniros tanto contra mí. Aunque os viera la cara, supiera vuestros nombres reales, vuestros apellidos, conociera vuestras biografías… No te estoy pidiendo que me quites la venda, que me desates, que me dejes llamar a mis padres. Juan, o como te llames, oye. Háblame. Dime hola. Dime Elena.
-…
-No retires los platos aún.
-…
-No hables, si no quieres. Pero no te vayas todavía. Escúchame. No cierres. Dile a Raúl que venga. Dile que no volveré a pedirle que me toque. He reflexionado. Lo comprendo. Ya no necesito nada. Está bien así. Me basta con la comida. El agua. ¡No! No cierres. Dile a alguien que venga. No es necesario que hable. No hace falta que me toque la cara. No me importa quedarme aquí hasta que se acabe todo esto. En serio. Podéis estar aquí conmigo. Todo el tiempo. Confiad. Yo nunca sabré nada de vosotros dos.

Related Posts with Thumbnails