martes, 17 de enero de 2012

-Copenhague.

-Hay un par de fotos, de las muchas que ha hecho la pareja viajera, en las que no sale ninguna bicicleta.
-Como en España no se come en ninguna parte. Pero como en Copenhague tampoco.
-La pareja viajera elige al azar un restaurante. Lo creen italiano. Con encanto -esto no lo creen, es evidente-. Vuelven la noche siguiente. Siguen creyéndolo italiano.  Hasta que Carmen pregunta por qué creen que es italiano. No lo es. Es un encantador restaurante de comida tradicional danesa. La comida tradicional danesa vete a saber tú lo que tiene de italiana.
-Los mantelitos eran de cuadros rojos y blancos. Eso pudo haber llamado a confusión. A confuzzione.
-La última noche fueron a otro restaurante -las noches anteriores también cenaron, ¿eh?- de similares características del que durante un par de días creyeron italiano. Esta vez no se dejan engañar por ellos mismos. Y eso a pesar de que los manteles también resultan ser de cuadrados rojos y blancos. Es un antiquísimo restaurante de cocina tradicional danesa. Estupendo.
-En las tiendas de souvenirs, extrañamente, no vieron manteles de cuadrados rojos y blancos. Tan de Copenhague, al parecer.
-Cenaron el 31 de diciembre en un bistró francés -enseguida supieron que no era una cantina italiana-. Un lugar encantador. Manteles blancos -o tal vez de cuadrados blancos combinados con cuadrados blancos, hecho que hacía imposible distinguir los cuadraditos-. Cena deliciosa que incluia, entre otros manjares, un plato de foie con carpaccio de algo similar a vieiras que las glándulas salivales de la pareja aún rememoran babeantes.  
-Bebieron dos (2) botellas de vino francés -sí, especifico utilizando una generalización, que es como aclarar Bebimos un vino español. ¿Matarromera? ¿Don Simón? ¿Reserva o crianza?- creyendo, hasta el final de la larga cena, que el precio del vino era el que era, y no el doble de lo que creían que era. El error fue propiciado -aducen chisposos- por una equívoca disposición tipográfica en la carta al leer los precios. Riquísimo el vino. Francés. Así, en general.
-Siempre tuvieron claro que no era italiano.  
-Penumbra en los restaurantes. En los bares. Muchos libros decorándolos, antiguos, verdaderos, en estanterias a las que acceder desde las mesas. Velas, velas... Penumbra en la calles de la tarde. Oscuridad en las calles nocturnas. Es decir, a partir de las cinco de la tarde. Calles en las que puedes escuchar tus pasos. Gusto por lo nórdico confirmado. Seguridad. Tranquilidad. Amabilidad.
-Tal vez Copenhague sea menos evidentemente bonita que Estocolmo, pero a la pareja viajera le ha gustado tanto como Estocolmo.
-Aunque no lo parezca han hecho más cosas que comer y beber.
-¿Caro?
-Sí.

Fotografía de Carmen Díaz

5 comentarios:

  1. Copenhague siempre me sonó a título de novela. Supe no hace mucho que era el título de una canción de un grupo indie prestigioso. Ahora ya sé que, desde luego, tiene una novela con mesas de manteles a cuadros franceses de restaurantes que parecen italianos pero que son tradicionalmente daneses y decorados con libros. Eso sí, deberá ser una novela con mucha penumbra, calles silenciosas, gente amable y, sobre todo, una novela cara. Y la foto de Carmen de portada. Está todo pensado.
    Qué bien debisteis pasarlo.
    Un abrazo.

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  2. Y tan caro.

    Pero nutritivo.

    Recuerdo mi primer desayuno con el Pez: Un café, un zumo de naranja y un croissant: 19 euros.

    El restaurant que recuerdo con más deleite es este: http://www.era-ora.dk/

    Y las cervezas junto al canal.

    La lluvia después de ver a una sirena en el mar más pequeño del mundo.

    Los patos escuchando una banda el parque más kitsch.

    Ciudad mágica.

    Justo en medio de la eficacia del norte y del sabor del sur.

    (Me gusta el Matarromera. Prefero un Emilio Moro o un Azpilicueta. Crianzas. En Lavinia comes y pruebas. Madrid es también una ciudad mágica).

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  3. Bien está lo que bien acaba.
    Por cierto Copenhague siempre lo he relacioando con el frio y atardeceres grises.
    Un beso grande Blanco

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  4. Te hacía hibernando.
    Supongo que Copenhage es un buen sitio para ello. Parece que siempre sea invierno allí. ¡Qué ortografía tan distinta la del invierno y la de la hibernación, aunque una palabra nos sugiera la otra.
    Primera entrada que te leo que no viene acompañada de uno de tus fantásticos dibujos. ¿Está hibernando el lápiz o quedó helado en el invierno de Copenhage?
    Un abrazo fuerte.

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  5. Lo pasamos muy bien, sí. Y prometo leer la novela si la escribes tú. Y también prometo leerla si la escribo yo.

    Tiene muy buena pinta el restaurante. La página web, por lo pronto, está muy bien. A ése no hemos ido. Mágica, sí. Daban ganas de quedarse unas semanitas más. Me gusta el Emilio Moro. Mi suegra -esa santa- siempre trae una botella de Emilio Moro para la nochebuena de cada año. Y eso que es de La Rioja. Será por eso que, además de ésta, trae un montón de botellas de diferentes "Riojas".

    Sí, algo fría y bastante gris: preciosa.

    Yo hiberno en la playa. Volverán los dibujos -a veces me da muuucha pereza dibujar-: mi lápiz sigue tan cálido como siempre. (Iba a escribir caliente en vez de cálido, y me reprimí. Me estoy haciendo mayor.)

    Abrazos para los dos y besos para las dos. Y viceversa también.

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