jueves, 30 de julio de 2009

-Es broma.

-Dedicamos más tiempo y esfuerzo a destruir las relaciones -las parejas, las amistades- que a salvarlas.
-¿Me estás queriendo decir algo?
-Sólo que ponemos menos empeño en rescatar que en hundir.
-Eso ya me lo has dicho.
-No estoy hablando en concreto de nosotros dos.
-Pero también de nosotros dos.
-¿Tienes frío?
-No.
-Se te han erizados los pelitos.
-Es por la charla que se nos viene encima.
-No somos tan especiales, después de todo. No estamos hechos de otro material.
-Si hay que empeñarse en salvar una relación, es que esa relación no tiene salvación. ¿Hay una palabra más horrible que conservar?
-Esa postura era la que yo ejercía: el amor no se construye día a día, ni siquiera noche a noche. El amor surge, asalta imprevistamente. El desamor también. No son procesos. Son apariciones. Pensaba eso hasta que te conocí. Y funcionaba: no conseguí salvar ninguna de mis relaciones. Como es obvio. Pero siempre se materializaba otra repentina aparición.
-No creo que haya que dedicar el mismo tiempo y esfuerzo a salvar que a construir. Una infidelidad puede ocurrir en un abrir y cerrar de ojos y no haría falta más que eso para que nuestro matrimonio, por ejemplo, se acabara, ¿no?
-Haría falta que me enterara de que me has sido infiel.
-No, se acabaría aunque tú no te enteraras.
-Tienes frío.
-No tienen frío: mis pezones quieren hacerte saber que hay conversaciones que los conmueven.
-¿Te acuerdas del poema de los...
-No separo tus pezones de quien eres. Tus tobillos pueden tener... idéntica perversa intención que tu mirada.
-Lo recuerdas.
-Claro. Cómo olvidar que no lo has escrito para mí.
-No recuerdo para quién. Yo era muy joven.
-También ella.
-Tal vez para nadie. Para mí.
-Claro.
-Estoy exahusto. Después de lo que acabas de hacerme, creo que hasta te perdonaría por unas horas que me hubieras sido infiel. Espero que este tremendo esmero que acabas de poner en complacerme no sea hijo de la culpa.
-Tú sí que eres un auténtico hijo de culpa.
-Es broma.
-Pues el cigarrillo que voy a fumarme va en serio.
-Puedes incendiar la habitación, si quieres.
-He cambiado tanto. Antes fumaba por lo menos tres cigarrillos seguidos después de hacerlo.
-Antes engañabas a tus amantes. Ahora, sólo me recuerdas una y otra vez que engañabas a tus amantes.
-...
-Me sigue gustando tanto tu sonrisa...
-Eso es porque sigues viéndome con buenos ojos. Y porque hemos aprendido a ver nuestra vida con puntos suspensivos.
-Cuando llevábamos diez años juntos, jamás creí que llegaríamos a llevar veinte.
-He aprendido a empeorar con el tiempo.
-Te quiero.
-Yo también.
-Qué frío.

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