miércoles, 7 de octubre de 2009

-Por fin un juguete roto sin paliativos.

-El boxeador –si es que los boxeadores, como los toreros o los diputados, de algún modo, siguen siéndolo aunque ya no lo sean- es atropellado por un autobús. A la salida de un partido en la cancha de Independiente de Avellaneda. Agoniza largamente sobre los adoquines. Pide que no lo dejen solo. Muere en un hospital del sur de la provincia de Buenos Aires. Fue, a un tiempo, Mono y Tigre. Los señoritos del ring-side lo despreciaban rebajándolo hasta primate. Para ellos era el Mono Gatica. Para la popular, para el pueblo -esa masa deseosa de supuestos malos ejemplos para tomar de ejemplo- en cambio, era el Tigre Gatica. En la memoria popular, paradójicamente, pervive como el Mono. Tal vez porque la derecha, a la larga, siempre se sale con la suya. El Mono fue un juguete roto.
-Por fin un juguete roto sin paliativos.
-Lustrabotas. Empezó peleando por unos pesos rápidas peleas regladas por una ordenación sin cláusulas escritas. Tres rounds en un tugurio, territorio de marineros desgajados del mar y putas adheridas a paredes pintadas de humedad.
-Al grano.
-Cuando le presentaron a Perón, Gatica le dio la mano diciéndole “Dos potencias se saludan”. De la mano del entonces presidente, Gatica llegó a Estados Unidos. Ike Williams lo facturó de vuelta desde el Madison Square Garden estampillándole tres expeditivos sopapos. Perdió el favor oficial, pero no el fervor popular. Escenificó junto a Alfredo Prada -que sí llegó a campeón argentino y que cuando se bajó del ring podía ir al banco a interesarse por sus ahorros- una especie de extraña amistad. En empate cerraron su estadística de golpes: ganaron tres peleas cada uno. Aunque El Mono perdió la última de las seis. Volvió a la villa miseria a empezar a cerrar el círculo. Prada puso un restaurante y le pagó a su viejo rival por dejarse humillar a la puerta del local, exponiéndolo como abrepuertas. Algunos le dejaban unas monedas de propina como antes le  habían dejado insultos y gestos de burlas simiescas desde las filas más cercanas al ring. Otro “amigo”, Martín Karadajián, empresario y luchador que regentaba una troupe de luchadores de catch –toda mi infancia y adolescencia viendo en la tele las peleas de Titanes en el Ring con todo su batallón de luchadores: El Mercenario Joe, El payaso Pepino, el
-Perdón, mejor guárdate a los titanes estos para La hora de la Nostalgia, un blog que, por lo que veo, no deberías tardar en inaugurar. Cómo estamos…
-El fotógrafo oficial de Karadajián y su mundo era el padre de un compañero de clase, a mis diez u once años.
-¿Ya?
-Por otras cuatro monedas, Karadajián representó otra derrota parodiando la parodia del Mono roto. Karadajián le ganó la farsa de pelea. Una inundación se llevó su chabola. El agua de los pobres empeñada en borrarlo todo. El Mono, años después de cobrar por perder, y mientras apenas si ganaba para sobrevivir, murió en la calle. En más de un sentido murió en la calle. El último músculo de su dignidad rogando que no lo dejaran solo. Tenía treinta y ocho años. Seguro que llovía lentamente. Treinta años más tarde, Osvaldo Soriano escribió una semblanza sobre su vida que hay que leer, como todo lo escrito por Soriano.



3 comentarios:

  1. Cuando yo era chico mi padre me llevo a saludar a Gatica. Iba vestido con una galerita como Chaplin. Yo sabia que lo llamaban "Mono" pero me sorprendi cuando descubri que era un ser humano. Seria al final de los cuarenta.

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  2. Qué bueno. Yo sabía poco de Gatica. Hasta que vi la película de Leonardo Favio -también ahí descubrí la galerita a la que hacés mención-. Más tarde leí lo que Soriano escribió sobre él. La verdad es que su vida, tan triste, es muy literaria. Como la de tantos boxeadores. Muchos de ellos, argentinos. Me alegra mucho haber contactado contigo, Oscar.

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  3. Yo habia guardado las fotos de su velorio que publicaron entonces en un pasquin sensacionalista que se llamaba "Esto Es!"..Eran algo SINIESTRO. Pobre tipo!

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