jueves, 1 de octubre de 2009

-Y dejar las drogas, en serio te lo digo.

-Desaparecer.
-Sí, el suicidio es muuuy literario. Te pega todo el suicidio. Hablar, escribir acerca de él, romántico malditismo, blablablá...
-No entiendes. Desaparecer. Mezclarme con las cosas hasta hacerme invisible. Disolverme pero estar. Estar en todas partes.
-Dejar las drogas, ese debería ser tu cometido en la vida. No es muy literario, pero es que no quisiera que acabaras siucidándote.
-Estar donde no estoy. En todas las partes en las que no estoy. Ser todos los que no soy. Es un lastre tener mi historia, mi cara, mi pasado. Hacerme presente en todas y cada una de las... partículas exteriores a mí.
-Y dejar las drogas, en serio te lo digo.
-¿Cuándo me has visto drogarme, imbécil?
-Discreto si que eres.
-Lentamente. La lentitud es esencial. Pretender que se tiene toda la vida por delante es necesario. Reparar en cada minúscula situación. En cada cosita. Ser cabalmente consciente de cada paso que das.  Atento a los detalles. Todo son detalles. No hay más que detalles. Apreciar las posibilidades de ser un observador solemne. El matiz del matiz.  Las ventajas de una contraventana que no cierra. La luz que se filtra y te permite ver y no ver a un tiempo. Así durante el inexplicable, el inabarcable tiempo que sea necesario. Hasta desaparecer felizmente. Hasta conseguirlo por fin.
-Escribe, anda, escribe. Vuelvo más tarde.



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