-¿Nunca?
-Nunca, Esmit, nunca.
-Claro.
-¿Claro qué?
-Eso explica algunas cosas.
-¿Quieres decir, cosas, sexuales, cosas íntimas, nuestras, de cama?
-Eeehhh, no era eso en lo que pensaba, Guolquer, pero ahora que lo dices.
-Odio el psicoanálisis, Esmit, y las castañas asadas.
-Ah, se siente, recuerda el juramenteo: En la salud y en la enfermedad, hasta que las metáforas os separen.
-No sabes cuánto me arrepiento.
-Ah, se siente, recuerda el juramenteo: En la salud y en la enfermedad, hasta que las metáforas os separen.
-No sabes cuánto me arrepiento.
-No me extraña si es verdad lo que acabas de confesarme.
-No es una confesión.
-No me jodas, Guolquer: se trata de una confesión en toda regla. Una confesión de esas que
-¡No, por favor, apaga eso!
-Piensa un poco menos en ti y un poco más en la Posteridad, por favor.
-Dale al plei.
-Ya.
-Cuando niño,
-Espera, espera.
-Joder, Esmit.
-Tenemos que comprar otra. Las teclas ya... Venga ahora sí.
-Cuando niño nunca marqué un gol. Nunca jamás. Y eso que era el dueño de la pelota. De las sucesivas pelotas con las que yo y mis interesados amiguitos jugábamos al fútbol.
-Es volver a oirte, Guolquer, es volver a oirte... y...
-Necesito curarme.
-Oye, lo que dijiste antes, de nuestro sexo y eso...
-Sí.
-Es una verdad como una casa así de grande.
-Sabes cómo hacerme sentir bien.
-...
-Una vez casi marqué. Lamiendo el poste pasó...
Eso explica casi todo. Y cuánta ternura desprende ese dibujo, dan ganas de revolverle el pelo a la criatura.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero...nunca, ¿nunca?
ResponderEliminarPor eso alguna vez hay que dejar ganar a los niños, aunque sea solo una vez para que lo prueben. Luego que se esfuercen. Claro que si te pillan que les has dejado, puede ser peor. Y son muy listos.
ResponderEliminarYo no lo he logrando que el psicoanalisis anule mi amor a las castañas asadas.
ResponderEliminarUn beso blanco, blanco, blanco...Blanco.
Me recuerda a un joven que sí marcó. Fue el gol de la honra ante un rival que los machacaba. Empujado por la épica de una remontada imposible, rescató el balón del fondo de la portería para que los oponentes se apresurasen a sacar de medio campo. Fue mala pata, se enganchó la bota con la red, cayó al suelo y se rompió la pierna.
ResponderEliminarExplica algunas cosas, pero quedan en el tintero unos cuantas más.
ResponderEliminarMirando con atención el dibujo el texto se lee de otra manera. Eso me ha sucedido.
Genial Blanco
Besos
Ya sabes, ganar no es lo más importante... ¡es lo único importante!
ResponderEliminarDe crío jamás reparé en los compañeros patosos y con el tiempo lo he lamentado. Hoy lo vuelvo a hacer.
Un abrazo.
Me he acordado de un chiste muy malo de una chica que se casa de penalti con un árbitro, o algo así.
ResponderEliminar¡Ah no! Ya sé: "¿Cuál es el colmo de un árbitro? Que su hija se case de penalti."
Que conste que había avisado que era muy malo.
Tú no hace falta que avises de que tus textos son muy buenos.
Un abrazo, y espero que enhorabuena por la mala puntería.
Me chiflan los perdedores, los triunfadores me despiertan ternura, pobrecitos.
ResponderEliminarBesos y más besos.
Tenía siete años cuando me pusieron las gafas. No veia bien la pizarra. Yo era el portero de mi equipo. La fastidiamos.
ResponderEliminarY esto lo arrastra uno toda la vida.
Alegre siempre de leerte, Blanco.
Un abrazo tierno, como ese dibujo tierno.
La alegria de ganar un partido que duraba 20 min y que se repetia cada dia. Y la alegria que daba ganarlo al dia siguiente...una metafora de la vida, claro.
ResponderEliminarSaludos,