-Cuando la rubia irrumpió en mi despacho me sentí como en la primera página de una novela negra.
-Lo primero que dijo la rubia fue que era rubia de bote.
-No importa, le contesté, yo soy psicoanalista de río.
-La rubia miró al psicoanalista sin ocultar que no había acabado de comprender su respuesta. Enseguida se quitó el abrigo, debajo del cual había una rubia de bote casi completamente desnuda.
-Si no fuera por sus medias y sus zapatos, diría yo que es usted una rubia de bote completamente desnuda, dijo el psicoanalista sin quitar ojo al triangulito rubio de bote.
-Ella dijo que hacía esas cosas. No podía evitarlo. Y no pudo dejar de encogerse levemente de hombros, ni de sentarse frente al psicoanalista como si no lo tuviera delante. Como si lo tuviera detrás.
-El facultativo -agota escribir psicoanalista tan seguido-, es decir yo, al ver el movimiento ejecutado por la mujer antes de sentarse, deseé haber estado -también- detras de ella. Delante y detrás. Desdoblarme. Ser dos. Es usted una mujer inabarcable por un sólo hombre, le solté antes de arrepentirme de haberlo hecho. Me sentí un pobre hombre al acabar de confesar que tal vez si hubiera sido dos... Pero me sentí, qué coño.
-Ella dijo que causaba esos efectos. También le dijo que él era muy bueno haciendo su trabajo. Y también que era muy bueno ocultando su erección.
-Son años ejerciendo mi vocación, dije, y me creí de lo más ingenioso.
-Preguntó si creía que podía hacer algo por ella, por esa conducta que, quieras que no, le complicaba la vida.
-Soy un simple detective del inconsciente, de los malos, además, le dije poniendo la más triste de mis sonrisas.
-Ella hizo suspirar a sus pechos antes de decir que se lo tomaría como un sí. La rubia, acto seguido, puso de pie a su triangulito.
-Disculpe que no me levante.
-Toda ella dijo algo así como "Muy bueno, sí señor", o "Fui poemo, ruiseñor", o vaya el investigador psíquico a saber qué dijo la rubia de bote mientras se envolvía con el abrigo con una gracia que ya quisieran para sí las decenas de visones necesarios para fabricarlo.
-La espermo mañana.
-La rubia creyó haber escuchado "espermo", pero enseguida comprendió que era imposible que ese hombrecillo hubiera emitido semejante expresión de deseos (pensó expresión de deseos porque desconocía la expresión acto fallido, pero, para el caso, ambas expresiones son sinónimos). Le dió la espalda como si esperara que se la devolviera y se dirigió a la puerta.
-Se va usted de un modo que no podré perdonarme en toda la noche, le dije.
-Ella no se volvió para echar una última mirada al tipo. Ni para cerrar el diálogo con una frase de ésas. Ni para preguntarle quién era el Freud de la foto. Ni para nada.
-Me quedé escuchando el sonido del ascensor. Sé perfectamente cuándo sube y cuándo baja. Estuve toda la madrugada sin poder moverme de mi silla. Oyendo cómo subía y cómo bajaba. Extrañado, sin querer desentrañar del todo cómo era posible que aquéllos engranajes sisearan como medias femeninas desvelando finamente unos muslos que jamás acabarán de desnudarse por completo.
Bueno, muy bueno. Ojalá ella haya asistido a la cita.
ResponderEliminarSaludos, Blanco.
Al ser un simple detective del incosciente, no me extraña que se pasara toda la noche oyendo subir y baja el ascenso....
ResponderEliminarMuy bien por el psicoanalista de río...
Besicos.
Es que las rubias de bote son las que más hacen suspirar, no te creas...
ResponderEliminarMe gustaria que este relato tuviese continuación.
Buenas noches Blanco
¡Me gusta!
ResponderEliminarGenial, genial. Me gustan los psicoanalistas mezclados con rubias de bote. Para la sesión del martes creo que me teñiré el pelo, a ver si pasa algo interesante.
ResponderEliminarEs mejor, a veces, no acabar descubriendo todo.
ResponderEliminarEntre Groucho, Chinaski y Alfredo Landa te ha salido un auténtico Psicoanalista de Río.
ResponderEliminarMuy bueno...quizas el psicoanalista de rio debio haberse levantado de la silla...asi, a lo mejor, el ascensor no sería lo unico que hubiera subido y bajado.
ResponderEliminarGracias por pasarte.
Sé de buena fuente que la Internacional de Psiconalistas Argentinos te va a nombrar Presidente de Honor. No sólo eso, de ahora en adelante los psiconalistas argentinos van a psiconalizarse con tu psicoanalista de río, porque no pueden dormir con esos engranajes que sisean como medias femeninas que envuelven unos muslos interminables, o sea, polisílabos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho estar por ahí el domingo.
Abrazos.
“Ella hizo suspirar a sus pechos”
ResponderEliminarSi ella se hubiese vuelto, yo estatua de sal
Los especimenes de río entran dentro de mi jurisdicción, pero prefiero a las rubias aunque sea especie aloctona, invasora.
Un abrazo verdadero.
"La espermo mañana", esta frase solo se te puede ocurrir a ti. No comprendo cómo no has titulado así tu relato.
ResponderEliminarEn adelante la utilizaré como mía, te la robo.
Un abrazo,
Paladeo.
ResponderEliminarBlanco, más allá de eso, no sé qué decirte.
Todo me suena tonto.
Disfruté este texto como una enana.
(Todo tonto ¿ves?)
El dibujo de los peces también.
Beso
Mujeres fatales que rompen cien corazones por día, con una sola palabra/gesto/mueca generan tu perdición.
ResponderEliminarUn abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarFlipante, como siempre. Cómo saqbes, Blanco, ¡cómo sabes!
ResponderEliminarNunca me he considerado un lector de agua dulce, por eso paso por aquí de vez en cuando.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tranquila, Marcia, ella no se pierde ninguna cita.
ResponderEliminarA mí tampoco me extraña, Cabopá. Esta gente tiene cosas muy raras en la cabeza. Y también más abajo.
Tendrá continuidad, Madison. Las rubias de bote siempre quieren más.
Me alegra, Xibeliuss. Me debo una lectura -todo seguidito- del mirlo. Caerá.
¿Cómo ta ha ido el martes, rubia?
Sí, mantengamos el misterio, Stultifer, que si no, nos quedamos sin nada.
Estamos hechos de muchos, Esgarracolchas, lástima que con frecuencia sólo mostremos el Esteso que llevamos dentro.
Mi psicoanalista es todo un profesional, Henry.
Gracias a ti.
Hello, Sweet.
Así es Daniel. Me han nombrado y derrocado varias veces. Costumbres argentinas. Abrazo grande.
Jesús, me confirmarás si es cierto que hace unos años echaron una rubia de bote extranjera a un río y acabó con todos los cangrejos autóctonos. (gracias por intentar encontrarle sentido a esta parida)
Puedes robarme lo que quieras, Thornton. Cuando merodeas desactivo mis alarmas.
(¿Ves como todo llega?)
Abrazo grande.
Gracias, Lena. Un beso.
Cien por día. Qué ritmo, Manu.
No elimines la próxima, Valle. Gracias por pasarte.
Eres muy amable, mis largos pies. Un beso.
Nada por aquí cuanto quieras, Jose. Un abrazo.
Gracias a todos. Poco tiempo. Mucho trabajo. Pronto espero poder hacerlo más seguido. A mi chica le vale la excusa. Espero que a vosotros también.