-Encaró el largo pasillo, admirándose de la extraña sensación de atravesar la puerta sin abrirla. Avanzó lentamente, tocando las paredes lisas a ambos lados de su regreso. La madera del suelo no chirriaba y lamentó encontrarse en ese estado que no supo más que definir como gaseoso. Qué gaseoso. Sonrió la mitad de su boca. Allí, delante, había tenues almohadones de luz provenientes del patio interior. Miró hacia esa habitación, donde tantas veces había dormido la madre. Y el hijo. Siguió avanzando hasta llegar al segundo algodón de claridad. El escritorio. El ordenador. Los papeles que nunca en décadas había conseguido domar. El cuento sin comenzar. La novela sin acabar. Sonrió la otra mitad. Esta vez, de miedo. Olió la cocina sin olor. La sartén sin fregar. A punto estuvo de abrir la nevera. Llegó al salón. El sofá negrísimo. Los libros subiendose por las paredes. La mesita de mármol negra. El recuerdo de cómo ella y él la hicieron llegar hasta allí. Un pequeño pasillo al final del cual, a la derecha, el baño, a la izquierda el dormitorio (el amatorio). Obvió el baño. Las rayitas blancas subrayadas por los intersticios de las maderas de la persiana le recuerdan cuando abría los ojos a causa del amanecer, y las paredes, las sábanas, los cuerpos, dibujaban trazos impredecibles. (Piensa en la persiana herrumbrosa. Enseguida cree que no se le puede asignar herrumbre a la madera de la persiana. Pero el clima sí puede ser herrumbroso, como su pensamiento, que no le sugiere más que herrumbre para designarlo todo.) La gata mira -él sabe que sorprendida- como el hombre se ha adelantado, ha llegado antes de tiempo. (Piensa en la expresión antes de tiempo y le parece una redundancia, una falacia y una tontería.) Había muerto ayer, y, a saber por qué, la gata no lo esperaba hasta mañana. Los gatos llevan lutos que la muerte no comprende.
-Otra.
Me parece bien llamarlo amatorio, sobre todo cuando te ves castigado a dormir en el salón.
ResponderEliminarCada vez quedan menos persianas de madera.
Me gustó mucho, también -especialmente- lo herrumbroso que suena en la idea del fantasma. Y en la voz del fantasma. Ah, esa última línea... Tus últimas líneas, que quiebran... como se quiebra lo herrumbroso. Y el dibujo de la herrumbrosa persiana.
ResponderEliminarUn abrazo.
intriga...me intrigas en cada linea...
ResponderEliminarun beso!!
Me gustan los almohadones de luz que se cuelan por el patio interior,o los que entran por las rendijas de la persiana con o sin herrumbre....
ResponderEliminarDe ahora en adelante miraré a los gatos con ojos de luto, nunca lo había pensado.
Besicos,Blanco de algodón pero sin herrumbre...
Me ha sabido a poco
ResponderEliminarMe encantó, logré sentirme en el pasillo, solo que con otra gata.
ResponderEliminarQue bueno. Lo he visto todo desde arriba, relajado, como si la casa no tuviese techo. Y de pronto me he sentido dentro envuelto, y me he quedado…
ResponderEliminarBlanco, un fuerte abrazo grande.
P. D.
Sigo en esa casa en la que los libros se suben por las paredes… …adormecido por las rayitas de calor.
Los gatos llevan lutos que la muerte no comprende...muy grande.
ResponderEliminarSaludos,
Evidentemente debe ser, que una vez muertos hacemos un último recorrido antes de olvidar.
ResponderEliminarUn abrazo