sábado, 23 de octubre de 2010

-Sigue.

-Era la casa. Lo supe cuando salí para no volver. Comprendí que durante los previos meses de inercia, ella había desplegado una actividad frenética. Ya había comenzado mi mudanza. Lo supe después. Era la casa la que comenzaba a echarme. Sigue.
-No los habitantes de la casa. No ella. Ni yo. Ella, un encanto. Un encanto sibilino pero un encanto. Yo, un mueble bello. Bello de ver y de utilizar. Como el sofá que se hace favorito. Yo era su sofá favorito. Algo de lo que no quieres desprenderte. Tenía para ella un valor sentimental. Y semental. Fue la casa. Ni ella ni yo, ni el niño que llegó. Sigue.
-Cuánto quería yo a ese pequeño. Lo quise antes de ser pequeño. Creo que aún hoy que ha cumplido ya los cincuenta, lo sigo queriendo. Lo quiero más. Porque hay recuerdos que se hacen querer más intensamente cuando ya nada puedes hacer por ellos. No fue el niño, ni el adolescente. La que me echó fue la casa. A él, la última vez que lo vi fue de un modo fugaz, como una ráfaga de jean frente a la puerta de nuestro dormitorio, no dejándose enmarcar por el vano de la puerta. Ya se sabe, la típica rebeldia adolescente. Sigue.
-Su última carta la recibí hace diez años. Llena de rencor. Mantenía -y tal vez sea digno de elogio- aquél rencor juvenil que sigue dando de comer a mi recuerdo. Cuánto quise a aquel niño. Se notaba, en las letras, en las frases, en la caligrafía y hasta en la ortografía. Se percibía, aún ciego, que aquel niño aquel joven ese hombre vivió y vive convencido de que no fue la casa la que me echó de la casa. Él cree creer que de algún modo inconsciente o mágico, ha sido quien me echó. Sigue.
-Los años de deambular por la isla -tan cerca y tan lejos a un tiempo de la casa que me vió nacer, que vió nacer el amor y vio nacer a mi hijo- fueron terribles algunas noches y bellos algunas tardes. No tenía las llaves de la casa y eso, para bien o para mal, me liberaba de todo bien pero también de todo mal. Aprendí a vivir sin mi casa. Sigue.
-Sigue tú. Odio trabajar en equipo.
-Ella, ella, hay que decir que ella nunca me olvidó. Que es decir bien poco de ella y de mí.  
-¿Ella es la casa o es ella?
-No has querido seguir, no hagas preguntas.
-Sigo.
-Sigue.
-La isla sigue siendo una isla preciosa, aunque sólo las horas de los días que la niebla tiene a bien levantar los párpados. Se cree y no se cree que la casa permanece en pie y sus antiguos moradores son más antiguos cada minuto que pasa, cada recuerdo que se demora, cada vendaval que arrasa. Puedo verlos desde aquí atravesar, fugaces y lentos a un tiempo, el marco de las ventanas de la habitación, del salón, de las noches. Puedo verlos, pero evito hacerlo. Sigue.


14 comentarios:

  1. Da la impresión de entrar en la cocina. Es una sensación extraña. Como que uno no debería estar aquí mientras la casa (de tu cocina a la que me asomo como por equivocación) despide huéspedes. Desasosegante.
    Un abrazo.

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  2. -Cuando salí no sabía que era para no volver. Fue una liberación, aunque a cambio se quedase con el pequeño

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  3. Inquietante. Al revés de EL Ángel Exterminador de Buñuel, la casa te manda fuera. Casi me ha resultado más angustioso.
    Saludos, Blanco.

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  4. "Cuánto quería yo a ese pequeño. Lo quise antes de ser pequeño. "

    Esta frase me ha llegado, porque creo qe yo también estoy qeriendo así a mi sobrino, ami primer sobrino, al qe podré ver dentro de una o dos semanas!(L)

    unbesitto!=)

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  5. Daniel, Xibeliuss, Un par, Miette, habéis comentado una entrada inconclusa. Mi torpeza no discrimina entre nuevas y viejas tecnologías. Esta es la entrada acabada. Espero que no os parezca peor. Perdón y gracias.

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  6. -Es triste, doloroso. Pero las personas que dejan atrás su CASA son fuertes.
    -Al cuerno con la fortaleza. Para que demonios quiero yo la fortaleza.
    -Tú eliges. ¿Una casa o una fortaleza?
    -…

    Blanco, un fuerte abrazo.

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  7. Suponía que era inconclusa, por eso entré en tu cocina con pudor. Y, desde luego, acabada es muy buena con esa isla: qué belleza ese último párrafo. A ti también se te dan muy bien los fantasmas.
    Respecto a la biografía de Cheever, tienes razón, es un gustazo leerla. Has intuido bien, así que puedes conservar la barba.
    Un abrazo.

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  8. Sólo acepto que me digan "sigue" en un contexto muy concreto, el mismo en el que yo estoy dispuesto a repetirlo con idéntico fin.

    Un abrazo.

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  9. Me encanto la frase de los recuerdos...
    Como siempre leerte deja un sabor de boca... diferente.

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  10. Conservo mi barba, entonces, Daniel. Y mi cocina con fantasmas donde recibir a los amigos -pocos pero traslúcidos. Gracias por pasarte siempre.

    Uno no se va de una casa -ni regresa a ella- sin pagar algún peaje, Xibeliuss.

    Hoy, en "Poniendo alto el listón", la señorita paisajesescritos. Si Buñuel levantara la cabeza. Un beso.

    Gracias por pasarte, un par... Un beso, y otro para tu flamante sobrino.

    No se inquiette, Miette. Perdón. Beso.

    Otro para vos, Jesús. Sé fuerte y cuelga algo pronto, anda.

    José, tú sigue así. Abrazo.

    ¿Diferente a qué, Mariana Su? Gracias por volver por acá.

    Sigo tu consejo, Recuerdos.

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  11. La historia puede seguir, continuar de forma ininterrumpida, pero aquello, lo que pasó y fue, quedará enmarcado sin posibilidades de cambio. Cuando uno se convierte en ajeno, ya no hay chances de volver.

    Abrazo

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