-Lo primero que encontró cuando salió a la calle fue una rata muerta en el portal de la pensión. Le dió una patadita displicente que la hizo descansar al lado del bordillo, en la calle, después de rodar suavemente por la acera. Pensó que el toque no se pierde nunca. Ese toque de derecha, con el exterior del empeine. No era la primera vez que encontraba una, y, como en ocasiones anteriores, su derecha mágica hizo lo que quiso con la rata muerta.
-Pensó en balones de fútbol y en cadáveres de ratas. Le pareció que esa conexión era una metáfora del recorrido de su vida profesional. Se rió para sus adentros ante un hallazgo que no pudo evitar apuntar en su libretita. Se detuvo a las puertas del bar de la esquina, entorpeciendo la salida a una octogenaria con malas pulgas: Toda mi vida es profesional. Cuando acabó se apartó de la puerta. Guardó la libreta y el lapicito mientras cruzaba una mirada con la señora. Y entonces supo que tenía malas pulgas.
-Como cada día le sobrevinieron cinco jugadas especiales. Especiales para él. Las recordaba todas. Y no sólo goles. También pases de gol. Y algunos toques que nadie registró ni siquiera en el momento en que ocurrieron, antaño. Cada día recordaba cinco jugadas diferentes. Más o menos trascendentes. Las recordaba con pelos y señales. Todo el día rememorando estas cinco, incluído algún que otro gol. Mañana volvería a marcar otros cinco goles, o a dar otros cinco últimos pases, o, simplemente cinco toques sutiles. Y pasado mañana otros cinco recuerdos con balón. Su vida era profesional tal vez porque cobraba por recordar lo que había sido. Le pagaban monedas anónimas. Bocatas lastimeros de los mismos bares de siempre. Cigarros de quienes decían recordar quién era el dueño de esa derecha mágica. Gente que lo había visto jugar, y creían haberlo visto mendigar.
-Algunos, a veces, le pedían hacerse una foto con él. Quisieran o no, él siempre les dejaba escrito en el aire El toque no se pierde nunca.
-Qué gran mentira.
-Cuando volvió a su casa por la noche -medio borracho, porque lo primero que perdió cuando empezó a perder fue la posibilidad de emborracharse por completo- la rata ya no estaba. La acera parecía recién baldeada. Y la calle. Miró hacia arriba antes de meter la llave en la cerradura. Y se convenció de que llovía de un modo que, de no tener tantos toques bajo los que cobijarse, lo pondría muy triste a uno.
Genial. Muchas gracias por compartirlo.
ResponderEliminarSi pierdo la posibilidad de emborracharme por completo.
ResponderEliminarUna media borrachera es una pesadilla.
Y un fiasco.
Conmovida tras leer...
Errata o pedacito faltante:
ResponderEliminarSi pierdo la posibilidad de emborracharme por completo, me da algo.
No hay bastante vino en el mundo que me haga perder la posibilidad de emborracharme por completo.
ResponderEliminarBlanco,
ResponderEliminarBuenísimo, sin más.
Un abrazo
Casi me gustan más tus relatos que tus conversaciones.
ResponderEliminarqué bueno. sombrerazo y felicitaciones para ti.
ResponderEliminarYo tampoco puedo emborracharme del todo.
ResponderEliminarLa metáfora de la rata es muy buena.
Besos.
Tiene razón el perdedor: el toque no se pierde nunca.
ResponderEliminarSigues igual, qué jodio, cómo la tocas.
Un abrazo.
Me ha gustado mucho tu relato. Lo incluiré en mi bestiario futbolístico personal junto a éste haiku de Bertoni: "Veo unas vacas en una cancha de fútbol/ dos pasan rozando un palo/ la tercera es gol". Saludos.
ResponderEliminarMe uno al aplauso general. Estupendo.
ResponderEliminarNo diré que emborracharme, pero algo tan bueno -bueno es poco- merece por lo menos un par de dedos de Lagavulin demorados para saborear cada línea con cada sorbo.
ResponderEliminarUn abrazo
Cuando los aplausos dejan de sonar, queda el maravilloso (a veces) aroma del recuerdo, que si bien lo olvidan algunos a otros les queda dentro.
ResponderEliminarSaludos Blancos.
Pd: Tambien volví a ver "Body Heat" hace poco y no me pude resistir a un recuerdo.
Me ha gustado la comparación.
Muy bueno, Blanco.
ResponderEliminarMe pasa casi como a Aina: tus diálogos son tremendos, pero tus relatos... se echan de menos si se retrasan
Menos mal de esos toques bajo los que cobijarse.
ResponderEliminarMenos mal de esos whiskys dobles que evitan borracheras a medias.
¿Estar medio borracho es lo mismo que estar achispado?. Ese es el punto exacto, raro y díficilisimo de medir en el que la bebida no te domina, pero tu tampoco dominas nada. A mi me encantaría, pero me ha ocurrido en contadas ocasiones. Mi cinta métrica es de mercadillo.
ResponderEliminarMil besos
Piragata