miércoles, 2 de septiembre de 2009

-Estás muy delgada.

-Sí, he dormido bien. Es lo que quieres oír, ¿no?
-Te lo pregunto porque me intereso sinceramente.
-Crees que teniendo una actitud atenta conmigo, tu alma va a redimirte de haberme hecho esto.
-No es eso, Elena. Sé que está mal.
-No, no crees que esté mal.
-Sí, lo creo. También lo cree tu familia. Por eso nos dedicamos a esto. Quitarle temporalmente la libertad a una persona funciona.
-No sabes si será temporalmente.
-Todo saldrá bien. Sabes que el error cometido al principio de todo esto ha sido que contactaran con la policía. Ahora se necesita algo más de tiempo.
-Sí, ya lo sé. No haces más que repetirme que todo saldrá bien, que se necesita tiempo, que no puedes darme tu mano. Sabes que hay días que no me importa ponerme en tu lugar. Pero hay otros en los que me da igual qué clase de hombre seas.
-Lo comprendo. Te portas muy bien.
-No me hables como a una hija, imbécil.
-Lo siento.
-Tú no sientes nada. No sientes piedad. No eres desalmado. Sólo ejecutas tu parte.
-Te trato lo mejor que las circunstancias me
-Chorradas.
-Juan ya no viene. Te afectaba muchísimo que mi compañero no hablara cuando entraba aquí. Bien, pues yo… Para mí es un esfuerzo. Mis horarios se han trastocado.
-Me da igual que vengas tú, o Juan, o nadie. No esperes que te agradezca tu gesto humanitario. Sigo necesitando que me acaricies y tú sigues trayéndome comida y agua, como has hecho desde el primer día.
-Por favor, no empieces otra vez. No me pidas cosas que no puedo darte.
-Llévate las cosas. Quiero dormir.
-Deberías comer un poco más.
-Y tú deberías irte a la mierda.
-Estás muy delgada.
-Gilipollas.

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