martes, 22 de septiembre de 2009

-Intenta dormir.

-¿Pero qué?
-No lo sé, algo.
-Pero...
-Si lo supiera no sería un presentimiento.
-Haz un esfuerzo, venga, es tarde.
-Tú también deberías estar preocupado.
-¿Por qué?
-¿Te lo tengo que repetir? También tiene que ver contigo.
-No te preocupes por mí: yo no tengo ningún presentimiento.
-No lo entiendes. Por eso puedes dormir.
-Estoy cansado, simplemente, por eso puedo.
-Algo va a pasar. Nos va a pasar.
-Tranquila, nada malo puede ocurrirnos.
-No rebatas lo que puedo presentir, porque ni yo lo sé.
-Intenta dormir.
-Mañana el presentimiento se revelará,  entonces sabremos cuán grave era para ti y para mí. Mañana lamentarás haber dormido mientras yo me helaba rodeada de mi presagio. ¿Qué harás con toda esa culpa mañana?
-Mañana no ocurrirá nada malo. Sólo que tendrás mucho sueño por haber dejado que te embaucara una idea estúpida.
-El estúpido, el desalmado, eres tú. Tal vez mañana seremos otra cosa, y lo único que haces al respecto es darme la espalda.
-Necesito dormir.
-Eres afortunado. Yo no sé qué certeza necesito para dejar de presentir.
-Inténtalo. Intenta dormir.
-¿Estarás aquí cuando despierte?
-No preguntes tonterías.
-¿Y yo, estaré cuando tú despiertes?
-Por favor, amor.
-¿Cómo puedes estar tan seguro de todo?
-...
-No sé cómo puedes.


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