viernes, 2 de septiembre de 2011

-Ya estoy en la calle.

-Ahórrame el papeleo.
-Desnúdate.
-Dame de comerte.
-No enciendas el cigarro de después.
-Déjame decirte que ya conozco la salida.
-Evita preguntar si te llamaré.
-No te escucho.
-Ya estoy en la calle.
-Haciéndome preguntas absurdas.
-Del tipo ¿Por qué hago estas cosas contigo?
-El taxista me pregunta ¿Perdón?

11 comentarios:

  1. El taxista era muy indiscreto...
    Besicos

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  2. Yo siempre me pierdo a mitad de desconversación.

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  3. Cuando escuchó la puerta al cerrarse, ella respiró. Se acercó de puntillas, dio dos vueltas a la llave, sonrió y se fue a la cama satisfecha de que el después hubiera sido tan corto. Inmediatamente se quedó dormida, sin recordarle.

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  4. Dame de comerte.

    No digo nada que luego exagero.

    (O eso dices).

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  5. Ser taxista da mucha experiencia de la vida. No sé qué me gusta más, si el texto o el dibujo. Por cierto, en Venecia nunca hubiese podido ocurrir.

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  6. Sí, muy oportuno, pero, ¿por qué lo dices?

    Supongo que perderse la otra mitad tiene sus pro y sus contras, ¿no, Aina?

    Sí, supongo que a veces se necesita más "después" que "durante", Sol. (Es una opinión de mi lado femenino, con la que, por supuesto, no tengo por qué estar de acuerdo)

    Eso, no digas nada. Beso.

    A lo mejor los gondoleros son más discretos, paisajes.

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  7. No sé por qué me he imaginado a dos eyaculadores precoces.
    ¿Por qué haces estas cosas con nosotros?
    Mejor se lo pregunto al taxista.
    Un abrazo grande.

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