miércoles, 10 de junio de 2009

-Deberías aprender a defenderte mejor.

-A mí me sirve levantarme y contársela, me aclaro.
-Sí, muchos rituales tienes tú.
-Me sirve. Mi abuela friega y yo le cuento mi pelea de anoche.
-Con la cara hecha un cristo, como siempre.
-Sí, claro, la cara que me ponen después de cada pelea. ¿Qué tiene de raro?
-Deberías aprender a defenderte mejor.
-No empieces. He visto muchas veces los vídeos esos de las peleas de Cassius Clay, pero yo soy Ramiro Gómez, me defiendo y ataco lo que puedo.
-Pero has vuelto a perder.
-¿Vuelto, cómo que vuelto? He perdido. Anoche he perdido, sin más.
-¿Cuánto hace que no le cuentas a tu abuela una victoria por las mañanas?
-Hace dos meses le gané al negrito.
-Por puntos y en fallo discutidísimo.
-Tú...
-Discutidísimo, Ramiro, esa noche fui a verte.
-Tú eres un contable.
-¿Qué?
-Te dedicas a otra parte de la vida.
-¿Qué opina tu novia?
-Otra contable.
-¿Qué coño dices de contable?
-Números, letras, planillas, tecleáis, hacéis cuentas, repasáis, os preocupa que no cuadren las sumas, o las restas, tenéis todo el tiempo del mundo para encontrar dónde está el fallo, os alegráis cuando por fin, después de cuatro horas de darle al 5 y al 9 y a los otros números, a las tres de la mañana podéis daros por satisfechos, y os vais a la cama, y dormís felices durante dos o tres horas. No usáis el cuerpo para vivir. Sois unos fríos contables de mierda. Yo soy un boxeador. Un boxeador sin ordenador ni reloj.
-Vete al médico.
-¿Sabes lo que es un jab, eh, sabes lo que es un jab, por ejemplo? No te digo si sabes jabear, sino simplemente si sabes describir lo que es un jab.
-Sabes que lo sé.
-Dime, dime qué es un jab.
-Es un golpe que se utiliza para mantener la distancia, o para iniciar una combinación, o como golpe de engaño, para “inquietar” al rival. Es como un directo pero de menor fuerza de impacto y normalmente de izquierda en boxeadores de guardia diestra, como tú.
-¿Lo ves?: un contable. Tú no entiendes nada de boxeo. Mi abuela tampoco, pero se limita a negar con la cabeza mientras friega los cacharros del desayuno. Y hasta que no termino de contarle mi pelea de anoche ella no acaba de fregar.

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