martes, 30 de junio de 2009

-No estés tan seguro de no ser poeta.

-¿Por qué hay tan pocos cardiólogos poetas?, si es que hay alguno.
-Porque ellos sólo conocen el músculo.
-Y nosotros
-¿Nosotros? Oye, que yo no soy poeta.
-Yo tampoco, pero sé que los cardiólogos y los contables tienen la misma autoridad moral para hablar de los males del corazón: ninguna. Algunos asesinos, todos los niños y cualquiera que sepa que las metáforas no resisten by-passes, pueden escribir los versos que quieran que tendrán todo mi respeto y reconocimiento.
-Uf, pensé que sólo beberíamos unas cervezas y hablaríamos de fútbol.
-No estés tan seguro de no ser poeta.
-Que no, te lo digo yo: ya no soy un niño, ya no soy un asesino, y tampoco sé cuál es el plural de by-pass.
-Da igual. Después de tantos años de amistad, sabes que el corazón es un reloj, un calendario, un sudario, un incendio y rescoldos, un pasado y otro pasado más, una roca y los miles de millones de arenitas que la conforman. Es cualquier cosa menos un músculo.
-Bueno, perdona, pero, además, el corazón puede ser un infarto. Y no hay infarto sin músculo.
-Un infarto es un mal poema.
-Buah. Kaká ha pasado el reconocimiento médico: le perdonarían que no sea poeta, pero no que tenga un soplo en el corazón.
-Camarero. Dos cañas, por favor.

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